domingo, septiembre 30, 2007

Consejos de Napoleón Hill






Napoleón Hill (1883-1970) ha sido quizás el hombre más influyente en el área de logro personal de todo el tiempo. Su clásico Piense y hágase rico ha ayudado millones de personas y ha sido importante en la vida de muchas personas de éxito incluso en la de W. Clement Stone y Og Mandino. Su cita más famosa era,"lo que la mente de hombre puede concebir y puede creer, puede lograr." Napoleón Hill nació pobre en 1883 en Virginia. A la edad de 10 años, su madre murió. Él se volvió un niño muy rebelde y odioso. Dos años después su padre volvió a casarse. Cuando Napoleón se encontró a su madrastra, le dijeron," Napoleón es el hombre más perverso que usted se puede encontrar." Su nueva madre puso las manos en sus hombros y le dijo,"no es un muchacho soez. Quizás es el muchacho más inteligente del mundo y simplemente no sabe qué hacer con su inteligencia." Esas palabras tuvieron un gran impacto en la vida de Napoleón.

Fue un hombre increíble. Luchando contra toda clase de grandes desventajas y presiones, dedicó más de 25 años de su vida a entrevistar a los grandes triunfadores e investigar sus carreras. ¿Su meta? Aislar y definir las razones por las cuales tantos fracasan y tan pocos alcanzan el éxito. Entrevistó a 500 millonarios que le revelaron el origen de su riqueza como Thomas Edison, Alexander Graham Bell, Henry Ford, Elmer Gates, Charles M. Schwab, Theodore Roosevelt, William Wrigley Jr., John Wanamaker, William Jennings Bryan, George Eastman, Woodrow Wilson, William H. Taft, John D. Rockefeller, F.W. Woolworth, Jennings Randolph entre otros. El resultado de su trabajo fue una filosofía de 17 principios basados en cómo estos hombres adquirían sus riquezas y construían sus imperios comerciales.

El trabajo de Napoleón Hill se documentó en una obra de ocho tomos publicada en los años treinta del Siglo XX. Esa obra hoy no está disponible. Pero sí una versión condensada, publicada en 1937, con el título de "Piense y Hágase Rico" y que hoy sigue siendo un gran éxito. El libro es muy fácil de encontrar en las secciones de autoayuda de las principales librerías.




"Si piensas que estas vencido, lo estas; si piensas que no te atreverás, no lo harás; si piensas que te gustaría ganar, pero no puedes, es casi seguro que no lo lograrás.


Si piensas que vas a perder, ya has perdido; porque en el mundo encontraras que el éxito comienza con la voluntad; todo esta en el estado mental.


Muchas carreras se han perdido antes de haberse corrido, y muchos cobardes han fracasado antes de haber su trabajo empezado.


Piensa en grande y tus hechos crecerán, piensa en pequeño y quedaras atrás, piensa que puedes y podrás; todo esta en el estado mental.


Si piensas que estas aventajado, lo estás; tienes que pensar bien para elevarte, tienes que estar seguro de ti mismo, antes de ganar un premio.


La batalla de la vida no siempre la gana el hombre mas fuerte o el más ligero, porque tarde o temprano, el hombre que gana, es aquel que cree poder hacerlo. "


Napoleón Hill

Un texto de María Cristina Grassi



María Cristina Grassi, escritora chileno venezolana.




Antipoesía



“Aunque no estés aquí.
Aunque estés a años sombra de distancia
te amo de repente a las tres de la tarde,
la hora en que los locos sueñan con ser espantapájaros
vestidos de marineros
espantando nubes en los trigales”
Jorge Teillier




Llego de no sé donde
de alguna parte
-no me preguntes de dónde-
y me planto en esta página blanca
frente a ti
y te digo que te amo
aunque no me he lavado los dientes aún
ni me he bañado
pero quiero que sepas
que te amo
así
con esta cara de limbo
y de tránsito herido
con la ropa arrugada
con la palabra atormentada
diciendo ya basta
en la boca
con la palabra anegada
y el discurso atrofiado
en tus ojos negros
mirándome
enterrándose en la culpa
que me tengo

María Cristina Grassi

sábado, septiembre 29, 2007

Oración a LA SANTÍSIMA TRINIDAD



Santísima Trinidad

Oración de Adoración a la Santísima Trinidad


Adoración al Padre Eterno.
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria.

Oración
Os adoro, oh Padre eterno, con toda la corte celestial, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias en nombre de la santísima Virgen, vuestra Hija muy amada, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquel poder con que la enaltecisteis en su gloriosa Asunción á los cielos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Adoración al Hijo Nuestro Señor Jesucristo
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

Oración
Os adoro, oh eterno Hijo, con toda la corte celestial por mi Dios, Señor y Redentor, y os rindo gracias infinitas en nombre de la santísima Virgen, vuestra muy amada Madre, por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella suma sabiduría con que la ilustrasteis en su gloriosa Asunción al cielo.

Adoración al Espíritu Santo
Padre nuestro, un Avemaría y un Gloria

Oración
Os adoro, Espíritu Santo paráclito, por mi Dios y Señor, y os doy infinitas gracias con toda la corte celestial en nombre de la santísima Virgen, vuestra amántísima Esposa por todos los dones y privilegios con que la adornasteis, especialmente por aquella perfectísima y divina caridad con que inflamasteis su santísimo y purísimo corazón en el acto de su gloriosísima Asunción al cielo; y humildemente os suplico en nombre de vuestra inmaculada Esposa, me otorguéis la gracia de perdonarme todos los gravísimos pecados que he cometido desde el primer instante en que pude pecar; hasta el presente, de los cuales me duelo infinitamente, con propósito de morir antes que volver mas a ofender a vuestra divina Majestad; y por los altísimos méritos y eficacísima proteccion de vuestra amantísima Esposa os suplico me concedais á mí y a N. el preciosísimo don de vuestra gracia y divino amor, otorgándome aquellas luces y particulares auxilios con los cuales vuestra eterna Providencia ha predeterminado salvarme, y conducirme a sí.

Oración a la Santísima Virgen
Os reconozco y os venero, oh Virgen santísima, Reina de los cielos, Señora y Patrona del universo, como a Hija del eterno Padre, Madre de su dilectísimo Hijo, y Esposa amantísima del Espíritu Santo; y postrado a los pies de vuestra gran Majestad con la mayor humildad os suplico por aquella divina caridad; de que fuisteis sumamente llena en vuestra Asunción al cielo, que me hagáis la singular gracia y misericordia de ponerme bajo vuestra segurísima y fidelísima protección, y de recibirme en el número de aquellos felicísimos y afortunados siervos que lleváis esculpidos en vuestro virginal pecho. Dignaos, oh Madre y Señora mía clementísima, aceptar mi miserable corazón, mi memoria, mi voluntad, y demás potencias y sentidos míos interiores y exteriores; aceptad mis ojos, mis oídos, mi boca, mis manos y mis pies, regidlos conforme al beneplácito de vuestro Hijo, a fin de que con todos sus movimientos tenga intención de tributaros gloria infinita. Y por aquella sabiduría con que os iluminó vuestro amantísimo Hijo, os ruego y suplico me alcancéis luz y claridad para conocerme bien a mí mismo, mi nada, y particularmente mis pecados, para odiarlos y detestarlos siempre, y alcanzadme además luz para conocer las asechanzas del enemigo infernal y sus combates ocultos y manifiestos. Especialmente, piadosísima Madre mía, os suplico la gracia… (mencionar).
Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria

viernes, septiembre 28, 2007

Una cita de André Bretón


André Breton
(Tinchebray, Francia, 18 de febrero de 1896 - París, 28 de septiembre de 1966), fue un escritor francés, conocido como el principal impulsor del movimiento surrealista.




