lunes, octubre 29, 2007

Dos textos de Jorge Teillier



Jorge Teillier Sandoval (Lautaro, 24 de junio de 1935 - Viña del Mar, 22 de abril de 1966) fue un destacado poeta chileno, creador y exponente de la poesía lárica.

La poesía lárica o de los lares, es decir, del origen o de la frontera, corresponde a la ética y estética que fundó Jorge Teillier y que transmitió en toda su obra. Esta forma de entender y crear la poesía se caracteriza por la vuelta hacia el pasado, a un paraíso perdido en el cual lo cotidiano y lo amable contrastan con la modernidad imperante en la época. Jorge Teillier hace hincapié en la búsqueda de los valores del paisaje, de la aldea y de la provincia, donde confluyen imágenes nostálgicas de la infancia perdida y de la naturaleza primigenia del mito. A través de una escritura sencilla, Teillier propuso el retorno hacia una Edad de Oro en la que el hablante lírico y el lector podrían acceder a un mundo más ordenado y feliz. “Un mundo mejor”, como diría el propio poeta.




SIN SEÑAL DE VIDA



¿Para qué dar señales de vida?

Apenas podría enviarte con el mozo

un mensaje en una servilleta.


Aunque no estés aquí.

Aunque estés a años sombra de distancia

te amo de repente

a las tres de la tarde, la hora en que los locos

sueñan con ser espantapájaros vestidos de marineros

espantando nubes en los trigales.


No sé si recordarte

es un acto de desesperación o elegancia

en un mundo donde al fin

el único sacramento ha llegado a ser el suicidio.


Tal vez habría que cambiar la palanca del cruce

para que se descarrilen los trenes.

Hacer el amor

en el único Hotel del pueblo

para oír rechinar los molinos de agua

e interrumpir la siesta del teniente de carabineros

y del oficial del Registro Civil.


Si caigo preso por ebriedad o toque de queda

hazme señas de sol con tu espejo de mano

frente al cual te empolvas

como mis compañeras de tiempo de Liceo.


Y no te entretengas

en enseñarle palabras feas a los choroyes.

Enséñales sólo a decir Papá o Centro de Madres.

Acuérdate que estamos en un tiempo donde se habla en voz baja,

y sorber la sopa un día de Banquete de Gala

significa soñar en voz alta.


Qué hermoso es el tiempo de la austeridad.

Las esposas cantan felices

mientras zurcen el terno

único del marido cesante.


Ya nunca más correrá sangre por las calles.

Los roedores están comiendo nuestro queso

en nombre de un futuro

donde todas las cacerolas

estarán rebosantes de sopa,

y los camiones vacilarán bajo el peso del alba.


Aprende a portarte bien

en un país donde la delación será una virtud.

Aprende a viajar en globo

y lanza por la borda todo tu lastre:

Los discos de Joan Baez, Bob Dylan, los Quilapayún,

aprende de memoria los Quincheros y el 7º de Línea.

Olvida las enseñanzas del Nido de Chocolate, Garfield o el Grupo Arica,

quema la autobiografía de Trotsky o la de Freud

o los 20 Poemas de Amor en edición firmada y numerada por el autor.


Acuérdate que no me gustan las artesanías

ni dormir en una carpa en la playa.

Y nunca te hubiese querido más

que a los suplementos deportivos de los lunes.


Y no sigas pensando en los atardeceres en los bosques.

En mi provincia prohibieron hasta el paso de los gitanos.


Y ahora

voy a pedir otro jarrito de chicha con naranja

y tú

mejor enciérrate en un convento.

Estoy leyendo El Grito de Guerra del Ejército de Salvación.

Dicen que la sífilis de nuevo será incurable

y que nuestros hijos pueden soñar en ser economistas o dictadores.


Jorge Teillier




ANDENES

Te gusta llegar a la estación

cuando el reloj de pared tictaquea

tictaquea en la oficina del jefe-estación.

Cuando la tarde cierra sus párpados

de viajera fatigada

y los rieles ya se pierden

bajo el hollín de la oscuridad.


Te gusta quedarte en la estación desierta

cuando no puedes abolir la memoria,

como las nubes de vapor

los contornos de las locomotoras,

y te gusta ver pasar el viento

que silba como un vagabundo

aburrido de caminar sobre los rieles.


Tictaqueo del reloj. Ves de nuevo

los pueblos cuyos nombres nunca aprendiste,

el pueblo donde querías llegar

como el niño el día de su cumpleaños

y los viajes de vuelta de vacaciones

cuando eras -para los parientes que te esperaban-

sólo un alumno fracasado con olor a cerveza.


Tictaqueo del reloj. El jefe-estación

juega un solitario. El reloj sigue diciendo

que la noche es el único tren

que puede llegar a este pueblo,

y a ti te gusta estar inmóvil escuchándolo

mientras el hollín de la oscuridad

hace desaparecer los durmientes de la vía.


Jorge Teillier


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