sábado, agosto 07, 2010

SÓLO AL FONDO DEL FUROR


 Sólo al fondo del furor...


I


Sólo al fondo del furor. A Ella, que burla mi carne, que


desvela mi hueso, que solloza en mi sombra.






A Ella, mi fuerza y mi forma, ante el paisaje.






Tú que no me conoces, apórtame el olvido.


Tú que resistes,


resplandor de un grito, piernas en éxtasis, yo te destruyo,


sangre amiga, enemiga mía, cruel lascivia.






Nuestras voces de bestias infieles trepando en una


habitación suntuosa sin puertas ni llaves.


Cuando me desgarra un soplo náutico de abejas, yo pierdo


tus óleos, tus imanes, una calesa de esteras en el vergel.






Mi Primera comunión es el hambre, las batallas.


¿Rueda mi frente en un aro,


saltan mis ojos sobre la nieve pacífica?


¿Florecen campanas melodiosas en un abismo de miedo?






Después, sin designio, el rocío extiende por el mundo su


gran nostalgia de húmedos halcones.






II


Arrastrado bajo yunques sin ruidos ni caricias


Otra vez otro instante


Sepárame las tablas de mi cuerpo, los despojos


Los despojos de mi alma


Hacia una bóveda de espanto, allí crece el caos.






Entonces se interpuso un revólver


Disparado al aire tres veces


Por los ebrios del amor.






Mi amiga íntima falleció hace tres años


Por tres balas lanzadas al aire.






Ella se vestía escandalosamente para asistir a un baile de


máscaras.


Ella jugaba una partida de póker en el momento fatal.






Recuerdo a mi amiga íntima.


Estoy seguro de haberla conocido hace trescientos años.


Y olvidarla ahora mismo.






Otra vez, otro instante,


Me inunda el halo de los espectros.






III


Al arrancarme de raíz a la nada


Mi madre vio, ¿qué?, no me acuerdo.


Yo salía del frío, de lo incomunicable.






Una mañana descubrí mi sexo, mis costados quemantes,


mis ráfagas de imposible primavera.


A la sombra del árbol


de mi gran nostalgia ya comenzarían a devorarme,


ya comenzarían.






Sabedlo tú, Ondina ondulante del mar y alga efímera


de la tierra.


Un hombre alto fue al cementerio


Espantó a un perro que ladraba


Su camisa de fuerza la estrangulaba


Cayó estrangulado.






Y yo he revelado su destino a todos mis amigos


A los que conozco sin saludar, a los que saludo


sin conocer.






Yo di muerte al estrangulado


A pesar de sus signos de indeleble fatiga.






Yo frisaba cinco años de vida


¿Me engendró una cigarra en el verano?






Era un día maldito.


Mi madre no logró reconocerme.






IV


Aún la perfección, las campanas trasquiladas.


Aún quien te subyuga, Oh tú, Huésped turbado, Tu máscara


desgarra, Tu dedo es un liviano ruiseñor.


Horada una llama oculta: Sobresale tu cuerpo,


tu pudor, tu vigilia.


Grandes herméticos antepasados míos levantan mi


corazón carnívoro de langosta.






Súbeme a la claridad. Soy un


simio abyecto que necesita perdón.


Un búfalo que desciende


en el huerto leproso


sobre la espalda encendida del arcoiris.






Súbeme a la claridad.






La noche es una isla perdida


en el viraje vertiginoso de tus


corpiños.






Cielo crispado del amanecer, Erizos


desplazados, altas cimas;


Tierra mía y rocío de los papagayos y follajes


fulminantes de las palomas siderales;


Extensos brazos


benevolentes;


y tú, rosa abierta, caída


contra el resplandor negro de mis deseos.






V


Yo atravesaba las negras colinas de un desconocido


país.


He aquí el espectáculo:


Yo era lúcido en la derrota. Mis antepasados me


entregaban las armas del combate.


Yo rehuí el universo por una gran injusticia.


Tú que me escoltas hacia una distante eternidad:


Oh ruego en el alba, cimas de luto, puertas que


franquean tajamares de niebla.


Salva mis huestes heridas, verifica un acto de


gracia en mis declives.


Pero, ¿qué veo yo, extenso en una maleza de tilos


imberbes? Un glaciar cae lánguido


en el césped.


El mármol se despide del hombre porque éste


es una estatua irreverente.