"Creo en el encuentro futuro de esos dos estados, en apariencia tan contradictorios, como son el sueño y la realidad, en una especie de realidad absoluta, de surrealidad".





André Bretón

jueves, septiembre 27, 2007

Un texto de Jean-François Lyotard



Jean-François Lyotard

(Francia, 1924-1998)

Uno de los más grandes filósofos de fin de s.XX, desarrolló el término Postmodernidad y disertó en torno a sus implicaciones.


La condición posmoderna (fragmento)


" Ya hemos pagado suficientemente la nostalgia del todo y de lo uno, de la reconciliación del concepto y de lo sensible, de la experiencia transparente y comunicable. Bajo la demanda general de relajamiento y apaciguamiento, nos proponemos mascullar el deseo de recomenzar el terror, cumplir la fantasía de apresar la realidad. La respuesta es: guerra al todo, demos testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del nombre. "


Jean-François Lyotard

miércoles, septiembre 26, 2007

Un texto de Elizabeth Schön

Elizabeth Schön
Poetisa venezolana (1921- 2007)
Una de las más reconocidas voces líricas venezolanas




Crecen los prados/ se eriza la tierra/ frente a la decisión íntima quemante/de los cercos ponzoñosos/Mas tú/que nos escudas y vigilas/¿cuál gajo prefieres/el de la nada/el de la fe/el del amor?/En el horizonte un buey se aclara/sus ancas llevan el sol, la luna/sus belfos la caja de Pandora/El alma te está hablando/¿qué le respondes?/Un paso de aguas corre por tus venas/y tienes solamente una certeza/aquí está lo otro/lo completo,único, tuyo

Elizabeth Schön

jueves, septiembre 20, 2007

Las cinco libertades de Virginia Satir



Virginia Satir (Wisconsin, Usa 1916 - ?1988)
Estudios:
B.A in Education 1936, M.A in Social Work in Chicago University, Doctorate Honorary in Social Sciences from the University of Wisconsin- Madison, Doctorate Honorary from the Professional School of Psichological Studies.
Virginia Satir es considerada como una pionera en el campo de la Terapia Sistémica Familiar. Internacionalmente fue aclamada como terapeuta, conferencista, entrenadora y escritora, fue una de la excepcionales terapeutas modeladas por Bandler y Grinder para crear el Metamodelo del Lenguaje, una de las técnicas mas difundidas de la PNL.
Sus trabajos son estudiados en las áreas administrativas y de gestión como pilares para cambios organizacionales.
Las cinco Libertades
1. Libertad para SER LO QUE UNO ES AHORA, en vez de lo que fue, será o debería ser.
2. Libertad para SENTIR LO QUE SE SIENTE, en lugar de lo que se supone que debería sentir.
3. Libertad para DECIR LO QUE UNO SIENTE Y PIENSA, en vez de lo que se supone que debería sentir y pensar.
4. Libertad para CORRER RIESGOS POR LA PROPIA CUENTA, en lugar de elegir siempre lo que se considera más "seguro".
5. Libertad para PEDIR LO QUE UNO QUIERE, en lugar de ponerse a esperar que alguien le dé permiso para hacerlo.
Virginia Satir


¡ Yo soy yo!. por VIRGINIA SATIR

En todo el mundo no hay nadie como yo. Hay personas que tienen algo en común conmigo, pero nadie es exactamente como yo. Por lo tanto, todo lo que surge de mi es verdaderamente mío porque yo sola lo escogí. Soy dueña de todo lo que me concierne: de mi cuerpo, incluyendo todo lo que hace; mi mente, incluyendo todos sus pensamientos e ideas; mis ojos, incluyendo las imágenes de todo lo que contemplan; mis sentimientos, sean los que sean, ira, gozo, frustración, amor, desilusión, excitación; mi boca, y todas las palabras que de ella salen, corteses, tiernas o rudas, correctas o incorrectas; mi voz, fuerte o suave y todas mis acciones, ya sean para otros o para mi misma. Soy dueña de mis fantasías, mis sueños, mis esperanzas, mis temores. Soy dueña de todos mis triunfos y logros, de todos mis fracasos y errores. Como soy dueña de todo mi yo, puedo llegar a conocerme íntimamente. Al hacerlo, puedo amarme y ser afectuosa conmigo en todo lo que me forma. Puedo así hacer posible que todo lo que soy trabaje para mi mejor provecho. Se que hay aspectos de mi misma que me embrollan y otros aspectos que no conozco. Mas mientras siga siendo afectuosa y amorosa conmigo misma, valiente y esperanzada, puedo buscar las soluciones a los embrollos y los medios para llegar a conocerme mejor. Sea cual sea mi imagen visual y auditiva, diga lo que diga, haga lo que haga, piense lo que piense y sienta lo que sienta en un instante del tiempo, esa soy yo. Esto es real y refleja donde estoy en ese instante del tiempo. Más tarde, cuando reviso cual era mi imagen visual y auditiva, que dije y que hice, que pensé y que sentí, quizás resulte que algunas piezas no encajen. Puedo descartar lo que no encaja y conservar lo que demostró que si encaja. E inventar algo nuevo en vez de lo que descarte. Puedo ver, oír, sentir, pensar, decir y hacer. Tengo las herramientas para sobrevivir, para estar cerca de otros, para ser productiva, y para encontrar el sentido y el orden del mundo formado por la gente y las cosas que me rodean. Soy dueña de mi misma, Y por ello puedo construirme. Yo soy yo y estoy bien.

Por Virginia Satir


miércoles, septiembre 19, 2007

Un texto de Pessoa



Fernando Pessoa

Uno de los más grandes poetas de lengua portuguesa
(Lisboa 13 de junio de 1888- Lisboa 30 de noviembre de 1935)



AUTOPSICOGRAFÍA


El poeta es un fingidor.

Finge tan completamente

Que hasta finge que es dolor

El dolor que de veras siente.


Y quienes leen lo que escribe,

Sienten, en el dolor leído,

No los dos que el poeta vive

Sino aquél que no han tenido.


Y así va por su camino,

Distrayendo a la razón,

Ese tren sin real destino

Que se llama corazón.

Fernando Pessoa

Miranda por Arturo Úslar Pietri






MIRANDA

Tomado de Arturo Úslar Pietri, Oraciones para despertar, Caracas: Monte Ávila Editores Latinoamericana, 1998.

Discurso de orden en el Senado de la República el 14 de julio de 1966.


El Congreso Nacional de la República de Venezuela tributa hoy el más solemne, sincero y emocionado homenaje a Francisco de Miranda, en la ocasión dolorosa del sesquicentenario de su muerte.


En la alta noche del 13 al 14 de julio de 1816 el reo de Estado, Francisco de Miranda, agoniza en una sala del hospital de la prisión de La Carraca, en Cádiz. La estertorosa respiración se confunde con el resonar lejano del mar que trae el eco sordo de los libres caminos del mundo. Lo alumbra un cirio vacilante y lo acompañan silenciosos y sobrecogidos una monja, el prisionero peruano Manuel Sauri y su fidelísimo criado Pedro José Morán.


