Manuel Vilas nació en Barbastro, Huesca, España, en 1962. En la actualidad reside en Zaragoza.
MACDONALD'S
"Estoy en el MacDonald's de la Plaza de España de
[Zaragoza,
haciendo la cola gigantesca,
con los ojos clavados en los carteles de los precios,
el dinero justo en la mano derecha,
billetes arrugados.
Estoy ahora en el piso subterráneo, arriba fue imposible.
Estoy sentado al lado de un niño negro que tiene en su
[mano
una patata amarilla untada de ketchup muy rojo:
Santísima bandera del otro mundo, el niño negro que
[resplandece,
mi hermano ciego.
El niño está solo, no bebe,
no le llega para la Cocacola, sólo patatas.
Sólo patatas, sólo patatas, esa desgracia,
esa soledad idéntica a la mía
no lo entiendes?, sólo le llega para las patatas,
y está sentado, quieto,
en su trono, la negritud y el niño,
en el tron, allá, allá, en ese trono radiante.
MacDonald's siempre está lleno.
Es el mejor restaurante de Zaragoza,
una alegría despedazada nos despedaza el corazón:
Por tres euros te llenan las cajas, de vasos de plástico, de
[bolsas,
de pajitas, de bandejas.
Es el mejor restaurante del mundo.
Es un restaurante comunista.
Rumanos, negros, chilenos, polacos, cubanos, yo mismo,
aquí estamos, abajo, al lado de un muñeco,
al lado de un cartel que dice "I'm lovin' it".
Tengo una bota encima de un
[charco
de un helado de nata deshecho. Miro la nata comerse el
[tacón de mi bota.
Una nata blanca, despedazada.
Arde el sol sin tiempo, bulle la mano sucia.
A mi lado, un niña de veinte años le dice a un tío de
[diecisiete
que no le importaría hacérselo con él. Con él, con él, un eco
[negro.
Y ríen y tragan patatas fritas.
Y yo trago patatas fritas.
Y dos maricas están enfrente comiéndose
la misma hamburguesa goteante,
cada boca en un extremo, y se manchan y
se muerden.
Y tragan patatas fritas. Y se besan. Y se tocan.
Y se despedazan.
En Londres, en París, en Buenos Aires,
en Moscú, en Tokio,
en Ciudad del Cabo, en Tucson, en Praga,
en Pekín, en Gijón,
somos millones, la tarde harapienta,
el dolor en el cerebro, la comida,
millones en miles de subterráneos esparcidos
por la gran tierra de los hombres.
Estoy en paz aquí con todo: barata la carne, barata la vida,
baratas las patatas.
Me siento Lenin. Soy Lenin, el marica inusitado,
el gran hereje, el loco supremo,
el hijo de la última mano miserable que tocó
el monstruoso corazón del cielo.
Si Lenin volviera, MacDonald's sería el sitio,
el palacio sin luna,
el gueto de las reuniones clandestinas.
Algo importante está sucediendo
en este subterráneo del MacDonald's
de la Plaza de España de Zaragoza,
pero no sé qué es.
No lo sé.
De un momento a otro, vamos a arañar la felicidad:
el niño negro, los novios, el muñeco, la nata en el suelo, mis
[botas.
Botas nuevas, de piel brillante, con la punta afilada en señal
[de muerte.
En MacDonald's, allí, allí estamos.
Carne abundante por tres euros."
Manuel Vilas
Un Comentario acerca de Mc Donald´s de Manuel Vilas:
Abstraerse en un Mc Donald´s:
Abstraerse en un Mc Donald´s y atreverse a escribir lo que pasa a alrededor, sólo puede hacerlo alguien brillante, reflejar el contraste de colores y sugerir un análisis socio-político es más talentoso.
Tratar de realizar una antropología de los comensales de Mc Donald´s puede devenir en una labor harto compleja, tratándose de un restaurant global en el que se difuminan las fronteras y todos los que en esa cadena interactúan, se convierten en habitantes de ese mundo fantástico en el que Ronald funge como principal anfitrión.
La descripción del lugar es fenomenal, empezando desde el mismo momento en el que se consulta el cartel de precios - por si acaso un susto - con los billetes en la mano –en la derecha- y señala lo arrugados de los billetes ¿quién tiene los billetes arrugados? Alguien que no tiene billetera, alguien que pasa por un momento interno muy fuerte o ha pasado mucho trabajo para juntar la cantidad necesaria.
Luego, ese juego cromático –que nos recuerda a ratos a Playa Girón de Silvio Rodríguez “hombres negros y rojos”- el cual nos advierte de la precariedad del niño, la grandeza de la ketchup y lo abarrotado del lugar, aunque la soledad campea a su gusto por el restaurante y luego, haber tenido que buscar refugiarse en el subterráneo, como lo llama.
El mejor restaurante, (con sus cuatro principios emblemáticos: calidad, servicio, limpieza y valor) un restaurante comunista, así lo llama Vilas, quizás sea así; aunque parezca paradoja, Quizás sea Ronald y toda la plusvalía que generan sus transacciones las que nos vinculen a esa mala palabra llamada comunismo, donde todos tenemos un menú global, aderezado a veces por localismos culinarios, quizás su sonrisa –la de Ronald- a modo de Monna Lisa y su mano estirada al mejor estilo del tío Sam, no sean expresión de "La Fase Superior del Capitalismo" como la denominó Lenin, sino la aplicación fidedigna del mismísimo "Capital" de Marx.
"¡Cosas veredes, Sancho que no creredes!", decía el Quijote y pareciera que esa comida que podemos encontrar tanto en Oranjestad como en Tel Aviv, pasando por Beijing y Moscú es la viva expresión de un mundo de iguales, donde por poco precio, todos disfrutan de ese menú planificado realizado de manera industrial bajo unos parámetros específicos y todos - los negros, los maricos, los rubios, los pobres, los acaudalados, los empresarios, los comunistas, las meretrices, los bienaventurados, los felices, los infelices, los gordos, los flacos, los bellos, los feos, los sanos, los enfermos - como bien señala el poeta arañamos la felicidad, no importa si nuestras botas se encharcan en un helado de nata deshecho.
Muy buen trabajo el que nos presenta Vilas ¡ojalá tengamos oportunidad de toparnos con él en uno de los resturantes de la corporación y compartir un rico sundae acompañado de unas papitas fritas y una hamburguesa goteante!
Leonardo Melero
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