domingo, octubre 14, 2007

Miranda Superstar por Luis Fernández


REVISTA EME - Jueves 07 de Septiembre de 2006 EME/34


Sexo Sentido
Miranda Superstar


LUIS FERNÁNDEZ

Algo sorprendente resulta, a la salida de la película sobre Francisco de Miranda, ver cómo la traviesa perversión erótica del prócer crea un desasosiego intenso en la mayoría de las espectadoras.

El día que rodamos la escena en la que explícitamente nuestro magnífico casanova criollo deja constancia de su práctica en su diario, gran parte de las mujeres del equipo de la película, que no eran pocas, se mostraron algo ofendidas.

No puedo creer que Diego vaya a poner eso en la película, A mí me parece horrible, Es sexista, y por ahí se fueron. Sin embargo, había por debajo, creí notar, algo de turbación. Como tal vez se turbó la historiadora oficialista que aconsejó al ministro para que desestimara un guión demasiado libertino.

Como se turban las conservadoras ante la descarada que proclama tener una vagina multiorgásmica. Como se turbaron las que condenaban a las perras que habían tenido sexo con Don Juan, cuando lo que realmente les molestaba era que no habían sido ellas también de las felices víctimas del monstruo.

Casanova, Don Juan y Francisco de Miranda, más allá de sus diversos talentos políticos, militares o intelectuales, comparten una misma gran virtud: conocer real e íntimamente el deseo femenino.

Ese equilibrio perfecto entre la sensibilidad exquisita y la transgresión, ese delgado riel sostenido por hilos tan endebles e incomprensibles por la mayoría de los machos como el tino perfecto, la mirada justa, la palabra precisa, el elogio correcto, el tacto calculado y el momento exacto de cruzar la línea del respeto hacia la satisfacción obscena de los sentidos, es algo tan poco usual que los escasos ejemplares que lo logran suelen pasar a la historia principalmente por eso.
No importa cuán extraordinarios hayan sido sus otros logros, si el sujeto poseía esta capacidad para comprender el dialecto femenino mejor incluso que ellas mismas y ejercerlo a cabalidad, estará su biografía teñida con este aliento, lo quieran ellos o no.

Pero además, dudo que ellos no lo quisieran.

Si algo deseaba Miranda era que su vida fuera contada, con lujo de vellos púbicos.
La base de esto que yo llamo virtud y que otros llaman pecado, tiene que radicar en un convencimiento del hombre de que somos también femeninos y que, en lugar de negar esta parte de nosotros, podemos conectarnos con ella para lograr vislumbrar al fondo del laberinto lo que nos gustaría sentir y experimentar para luego ser capaces de provocarlo en ellas. Esto no es nada fácil y supongo que a más de uno se le irá la vida de esta en aquella sin lograr nunca dar en el blanco. A más de uno también le parecerá esto algo de maricones y permanecerá en su rutina amatoria, que no satisface pero que es conocida y aprobada por la moral.

No obstante, no es esta virtud algo que necesariamente uno deba desear, pues tiene un grave bemol. Y no se trata de lo moralmente cuestionables que nos vuelve a ojos de terceros insatisfechos, es que una vez andado el camino desde esta maravillosa perspectiva, tarde o temprano caerá en cuenta el virtuoso de que su extraordinario don es absolutamente incompatible con el amor.

Al ver la película y descubrir al hombre detrás de la estatua y la bandera, no puede uno menos que sentir compasión por su destino trágico y envidia por sus talentos, y no puede mujer alguna no desear, pública o secretamente, tener la oportunidad alguna vez de formar parte de una colección tan sexista y perversa como gratificante.

Es probable que, como me suele pasar, me haya enamorado del personaje que interpreto, pero de haber sido yo mujer y haberme cruzado en el camino de Miranda, no lo hubiera pensado dos veces para dársela y jurarle que en mí encontraría el amor verdadero.


“CASANOVA, DON JUAN Y FRANCISCO DE MIRANDA, MÁS ALLÁ DE SUS DIVERSOS TALENTOS POLÍTICOS, MILITARES O INTELECTUALES, COMPARTEN UNA MISMA GRAN VIRTUD:CONOCER REAL E ÍNTIMAMENTE EL DESEO FEMENINO”

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