Llegaba a su doloroso fin y a su prometeica expiación la más extraordinaria personalidad que hasta entonces había florecido en el vasto, desconocido y rico limo del Nuevo Mundo. Era la flor y la asombrosa síntesis de tres siglos de historia y de magia creadora. Trescientos años de presencias, de encuentros, de conflictos y de mestizaje, en el más sobrecogedor escenario natural que el europeo hasta entonces había conocido, en el que los cristianos viejos de Castilla, con su pica, su cruz y su codicia heroica, entraron en contacto con algunas de las más viejas y cerradas civilizaciones del orbe. Con sangre y dolor y destrucción y fecundo maridaje estaba vivo y encendido el diálogo, o el combate o el casi erótico tejido de destino de Colón con los Taínos, de Cortés con el emplumado Moctezuma, de Atahualpa con Pizarro en la tarde increíble de Cajamarca. Se había levantado el gran coro confuso de la selva, el río, el rebaño de cumbres nevadas de la cordillera con las palabras entecas del castellano, las pajareadas voces del indio y la resonante saloma del negro.
De todo esto se había estado haciendo en verdad un Nuevo Mundo, que ya no era ni podría ser mera y simple prolongación de Europa, ni estática permanencia de lo indígena, sino ocasión contradictoria, rica y difícil creación de un nuevo tiempo de la historia. De esa condición y vocación extraordinarias hubo evidencia desde las primeras horas. La visión de la Utopía, que prendió en el alma generosa y desengañada de Tomás Moro, tenía su raíz viva en la emoción de las descripciones de Américo Vespucci; el gran despertar ansioso en busca de la fraternidad y de la libertad, que sacudió a Europa y la lanzó en la era de las revoluciones, tuvo su primer origen en la imagen del indio americano, puro, inocente, simple, que llevaron las primeras cartas de relación a un mundo prematuramente envejecido en la guerra, en la avaricia, en el odio y en el ansia de poderío. Un destino nuevo y distinto para el hombre en la nueva tierra fue lo que se propusieron, entre muchos que ya no recordamos, Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, los jesuitas del Paraguay y todos los que en aquellos tres largos siglos de acomodamiento y creación creyeron que América debía ser la ocasión de un renacimiento de Cristo, o sea, de un renacimiento del hombre, o sea de un recomienzo de la historia para el bien, para la paz, para la justicia y para el amor.


Esa angustia de no ser pasivos herederos de una Europa mezquina, sino creadores de un nuevo tiempo para todos los hombres, esa pasión sin sosiego de afirmar el propio ser y la propia dignidad frente a un pasado oscuro y a un porvenir dudoso, esa conciencia de estar investidos con una misión que trasciende de lo personal y de lo inmediato, ha sido y es la marca de lo hispanoamericano en los más grandes espíritus que han florecido en este continente. En ninguno antes que en él se dio esa condición con tan imperiosa grandeza y con tan vasta y rica variedad como en aquel hombre que agonizaba en La Carraca hace ciento cincuenta años.


Su vida y su angustia eran la síntesis de un mundo y de su destino, que vino a concretarse en él, a reunirse en él, para cobrar plena conciencia de su condición y para ver declarados los caminos de su mañana inimitable.


Todo aquello debió haber desfilado por la mente del moribundo. Entrecerrados los ojos que tanto vieron, quietas las manos que tanto intentaron abarcar, muda la boca que en tantas lenguas expresó aquel espíritu inagotable, demacrada y rugosa la faz, con su nariz punzante y su mentón imperioso, la frente noble y la imborrable huella de la hermosura en las facciones, que vieron con asombro tantos hombres extraordinarios en las horas de la decisión y tantas mujeres maravillosas en el arrobo del amor, debía convocar las mejores horas antes que la sombra apagara el último destello de su conciencia.


Estaba viejo y envejecido a los sesenta y cinco años, pero hasta el último momento lleno de vigor y de esperanzas. Sólo los que tanto han dado a la vida pueden esperar tanto y tan desesperadamente de la vida. Era el reo de Estado, Miranda, preso, enfermo y olvidado, víctima del más falaz de los engaños, lejos de todo lo que le pertenecía y lo aguardaba, pero soñando y esperando, hasta aquella trágica hora sin regreso, en la fuga, en el regreso, en la vuelta al combate, a la tarea creadora, a la empresa de Colombia, a la creación del Nuevo Mundo.


Era en aquel mismo Cádiz de la prisión donde había desembarcado cuarenta y cinco años antes, en la soberbia y presurosa sazón de su encendida juventud. Venía de la Caracas remota, de la ancha casa penumbrosa y tranquila de su padre don Sebastián de Miranda, de las aulas rezanderas de la cercana Universidad Real y Pontificia, de las tertulias de chocolate y las procesiones del Nazareno, a la metrópoli afrancesada y curiosa de novedades que miraba más allá del Pirineo bajo el tricornio cabeceante del viejo Carlos III.


Podía ver su vida como una serie de nuevas vidas sucesivas. La recoleta y doméstica vida de Caracas se había cerrado, para comenzar aquella otra, llena de incitantes novedades, entre rostros nuevos y en el Madrid desconocido, sin más amparo que su viveza de ingenio y los doblones de don Sebastián, que es la del Capitán de Infantería don Francisco de Miranda.

Había empezado allí también a manifestarse aquella ansia de conocer y de estudiar que lo llevó a leer sin tregua y a acumular las más variadas y extensas colecciones de libros durante toda su larga existencia. Quería dominar lenguas vivas y muertas, adquirir conocimientos científicos, conocer la historia, el arte militar, las matemáticas, la naturaleza, la política, la literatura y el arte. Su apasionado peregrinaje por el mundo fue menos intenso, variado y sin tregua que su maravilloso viaje de deslumbramiento a través de los libros, las literaturas y las ciencias de los viejos y los nuevos tiempos. No hubo hombre de su siglo que hubiera reunido conocimientos más extensos y variados, ni biblioteca comparable a la que llegó a tener en Londres en sus años finales, en toda la extensión del continente americano.


Había tomado la carrera de las armas para servir y porque le atraía la acción, pero como en el viejo cantar de Gil Vicente, y a su manera, tan bella como el mar, como el caballo o como la guerra, como el paisaje o aun como la bella mujer inaccesible, era aquella gracia, aquella voluptuosidad, aquel gozo de la hermosa página impresa, de la rotunda frase escrita, de la revelación y el deslumbramiento de una nueva verdad en el fondo estremecido del pensamiento.
Hasta la cabecera del lecho de muerte lo hubieron de acompañar los libros, y pasaba sin esfuerzo del pensamiento vivo a la palabra escrita, de la acción a la historia, del presente al pasado, de los seres reales a los personajes de ficción, como sólo han logrado hacerlo los hombres de extraordinaria cultura y de muy ágil inteligencia.


Pero aquella pasión por el saber no fue de regodeo, placer o vanidad, sino que tuvo siempre un objeto, que a lo largo de los años se fue precisando cada vez con más claridad y poder. Era un saber para servir, era como otra forma de acción para alcanzar mejor y de manera más eficaz y completa el gran fin de su vida: dar la plenitud de su destino al Nuevo Mundo. Se lee la historia de las guerras antiguas y modernas y los clásicos del arte militar, porque habrá que combatir; consulta los anales de las grandes naciones y de los claros príncipes porque habrá que organizar un gobierno; estudia las escuelas, los hospitales, la construcción de naves, los reglamentos de policía, las reglas de higiene, la creación de jardines, la defensa contra las enfermedades, la educación de las mujeres, porque habrá que echar las bases sólidas de una sociedad civilizada y libre. La misma literatura no es para él tan sólo placer, sino revelación de costumbres, rasgos y caracteres que lo ayudarán a entender mejor a los hombres con los que va a realizar la gran empresa del mañana. Y lee a los filósofos porque aspira a construir sobre la verdad.
No quedó aquella vida limitada a la corte, al estudio, a la guarnición y a la busca de los ascensos y ni siquiera al bautizo de fuego en la guerra de África, sino que se lanza a un nuevo tiempo en una excepcional ocasión del cambio histórico.