VI


Blandiendo un puñal de vidrio entre las sienes


Pasean los soldados, los herreros, las razas de color, las


mujeres melancólicas


Por los canales pardos del arcoiris, encallados a riberas


de bruma


A la aventura celeste de los cinematógrafos, al pequeño


monumento de las aves estelares.






Un sueño los hace distintos a la realidad


Un murciélago desconocido los hizo visibles a la vida.






Y después, ¿te acuerdas?


Yo me acuerdo


Tu madre subyugada por tu padre.


Y después, ¿te acuerdas?


Yo me acuerdo


Todas las madres del mundo subyugadas por todos los


padres del mundo.


Y después, ¿te acuerdas?


Yo me acuerdo


Todas las madres del mundo divorciadas de todos los


padres del mundo.






Y el primer día le daban palmaditas a tu hombro


Y el segundo día le daban palmaditas a tu vientre


Y el tercer día le daban palmaditas a tu frente


Y el cuarto día no tenías hombro


Y el quinto día no tenías vientre


Y el sexto día no tenías frente


Sino enigmas inválidos,


enigmas a flor de piel.






Tú seguías mi ruta: El diluvio de mis besos


a la deriva de la vía láctea


El ala colérica de mi sangre


Una bandada de rojos insectos roedores de tiniebla.






Tú me decías: «Encima del cielo hay una


encrucijada de bosques feéricos


Encima de la nieve está el cadáver taciturno de mi lengua


Y la magia del mundo en los brazos abiertos del amor».






Barcas bélicas de mis pies vegetales


Con una campana sumergida estrella del vino


Nombres extraños, ríos


glaciares, vertientes impalpables


caballos de franela con dos dedos de frente


Que una mujer desnude su alma


Su cuerpo y su alma


Al borde de los astros parpadeantes






Que construya a golpes martirizantes de olvido


Un fantástico jardín con salamandras ebrias.






Nada es tuyo, nada puede socavar tu sed terrestre


Nada es mío, sino perforación de muerte, sino escombros


indispensables para que negligentes, olvidadas fuerzas


orgánicas canten su iluminada redención.






Pan de leche de la luna, oscuro temblor de los cereales


Precipicios de nubes que ahogaron mi rostro dormido


entre las aguas






Declárame vacío en mi tregua, en mi locura


Declárame culpable.


El dedo perfumado del aire


Señala las orejas dementes del amor.






Tú frunces el ceño, tú eres honorable


tú escuchas música en los cañones de pólvora del


firmamento.






Cuando un navío silencioso corte en dos


el paisaje cruel de mis labios


Cuando se extingan mis vísceras


hallarán un grito perdido.


Las plumas perfumadas de un taciturno gavilán.


Un mundo hostil.


Un mundo desaparecido.


Encajes azules que flotaron a merced del lodo y la


lluvia


Un insecto en la mesa de los burgueses


Animales palurdos que arrastran sombríos catafalcos


Enigmas inválidos


Enigmas a flor de piel


Recuerdos de estrellas estériles


Negros túneles de dicha distraída


Perros domesticados


Perros de lujo, melancólicos y melifluos


Sobrevivientes sordas y difuntas melodías suspirando


un aire de tibia lavanda


Mientras mis sienes terrestres desconocen


Tu vestido de nácar


Donde no aparecen las llaves


Del Exterminio.






VII


¿Cuántas veces ahogado por tus brazaletes mágicos,


Las palmeras seniles de la lluvia me desatan?


Me extiendo sobre la fuente gris de un sollozo.


Las aguas en el sueño tienen otro ámbito más pleno.






¿Cuántas veces mi fidelidad es prisionera de tus ojos?






¿Hacia dónde su grito de mujer, Oh Noche, para


levantar en mí esta bóveda chorreante de sed, Mi


primitivo deseo?


Si su cuerpo es joven y tranquilo,


Ella se adelanta a mis párpados, con el salto de


un jaguar.


Pero Ella me conoce.


Y golpea con su sangre mis brazos;


La trompeta invisible de su luz: Lanzada en mi cenit.






Tú que huyes hacia un día de sol,


Escúchame.


Escúchame.


Este árbol no es un árbol.


Este muro no es un muro.






Entonces deslicé en mi boca, Los


pétalos dúctiles de tus senos.


Eso fue todo.


Como una antorcha que ardía y ardía bajo la


Hierba.



JUAN SÁNCHEZ PELÁEZ


De "Elena y los elementos" 1951

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