Vuelve a América con las fuerzas españolas que van a coadyuvar a la Independencia de los Estados Unidos.


Allí mismo en Cádiz se reembarcó para aquel nuevo comienzo. Fue a Cuba y a la Luisiana. Vio nacer, bajo la impresionante majestad de la igualdad y la virtud, como en el sueño de sus más caros filósofos, una república en el Nuevo Mundo.


Es allí donde se decide su misión y comienza su empresa definitiva. Va a dejar el ejército español, va a despedirse con tristeza de su noble amigo Cajigal. Su designio es a la vez simple y grandioso en sus propias palabras: «La experiencia y conocimiento que el hombre adquiere visitando y examinando personalmente con inteligencia prolija en el gran libro del Universo, las sociedades más sabias y virtuosas que lo componen, sus leyes, gobierno, agricultura, policía, comercio, arte militar, navegación, ciencias, artes, etc., es lo que únicamente puede sazonar el fruto y completar en algún modo la obra magna deformar un hombre sólido y de provecho».


En el gran libro del Universo se va a hacer la obra magna de formar un hombre para un inmenso designio. Es precisamente por entonces, en aquel comienzo auroral de las instituciones republicanas del Norte, junto a Washington y a Adams, Hamilton y Knox que se forma en su mente la visión de aquella otra más vasta y poderosa república que va a extenderse desde California hasta el Río de La Plata, coronada de la nieve andina, bañada por el Pacífico y el Atlántico, justa, rica y virtuosa, que iba a ser Colombia, es decir, la realización final del Nuevo Mundo, la atrayente, enigmática y fecunda hija de Occidente y de las civilizaciones indígenas, llamada a conciliar los pasados enemigos y sangrientos en una nueva historia de paz y de luces.
A ello va a entregar la vida, los treinta y dos años que le van a restar de lucha, de esfuerzo, de búsqueda, de tentativa, de esperanza y fracasos, hasta aquella alta noche del angustiado y delirante yacer con su muerte en el camastro de La Carraca.


Había andado, había visto y había hecho aquel viejo cuerpo sacudido. Había llegado al Londres de Jorge III, hermoso y maduro en sus treinta y cuatro años, con su título de Coronel, con su prestigio de insurgente americano, con la deslumbrante variedad y sabiduría de su conversación para convencer hombres y avasallar mujeres. Tenía formado lo que él llama el proyecto por la libertad e independencia de todo el continente hispanoamericano con la cooperación de Inglaterra.


Había sido la época también de la larga vuelta al Viejo Continente con el ánimo de apurar ávidamente las experiencias y los conocimientos. A lomo de caballo, en chirriantes y polvorientas diligencias, por los fragosos caminos de montes y prados, o en alados y majestuosos veleros que cortan el mar con su aire de corsarios de la aventura, como otro Wilhelm Meister y acaso, sin saberlo, como otro Childe Harold, va el venezolano a las viejas ciudades y a las remotas a oír, a buscar, a entender. Pasa por los molinos de Holanda, por las ciénagas y los montes de Prusia y de Sajonia, entra a la vieja, musical y rococó villa imperial de Viena, pasa por los prados del Danubio húngaro y penetra en Italia. Habla con los dignatarios importantes, va al teatro, asiste a los conciertos, discute con Haydn de la música de Boccherini, visita las curiosidades, corteja las damas, reúne recuerdos, informes y apuntes de viajes y en la noche de la posada, cuando no lo visita una ninfa de paso, lee hasta la madrugada a Virgilio o a Erasmo, a Rousseau o a Gil Blas, o declama a Virgilio, mientras mordisquea las ciruelas que alcanza del árbol con la mano en la ventana de la alcoba. Recorre a Italia desde Venecia hasta Nápoles. Las picarescas aventuras se mezclaron con los graves coloquios sobre América con los jesuitas expulsados. Llega a Grecia a beber serenidad y armonía con los ojos de un neoclásico, pero con el corazón henchido de una sed sobrehumana, como más tarde el «Don Juan» de Byron, que era de su misma raza.
Va al más remoto seno del Mediterráneo Oriental a las tierras del sublime señor del Gran Serrallo, al Egipto del vertiginoso testimonio del profundo pasado y a Turquía, a las misteriosas calles y plazas de Estambul, a la fina sombra de los más esbeltos y altos minaretes que escriben con su punta de estilo de alabastro la inacabable alabanza de Alah en el azul del cielo.

Pero tampoco se detuvo allí. Entró por el Mar Negro al fabuloso y desconocido imperio de Todas las Rusias, al reino de Catalina, la Semíramis del Norte, autocrática e ilustrada, que con la misma mano castigaba a sus revueltos boyardos y halagaba a los filósofos y a los poetas.
Es el gran tiempo de meterse en el drama contemporáneo como en la escena del más vasto e imaginativo teatro. A veces para confundir, a veces para ocultarse, a veces, acaso, por la pura dicha de inventar un personaje o de hacer más perfecta e increíble la aventura, es coronel, conde, mártir de la inquisición, Monsieur de Meyrat, el caballero Meyrof, o, como en el anagrama de una novela sentimental, el señor Amindra, pero siempre y en todo momento el caraqueño Francisco de Miranda al servicio de la Independencia de América.
Pasa por los países escandinavos y vuelve por Holanda para visitar a Suiza y a Francia. Han pasado cuatro años de andanzas y está en París cuando en Versalles se instalan los Estados Generales convocados por el Ministro Necker bajo la bonachona pasividad de Luis XVI.
Es como si hubiera concurrido a otra gran cita de la historia. En la voz temblorosa de los hombres de la gran Asamblea, en las resonantes frases de Mirabeau, en las primeras gacetas revolucionarias, ve hacer su entrada a un nuevo personaje de inconmensurable dimensión a la escena que hasta entonces habían llenado reyes y señores; se ha incorporado el pueblo. Ya estaba de regreso en Londres cuando ocurre la Toma de La Bastilla el 14 de julio de 1789. No vio el sol de aquel día de ira y heroísmo, de cabezas cortadas y de esperanzas inmortales, de cantos y de picas, de barricadas y de arengas, en las calles de París, como tampoco ahora, veintisiete años más tarde, iba a ver la luz del 14 de julio iluminar los muros leprosos de la vieja fortaleza de Cádiz.


Pero el impacto de aquel gran suceso resonó profundamente en su alma. El ideal de los filósofos de su tiempo, las ideas de Montesquieu y de Rousseau, iban a convertirse en realidad. El hombre reclamaba la plenitud de sus derechos de hijo de la razón y derribaba de un puntapié magnífico las carcomidas antiguallas del viejo régimen.


Lo que hasta entonces no ha logrado en Inglaterra con el cauto Pitt y con los fríos y sagaces políticos de Westminster, puede quizás obtenerlo con los hombres que anuncian para la humanidad una nueva aurora de libertad, igualdad y fraternidad. En 1792 está en París y muy poco después de su llegada se le encomienda el comando de un cuerpo de ejército con el rango de General y parte para el frente del Norte. Combatió en los Países Bajos y en Bélgica junto a Dumouriez y a Felipe Igualdad. Con el mismo fino oído con que seguía las sinfonías de Haydn, o los versos de Racine, oía y distinguía el bronco coro de los duelos de artillería que encendían la noche de murallas y campanarios de las viejas villas flamencas. Era de entonces el sable corvo, el aro en la oreja, la casaca azul con alamares de oro y la cabellera empolvada recogida en un lazo. Era toda una nueva vida que se le abría ante las variables e ilimitadas posibilidades. La gloria, el poder o el patíbulo. Es el contertulio de los hombres y las mujeres más famosos de la hora. Vive rodeado de libros y obras de arte, con el mejor vino y los mejores cocineros. Madame de Staël lo lleva a su salón como la más extraordinaria de las curiosidades. El joven Bonaparte le mira con antipatía. Allí pudo decidirse para siempre aquella vida para quedar como un nuevo y glorioso hijo adoptivo de la Francia republicana o para concluir bajo la cuchilla relampagueante de la guillotina.


Pero aun en aquella hora tan auspiciosa y embriagante, bajo su uniforme de General de la Revolución, a la cabeza de las tropas del pueblo o en los dorados salones de París no olvida ni un momento su empresa, como lo declara en aquella misma hora a su amigo el conde Varonzov: «Que yo me haya unido a los defensores de la libertad no debe extrañaros, puesto que sabéis que es mi divinidad favorita y que me consagré a su servicio mucho antes que la Francia hubiera pensado en ello. Pero lo que me ha decidido con más fuerza es la esperanza de poder un día ser útil a mi pobre patria, que yo no puedo abandonar».


Dos años después, salvado por milagro de la guillotina, está de nuevo en Londres con el mismo desesperado empeño de obtener ayuda para la Independencia. Su casa es el centro de toda la actividad revolucionaria hispanoamericana. Allí llegan los mensajes confidenciales, los emisarios sigilosos, los miembros de las sociedades secretas, los impresos, las proclamas. El ex jesuita Viscardo y el joven Riquelme, que ha de ser en la gloria Bernardo O’Higgins. Él teje su inmensa ola de esperanzas y golpea tesoneramente a las puertas de ministros y generales con su inagotable fe.


Fue entonces la hora de la desesperada y solitaria tentativa. Solo iría, si no querían darle ayuda, a llamar a su pueblo a la libertad o a ofrecerse en holocausto. Con escasos recursos y limitadas posibilidades vuelve a los Estados Unidos. Encuentra demasiada cautela para ayudarle, pero aquel hombre de cincuenta y seis años, serenamente decidido al sacrificio final, no se arredra. Es la expedición del «Leandro», que es el viaje de los Argonautas y también el descenso al reino de los muertos de nuestra mitología política. El viaje de los Argonautas porque allí iba a encontrarse y a nacer el inmortal vellocino de oro, azul y rojo que ha sido y ha de ser nuestra bandera mientras exista Venezuela. Y el viaje al reino de los muertos, porque la heroica tentativa se estrella ante la hostil indiferencia de los criollos. No hay una mano que se le tienda para empuñar un arma, sino soledad enemiga y repudio para el hombre que después de treinta años de tenaz faena en la ausencia viene a ofrecerles el milagroso don de la libertad. En el fracaso de la expedición del «Leandro» ha podido terminar la trágica e inmortal aventura de Francisco de Miranda, pero el moribundo de La Carraca bien podía recordar que lejos de ser así fue entonces cuando comenzó lo más duro y decisivo de su largo combate.


Ha vuelto a Londres, a los libros y a la actividad conspirativa. Correos, instrucciones, mensajes, van y vienen. Hay quejas y recriminaciones, pero no desesperanza. No ha terminado la jornada. Estaban allí con él todavía su indomable voluntad y una mujer fiel.


En la larga velada de la agonía hay también una mujer junto al moribundo, la monja enfermera que le habría de cerrar los ojos. Pensaría, acaso, que en todas las ocasiones y en formas muy diversas, nunca faltaron en su vida. Americanas ingenuas, complicadas «ladies» londinenses, rusas caprichosas, escandinavas de fuego, apacibles holandesas, inquietas italianas y refinadas francesas. En sus papeles de viajes estaban los billetes de amor, las aventuras nocturnas, los adulterios galantes, las artificiosas «liaisons» al eco de la tertulia chisporroteante de los salones de París. En los dos extremos de lo más hondo e inviolado de su sensibilidad y su ternura de hombre andariego pudieron haber quedado, entre todas, dos mujeres muy distintas. Aquella maravillosa marquesa Delfina de Custine, toda gracia y refinamiento, toda espíritu y voluptuosidad, flor increíble de la ruina del Antiguo Régimen y de la charca de la guillotina, que lo amó con la más completa profundidad de carne y espíritu, sin que pudieran ambos llegar a olvidarse nunca. Y luego, segura, confiable, doméstica, señora de la casa, del reposo, de los libros y del sosiego, aquella Sarah Andrews, que estuvo a su lado en los años culminantes de su trágica aventura, que le dio dos hijos que iluminaron sus años finales con alegres promesas: Leandro y Francisco, que guardó con imperturbable fidelidad, su casa, sus libros y su memoria y a la que él llama, con cierto pudoroso remordimiento, en su ultima voluntad: «Mi fiel ama de llaves». Sin duda, ama de las llaves de su paz y de su intimidad. Pero en aquella hora todas estaban lejos o lo habían precedido en el viaje sin regreso. Las temblorosas manos de la monja fueron en aquella hora las dulces y tiernas manos de todas las mujeres de su vida.


Cuando menos podría haberlo esperado, la larga y paciente labor tuvo su más inesperado y favorable cambio. El 19 de abril de 1810 aquella Caracas que parecía dormida, despierta con fiereza y decisión, depone al Gobernador español y asume su autonomía. Había ocurrido al fin el gran hecho.


A la casa de Grafton Street llegan las nuevas jubilosas. El caballero del irrenunciable ideal se vuelve a encender de entusiasmo juvenil. Todos los reveses y las desesperanzas parecen olvidados.


En el mes de julio de 1810 llegan a aquella sala, que presiden los bustos de Homero y de Sócrates, tres enviados de la Junta de Caracas que vienen a tratar de obtener el apoyo del gobierno inglés. Dos de ellos tienen menos de treinta años y miran con viva curiosidad al fabuloso caballero que les tiende los brazos. Se llaman Simón Bolívar y Andrés Bello. Aquella conjunción increíble había sido señalada como para marcar la hora cenital del nacimiento de Venezuela. En el recato de aquella sala de Londres se oyó hablar a Venezuela por las tres voces más altas e imperecederas que podían representarla ante la historia universal.


El gran clímax de la prometeica aventura se acerca. Viene el regreso a Caracas, después de cuarenta años de ausencia. La curiosidad y la desconfianza surgen a su alrededor con sombría y constante presencia. Es demasiado grande aquel hombre para las aldeanas mezquindades de la pequeña villa, viene de demasiada historia y de demasiada leyenda para que pueda inspirarles confianza, sabe y habla de todas las cosas y ha estado en todos los grandes acontecimientos. Es el contertulio de Washington y de Napoleón el que viene a sentarse incómodamente en el comadreo de rencillas de los mantuanos.


Va al Congreso Constituyente y deslumbra con su sabiduría y su elocuencia. No hay un solo venezolano que pueda disputarle su grandeza, sus servicios eminentes y sus títulos a la autoridad, sin embargo, cuando se va a elegir el primer Gobierno Colegiado, no hay para Miranda ninguno de los tres puestos. No le quedará sino decir con amargura: «Me alegro de que haya en mi tierra personas más aptas que yo para el ejercicio del Supremo poder».
No lo iban a llamar sino en la hora de las desesperadas dificultades. Cuando a la sombra de instituciones inadecuadas cundiera la anarquía y el caos social en todo el territorio, cuando bisoños oficiales a la cabeza de tropas colecticias no supieran organizar ni utilizar sus fuerzas, cuando el tesoro se halle en ruinas y la confianza pública trepide, cuando aparezca el fantasma del terror en los campos y todos tiemblen ante la inseguridad de la hora, se acordarán de él para pedirle que se ponga a la cabeza de un ejército inexistente, para que organice un Estado que no existía sino en el papel de la Constitución y para que enfrente con buen éxito la más formidable combinación de circunstancias adversas. Ni Venezuela lo podía entender, ni él podía comprender y encaminar aquella sociedad caótica que bullía desorientada a su alrededor. En la soledad de las largas veladas del campamento veía llenarse de sombras el porvenir y borrarse la imagen esplendorosa de aquella Colombia ideal, patria de la justicia y del bien.


Lo que le queda entonces es la capitulación burlada, el desmoronamiento de la resistencia y la desmoralización de la derrota. La otra madrugada del 31 de julio de 1812, cuando lo llaman en el sueño para anunciarle que sus propios oficiales lo detienen. Se levanta sereno e impasible; con su mano izquierda alza el brazo en que Soublette lleva una lámpara, para iluminar la triste escena.
Contempló a cada uno de los circunstantes y dijo: «Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche». Más que un gesto de profundo desengaño, era la voz del oráculo que anunciaba los tormentosos anales de nuestra larga desunión civil. En el fondo de la conciencia venezolana resuena y debe resonar para siempre aquella voz que en la más trágica hora de su existencia condenaba y maldecía la anarquía estéril, la violencia estúpida y el desacato a las instituciones y a la autoridad legítima.


El resto fueron prisiones, grillos y el amargo esperar. De la prisión de San Carlos en La Guaira, al fuerte de San Felipe en Puerto Cabello, a la fortaleza del Morro en Puerto Rico y, por último, en noviembre de 18 14, a las Cuatro Torres del Arsenal de La Carraca. Cuatro años de larga, aherrojada e insufrible agonía que llegan a su fin en aquella hora de la alta madrugada del 14 de julio de 1816.


Allí expira a la una y cinco minutos y apenas muerto lo llevaron con colchón y pertenencias a la fosa sin nombre y quemaron cuanto pudo quedar de él.


Pero nada podía haber terminado allí. Se engañaban los carceleros y los centinelas. Se les había fugado el prisionero, el peligroso reo de Estado. El alba del día inmortal iba a iluminar más allá de los ásperos muros de la prisión al vasto Atlántico y a alcanzar las llanuras y los montes del Nuevo Mundo, de la Colombia ideal, donde flotaba su bandera, donde veinte naciones mirarían con veneración como el iniciador y precursor de su libertad a aquel mismo Francisco de Miranda, que parecía haber muerto tan solo.


Aquí está el Congreso de Venezuela, aquí está el pueblo que él sirvió, aquí está viva la bandera que él nos trajo y aquí está presente, ejemplar y señero, Francisco de Miranda, Generalísimo del compromiso de gloria y de grandeza que fue y que tiene que ser Venezuela.


Arturo Úslar Pietri, 14 de julio de 1966

lunes, septiembre 17, 2007

Cuaderno de Holanda de Arturo Úslar Pietri

Foto de Don Arturo Úslar Pietri, en su biblioteca privada
Arturo Úslar Pietri (Caracas, Venezuela, 16 de mayo de 1906- Caracas, Venezuela, 26 de febrero de 2001) Humanista latinoamericano, Premio Príncipe de Asturias (Letras) 1990



CUADERNO DE HOLANDA

“El tren se desliza en la noche enhebrando estaciones iluminadas. Pasan chimeneas encendidas y campos borrados. No nos detenemos. Pasan aduaneros en el vagón, revisores, criados que anuncian que la comida está servida.
No sé, ahora dónde estoy. En Francia, en Bélgica o ya en Holanda. Los avisos entrevistos en las estaciones fugaces están en alguna lengua totalmente ajena. Un cartel iluminado tiene la torre Eiffel y la palabra Parijs. ¿De dónde ha salido esa jota que se atraviesa en la palabra para arrebatármela y enajenármela?
Llegamos a un Amsterdam nocturno. Techos puntudos, que no suben muy alto, faroles que se reflejan en la calle mojada, calle mojada que se encoge en un puente, para pasar sobre un canal; tiendas iluminadas, torres solitarias y la presencia del agua en todas sus partes.
Del paseo nocturno, breve; voy al sueño del hotel. Por la mañana recibo a Amsterdam en la luz. Una acumulación de techos oscuros, de los que sobresalen algunas torres, algunas agujas, algunas masas de follaje. Sobre los techos bajos el cielo se abre alto y profundo, pintado en azul tímido, entre muchas manchas de nubes.
Por la calle van espesas manadas de bicicletas. Todo el mundo rueda y sube y baja por los puentes, como por un inacabable y recomenzado tobogán. Abundan los cabellos rojos, los ojos menudos y azules como cuentas y las gruesas personas.
Mientras el automóvil me lleva al museo, al primer museo de mi peregrinación, veo desfilar el otro museo vivo de la calle. Las vitrinas son como grandes bodegones acumulados, la fila de barcazas cubre el borde de los canales. Muchas son mercados de flores flotantes. Trechos enteros de la orilla están cubiertos de los tiestos de flores. Más adelante están las frutas.
Todo parece pulido y limpio. Las baldosas relucen. Las barcas están recién pintadas. Los tranvías pasean sus impecables vidrios y sus lustrados costados verde oliva. Las viejas piedras y los viejos ladrillos de las casas se ven nítidos. Es como si con la noche hubiera pasado sobre la ciudad una legión invisible y silenciosa de barrenderos, frotadores, deshollinadores, pulidores y gruesas criadas de escoba y cubo, sobre sus zuecos de faena casera. Acaban de dejarnos la ciudad limpia, fresca de bruma, y en orden hasta la nueva noche. (…)”

Arturo Uslar Pietri. En: El Globo de Colores, Monte Ávila Editores. 1991.

domingo, septiembre 16, 2007

Un texto de Déborah Cordero

Licenciada en Contaduría Publica (UCAB, 1985)
Postgrado en Sistemas de Información Gerencial (UCAB, 1987)
Diplomado en Liderazgo Financiero en Educación Superior (Tecnológico de Monterrey y Universidad de Hardvard, 2001)
Miembro del taller de poesía de la Escuela de Letras de la UCAB (2003-2004/2004-2005)
Es parte del equipo rectoral de la UCAB
Tiene publicado un libro bajo el sello de la editorial "La Casa Tomada" titulado "Fisuras" (2006)



VI

(Para M.M.L)

Su carne
lejana

sus sueños
incendiándose


su existencia
levitando sobre ti
esperando el alba
y a los duendes
que habitan en tus ojos

desde ellos
irá al bosque
danzando como espiga
burlando soledades

llegarás al tiempo que construye

ella aguarda.


Déborah Cordero

sábado, septiembre 15, 2007

Un texto de Rimbaud




Arthur Rimbaud
Poeta francés

1854-1891



SUEÑO PARA EL INVIERNO


a ella...


En el invierno viajaremos en un vagón de tren

con asientos azules.

Seremos felices. Habrá un nido de besos

oculto en los rincones.

Cerrarán sus ojos para no ver los gestos

en las últimas sombras,

esos monstruos huidizos, multitudes oscuras

de demonios y lobos.

Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño...

un beso muy pequeño como una araña suave

correrá por tu cuello...

Y me dirás: «¡búscala!», reclinando tu cara

-y tardaremos mucho en hallar esa araña,

por demás indiscreta.



Arthur Rimbaud

miércoles, septiembre 12, 2007

Un poeta llamado Jim



JAMES DOUGLAS MORRISON

(JIM MORRISON)
Melborne , Florida, USA 08-12-1943
París, Francia 03 - julio - 1971
Cantante, cineasta, poeta
vocalista de The Doors
Poseía un coficiente intelectual de 149
Publicó tres libros de poemas de elevado lirismo y singularidad: The Lords (Los Dioses), The New Creatures (Las Nuevas Criaturas), An american prayer (Una oración americana).
Su tumba en el cementerio Père- Lachaise de París (división 16) es una de las más visitadas del mundo.
«Si las puertas de la percepción permanecieran abiertas, todo aparecería ante el hombre tal cual es, infinito». William Blake




LIGHT MY FIRE




martes, septiembre 11, 2007

Una pequeña muestra del poder de Santana

Carlos Santana, (Autlán de Navarro, Jalisco, México, 20 de julio de 1947)




SOUL SACRIFICE VERSION 2002



SOUL SACRIFICE WOODSTOCK 69



domingo, septiembre 09, 2007

El arte de Dolores



Hace 07 años sus fanáticos pensábamos que todo había acabado, que la líder de los irlandeses más agresivos que la historia del planeta haya conocido desde los Kennedy, ya no volvería; pero ella venció a la muerte que la visitó disfrazada de tumor cerebral.


Hoy Dolores O´Riordan vuelve al ruedo, en solitario. Aquí dos videos de su presentación en directo el 23 de agosto a las 21: hrs, en Santiago de Chile. Como siempre , super puntual y explosiva! Salve Dolores!


ZOMBIE (EN DIRECTO SANTIAGO, CHILE 23 -AGO -2007 21 hrs)

ODE TO MY FAMILY (EN DIRECTO SANTIAGO, CHILE 23 AGO 2007 21 hrs)


Ciao Luciano!



Una canción que se rebela en contra de lo que no debemos permitir. Una canción, quizás la más hermosa canción que se haya escrito y un hecho sorprendente, un concurso de belleza.

Una ciudad en ruinas, en llamas. Una ciudad que había sido sede de juegos olímpicos de invierno, una ciudad en guerra.

La iniciativa de la gente llamando la atención del mundo y dos hombres tratando con su arte de salvar a millones: Bono Y Pavarotti

(OBSERVA EL VIDEO ORIGINAL)



Canción: Miss Sarajevo


Compositor: Bono/Adam Clayton/The Edge/Brian Eno/Larry Mullen, Jr.
Intérprete: U2/Pavarotti


Hay momentos para mantener la distancia
Momentos para volver la vista a un lado
Hay momentos para bajar la cabeza
Para continuar con tu día

Hay momentos de rimel y pintalabios
Momentos para un corte de pelo
Hay momentos para ir de tiendas
Para encontrar un vestido adecuado

Aquí llega, todas las cabezas vueltas
Aquí llega, a recoger su corona

Hay momentos para refugiarse
Momentos de besos y confidencias
Momentos para distintos colores
Distintos nombres difíciles de pronunciar

Hay momentos para primeras comuniones
Momentos para escuchar la canción del verano
Hay momentos para girarse hacia la Meca
Momentos para convertirse en reina de belleza

Aquí llega, la belleza hecha payaso
Aquí llega, surrealista con su corona

[Pavarotti]
Dici che il fiume trova la via al mare
Che come il fiume giungerai a me
Oltre i confini e le terre assetate
L'amore giungerà, l'amore
E non so più pregare
E nell'amore non so più sperare
E quell'amore non so più aspettare.

[Traducción en castellano]
Dicen que como el río encuentra el camino al mar
Como el río vendrás a mí
Más allá de fronteras y tierras áridas
El amor llegará, el amor
Yo ya no puedo rezar más
Ni puedo creer más en el amor
Ni esperar más al amor

[Bono]
Hay momentos para poner lazos de regalo
Momentos para árboles de Navidad
Hay momentos para poner la mesa
Cuando nos aguarda una fría noche


Canción: Miss Sarajevo
Compositor: Bono/Adam Clayton/The Edge/Brian Eno/Larry Mullen, Jr.
Intérprete: U2/Pavarotti

Is there a time for keeping your distance
A time to turn your eyes away.
Is there a time for keeping your head down
For getting on with your day.

Is there a time for kohl and lipstick
Is there time for cutting hair
Is there a time for high street shopping
To find the right dress to wear.

Here she comes, heads turn around
Here she comes, to take her crown.

Is there a time to run for cover
A time for kiss and tell.
A time for different colours
Different names you find hard to spell.

Is there a time for first communion
A time for East 17
Is there time to turn to Mecca
Is there time to be a beauty queen.

Here she comes, beauty plays the clown
Here she comes, surreal in her crown.

[Pavarotti]
Dici che il fiume trova la via al mare
Che come il fiume giungerai a me
Oltre i confini e le terre assetate
L'amore giungerà, l'amore


E non so più pregare
E nell'amore non so più sperare
E quell'amore non so più aspettare.

[Traducción en inglés]
You say that the river finds the way to the sea
And as the river you'll come to me
Beyond the borders and the thirsty lands
Love will come, Love
And I cannot pray anymore
And I cannot hope in love anymore
And I cannot wait for love anymore

[Bono]
Is there a time for tying ribbons
A time for Christmas trees
Is there a time for laying tables
When the night is set to freeze






sábado, septiembre 08, 2007

Esta sombra que nos habita



Esta sombra que nos habita es un libro de poesía de Miguel Marcotrigiano Luna, (Caracas, 1963) Licenciado en letras (UCAB) escritor, poeta y profesor universitario venezolano.

Presentamos la lectura de algunos textos en el siguiente video, realizado por Vega Sánchez, en la ciudad de Salamanca, España.

Se recomienda la lectura de Ocurre a Diario (Poesía reunida) de Miguel Marcotrigiano Luna, publicado en 2006 por la Dirección de Cultura del CONAC y Ediciones Mucuglifo






jueves, septiembre 06, 2007

Un texto de Girondo

Oliverio Girondo
Poeta argentino, (Buenos Aires, 1891- 1967)




Espantapájaros





No se me importa un pito que las mujeres


tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;


un cutis de durazno o de papel de lija.


Le doy una importancia igual a cero,


al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco


o con un aliento insecticida.


Soy perfectamente capaz de soportarles


una nariz que sacaría el primer premio


en una exposición de zanahorias;


¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
- no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.


Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!


Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,


tan locamente, de María Luisa.


¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo


y sus miradas de pronóstico reservado?


¡María Luisa era una verdadera pluma!


Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,


volaba del comedor a la despensa.


Volando me preparaba el baño, la camisa.


Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...


¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando,


de algún paseo por los alrededores!


Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.


"¡María Luisa! ¡María Luisa!"... y a los pocos segundos,


ya me abrazaba con sus piernas de pluma,


para llevarme, volando, a cualquier parte.


Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia


que nos aproximaba al paraíso;


durante horas enteras nos anidábamos en una nube,


como dos ángeles, y de repente,


en tirabuzón, en hoja muerta,


el aterrizaje forzoso de un espasmo.


¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,


aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!


¡Que voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...


la de pasarse las noches de un solo vuelo!


Después de conocer una mujer etérea,


¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial


entre vivir con una vaca o con una mujer


que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?


Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender


la seducción de una mujer pedestre,


y por más empeño que ponga en concebirlo,


no me es posible ni tan siquiera imaginar


que pueda hacerse el amor más que volando.


Oliverio Girondo

miércoles, septiembre 05, 2007

Desde los Afectos

Poeta Uruguayo
(Paso de los Toros, 14 de septiembre de 1920)




Desde los Afectos


¿Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo?


Que uno sólo tiene que buscarlo y dárselo.


Que nadie establece normas salvo la vida.


Que la vida sin ciertas normas pierde forma.


Que la forma no se pierde con abrirnos.


Que abrirnos no es amar indiscriminadamente.


Que no está prohibido amar.


Que también se puede odiar.


Que el odio y el amor son afectos.


Que la agresión porque sí, hiere mucho.


Que las heridas se cierran.


Que las puertas no deben cerrarse.


Que la mayor puerta es el afecto.


Que los afectos nos definen.


Que definirse no es remar contra la corriente.


Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja.


Que buscar un equilibrio no implica ser tibio.


Que negar palabras implica abrir distancias.


Que encontrarse es muy hermoso.


Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida.


Que la vida parte del sexo.


Que el "por qué" de los niños tiene un por qué.


Que querer saber de alguien no es sólo curiosidad.


Que para saber todo de todos es curiosidad malsana.


Que nunca está de más agradecer.


Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo.


Que nadie quiere estar solo.


Que para no estar solo hay que dar.


Que para dar debimos recibir antes.


Que para que nos den también hay que saber como pedir.


Que saber pedir no es regalarse.


Que regalarse es en definitiva no quererse.


Que para que nos quieran debemos demostrar qué somos.


Que para que alguien sea hay que ayudarlo.


Que ayudar es poder alentar y apoyar.


Que adular no es ayudar.


Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara.


Que las cosas cara a cara son honestas.


Que nadie es honesto porque no roba.


Que el que roba no es ladrón por placer.


Que cuando no hay placer en las cosas no se está viviendo.


Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte.


Que se puede estar muerto en vida.


Que se siente con el cuerpo y la mente.


Que con los oídos se escucha.


Que cuesta ser sensible y no herirse.


Que herirse no es desangrarse.


Que para no ser heridos levantamos muros.


Que quien siembra muros no recoge nada.


Que casi todos somos albañiles de muros.


Que sería mejor construir puentes.


Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve.


Que volver no implica retroceder.


Que retroceder también puede ser avanzar.


Que no por mucho avanzar se amanece cerca del sol.





Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida.


Mario Benedetti

martes, septiembre 04, 2007

Un texto de Juan Calzadilla

Juan Calzadilla (Altagracia de Orituco, estado Guárico, Venezuela. 1931)
Poeta y crítico de arte venezolano


Los materiales

Consejo para un joven poeta
Utiliza todo, la tapa de la alcantarilla,
la luna en el agua del retrete mirándose a solas,
la flor marchita en el pico de la manguera del extinguidor de incendio.
No dejes nada afuera: ni el hecho frotado con las yemas
de los dedos sobre el mostrador de vidrio
ni las moscas de los cubiletes de hielo dos noches después de la borrachera
ni la voz que sólo se extingue cuando apagas la radio.
Ni el portazo a medianoche frente a la calle
como boca de lobo sobre cuyo muro ciego imprimes
dando manotazos tus desafueros, tus penas
y las coces de tu grafitti que blasfema.

Juan Calzadilla

lunes, septiembre 03, 2007

Un texto de Eguren


José María Eguren Rodríguez
(Lima, Perú, 07 de julio de 1874 – Lima, 19 de abril de 1942).
Su obra se considera parte del movimiento del postmodernismo literario y muestra una influencia de la poesía simbolista Europea. En sus trabajos sugiere ambientes irreales cargados de significaciones, liberando al poema de toda connotación objetiva.




Los muertos


Los nevados muertos,
bajo triste cielo,
van por la avenida
doliente que nunca termina.

Van con mustias formas
entre las auras silenciosas,
y de la muerte dan el frío
a sauces y lirios.

Lentos brillan blancos
por el camino desolado.
y añoran las fiestas del día
y los amores de la vida.

Al caminar los muertos una
esperanza buscan:
y miran sólo la guadaña,
la triste sombra ensimismada.


En yerma noche de las brumas
y en el penar y la pavura,
van los lejanos caminantes
por la avenida interminable.


José María Eguren Rodríguez

domingo, septiembre 02, 2007

Dos textos de Gutiérrez Plaza



Gutiérrez Plaza Arturo, Pasado en limpio. Equinoccio, Ediciones de la Universidad Simón Bolívar - bid & Co. editor, Caracas. (2006)

Arturo Gutiérrez Plaza (1962) es ingeniero en computación (USB), magíster en Literatura Contemporánea (USB) Fue director general del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) entre 1995 y 2000. Fue becario del Programa Internacional de Escritores de la Universidad de Iowa (Estados Unidos) en 1997. Es profesor del Departamento de Lengua y Literatura de la USB, donde ha sido director de Extensión Universitaria y decano de Extensión. Actualmente cursa estudios doctorales en Lenguas Romances en la Universidad de Cincinnati, USA. En 1995 obtuvo el Premio Mariano Picón-Salas con el libro Propósito común. En 1999 obtuvo el Premio Hispanoamericano de Poesía Sor Juana Inés de la Cruz, con Principios de contabilidad (México: Conaculta, 2000).



Persistencia

En las gotas de una ducha siempre fría.
En la sombra inquieta de las hojas que caen.
En la mirada extraña de algunos peces.
En la cucharilla que espera el azúcar del té.
En unas llaves que aguardan.
En la página faltante de esta libreta.
En el rollo de fotos que nunca tomé.
En el canto de algunas monedas.
En el silencio que queda
cuando ya se han ido las hormigas.
Allí he dejado recados.
He insistido en una buena recompensa.


Arturo Gutiérrez Plaza


Signos


Hay quien besa con los ojos abiertos,
quien respira después de pensar,
quien sube las escaleras y cuenta
de dos en dos los peldaños impares.

Del mismo modo, hay días
esdrújulos y sin tilde
que ignoran toda regla de acentuación;
días en que el agua es ajena a la sed;
días engendrados en madrugadas premonitorias
de insomnios inútiles y sin lámparas.
Amaneceres en que el cielo
es una hoja dubitativa
y las nubes, signos movedizos,
dotados de una enigmática elocuencia
anterior a la soberbia
del calígrafo y las palabras.

Arturo Gutiérrez Plaza

sábado, septiembre 01, 2007

SUBTERRÁNEO

Melero Leonardo, Subterráneo. Editorial La Casa Tomada, Caracas. 45 pp. (2006)


LIBRERIAS EN LAS QUE SE PUEDE ADQUIRIR SUBTERRÁNEO EN LA CIUDAD DE CARACAS


EL BUSCÓN


1. Centro Comercial Paseo Las Mercedes, Nivel Trasnocho.
2. Tlf. (0212) 9938242
3. Librero: Katyna Henríquez

TEMPLO INTERNO

1. Centro Plaza, Nivel 5, Los Palos Grandes
2. Tlf. (0212) 2852164
3. Librero: Alexis Romero

NOCTUA
1. Centro Plaza, nivel 4, Los Palos Grandes.
2. Tlf.: 2856677
3. Librero: Andrés Boersner

ALEJANDRÍA II

1. Centro Comercial Paseo Las Mercedes
2. Tlf. (0212) 9910546- 9936966
3. Librero: Rodnei Casares


PENSUM

1. Universidad Católica Andrés Bello, módulo 5, pb
2. Tlf. (0212) 407 41 90/ 41 92
3. Librero: Ander Amenábar


CONTACTO: