viernes, abril 06, 2007

BAUTIZO DEL LIBRO "LA IMAGEN, EL VERBO"

MOMENTO DEL BAUTIZO DE "LA IMAGEN, EL VERBO"

(Aparecen de izquierda a derecha: Los poetas Victor Alarcón, Adalber Salas, Santiago Lozada, Leonardo Melero, Déborah Cordero y Franco de Paola, los acompaña el Dr. Carlos De Armas, representante de publicaciones UCAB)

POETAS ANTOLOGADOS EN EL LIBRO "LA IMAGEN, EL VERBO"

(De izquierda a derecha, los poetas: Franco de Paola, Santiago Lozada, Déborah Cordero, María Victoria Moreno, Francisco Catalano, Raúl Marval, Leonardo Melero, Adalber Salas, Bárbara Flores, Victor Alarcón)





AFICHE DE INVITACIÓN AL BAUTIZO DE "LA IMAGEN, EL VERBO" EN LA UCAB, EL 15 DE MARZO DE 2007
Acerca de: “ La imagen , el verbo”
Por Miguel Marcotrigiano Luna
http://ocurreadiario.blogspot.com/


"La imagen, el verbo es la primera antología del Taller de poesía de la Escuela de Letras de la UCAB que aparece bajo la forma de libro.
Antes, con la tutoría de Leonardo Padrón, había visto luz una plaquette y, ya bajo nuestras manos, aquellos míticos y entusiastas participantes de otros talleres (Daniel Valencia, Juan Carlos Eurea y Ricardo Tavares), elaboraron una antología mimeografiada, olorosa a los ladrillos ucabistas, que quizás todavía circule por ahí.
Lo cierto es que poder leer los poemas ya conocidos, ahora bajo el ropaje de la tinta y la impresión, nos enfrenta a una nueva lectura.
A veces, confieso, no reconozco algunos de los textos que ahora han adquirido una nueva condición.
El resultado -lo dice un guía orgulloso y, quizás, nada objetivo- es muy positivo. Pareciera que los poemas se desprendieron, al fin, de sus autores y pasaron a formar parte de ese universo de lectores que siempre queremos suponer o imaginar.
Disfruté mucho, no sólo de la hechura física del libro, que juzgo de factura cuidada y agradable a la vista, del fetiche, pues, sino de cada poema que se permitía presentarse ante mis ojos con absoluta independencia y sensación de vida propia y real.
Lidiar con los personajes de Adalber Salas, integrarme y subyacer en las palabras de Déborah Cordero, tomar con pinzas los poemas de Aristóteles Aranguren (también millonario como aquél, pero éste en imágenes), sufrir con el mundo personal de Víctor Alarcón, curiosear en los entresijos de Bárbara Flores y su imagen viva, volver a codearme con las hormigas y las acémilas de Leonardo Melero, reconocer la feminidad agresiva de María Victoria Moreno, entromparme con los tropos de Raúl Marval, caminar con sigilo entre las líneas del ingeniero-poeta Franco De Paola (que algún día terminará -como Gonzalo Fragui- construyendo un puente con una gran flor en el medio), ver cómo detrás de la intensidad de vida de Santiago Lozada apenas se quieren mostrar sus palabras, y -finalmente- auscultar en los textos de Francisco Catalano para ver qué torcidas ideas se emparejan con los sentimientos, fue -definitivamente-una aventura nueva y muy sentida.
Hoy por hoy Déborah, Leonardo y Raúl se han lanzado al ruedo de la publicaciones de poesía individuales con tres libros, desde ya, entrañables para quien esto escribe: Fisuras (2006), Subterráneo (2007) y La avenida en los labios (2007), todos ellos bajo la égida de la Editorial La Casa Tomada.
Espero, y creo también, en que más temprano que tarde llegarán los primeros libros de Aristóteles, Víctor y María Victoria...
De seguro, unos pasos más atrás, asomarán los del resto de los antologados.El hecho es que ya están inoculados con el veneno de la poesía.
Que ésta nos traiga, entonces, su ponzoña y nos arrime hacia los brazos de la NADA más productiva que conozco.Enhorabuena y los mejores deseos por que sus versos atraquen en puerto seguro. "

Verbos e imágenes
Presentación realizada por:

Francisco Javier Pérez
Academia Venezolana de la Lengua
Universidad Católica Andrés Bello





"Para Nietzsche, la poesía era el don de continuar soñando sabiendo que soñamos. La referencia se anida indirectamente en un ensayo escueto dedicado al más extensivo de los narradores, el atributivo Robert Musil, que escribe Claudio Magris para su inigualable libro: Ítaca y más allá (1982). Buscando entender el diccionario universal, desemboca en la comprensión de su hermana gemela: la poesía. Debe ésta tanto al diccionario como zona inagotable de saberes y debe aquél –y tanto– a la poesía la pureza del verbo y la mácula de la imagen.

Pureza y mancha, imagen y verbo representan la cuarteta indescifrable por donde transita el corazón de cada hombre convertido en palabra. Imagen verbal, verbo imaginario: pureza, palabra, mancha y corazón para entendernos en la volátil permanencia de la poesía; una eternidad cuyo destino es el humo.

“El humo se revela como un animal mitológico”, escribirá Alfonso Reyes, en su libro sobre Mallarmé, el poeta que escribe en su “gabinete de humo”. Prosigue el teórico deslindado hablándonos del humo: “se muerde la cola y undula bajo la campana de la lámpara, y poco a poco se decide a entrar por el embudo; sale por arriba en lenta columna, se aplasta contra el techo, cae rodando –y vuelve a empezar”. La poesía es decidirse a entrar en el embudo, salir por arriba en columna lenta, aplastarse contra el techo de la humanidad, caer rodando en medio de un vórtice violento; siempre, volver a empezar.




Y mientras llega la eternidad de su cansado viaje de siglos recomienzos, sólo existimos en el humo que producen las hogueras más altas de nuestros sentimientos y de nuestras pasiones hechos, unas y otras, sólo con palabras, verbo que busca la imagen para pervivir, dibujo que anhela ese trazo de cerúleo abismo que es la escritura.

Y al lograr escritura de la imagen, sueño siempre soñado del poeta, recupera la imagen de ese sueño al escribirla. Triángulo perfecto: imagen, verbo y escritura nacerán para el hallazgo de la especie indefinida (no definida) que es la poesía.

Estas notas teóricas, dedicadas en partes anímicas iguales a Nietzsche, Musil, Reyes y Mallarmé, constituyen los ventrículos del corazón siempre hecho o por hacerse trizas del poeta: la más perfecta de las realizaciones escriturarias.

Sirven, ahora, y ojalá sirvan más adelante, para anunciar los once verbos y la única imagen que felizmente se constituyen en el libro que presentamos. Publicado por la Universidad Católica Andrés Bello, fechado según colofón en octubre de 2006, La imagen, el verbo. Antología del Taller de Poesía es una selección, con prólogo y notas, del profesor Miguel Marcotrigiano, mentor y artífice del mencionado taller durante los cursos 2003/2004 y 2004/2005.

Domiciliado en la Escuela de Letras de nuestra universidad, el taller dirigido por Marcotrigiano hasta el momento mismo de su partida, en misión doctoral, a la patria adoptiva de Fray Luis de León y de Unamuno -cristos salmantinos de vida y poesía-, ofrecerá, en este libro, su primer resultado bibliográfico.

Lo componen piezas firmadas por los representantes más prometedores del “taller azul” en el que pactaron su nacimiento de poetas, mirando permanentemente a un cielo esperanzador y transitando, también, la angustia de mares no siempre calmos. Los “talleres blancos”, esos convocados por el élan biográfico de Eugenio Montejo para gestar la mejor poesía de la harina (cómo no invocar -¡ay!- los nutricios cereales nerudianos, con sus “noches deshilachadas hasta la última harina”), serán recogida tarea de creación posterior para estos talleristas de lo azul (quizá, el color más inobjetable de la poesía).

Los once nombres, un luminoso endecálogo de verbos tras una imagen, serán nombres de algunos de mis alumnos más queridos y de algunos de mis amigos y colegas más cercanos. Ellos son: Adalber Salas Hernández, Déborah Cordero Rivero, Aristóteles Aranguren Ramírez, Víctor Alarcón Bermejo, Bárbara Flores Lugo, Leonardo Melero Blanco, María Victoria Moreno, Raúl Marval Palacios, Franco de Paola Prato, Santiago Lozada y Francisco Catalana.

Movido por la imposibilidad de recorrer el libro en cada una de estas voces, lo haré valiéndome de fragmentos y disecciones; una alusión al conjunto en la gestión de análisis a la que estoy llamado por formación de teórico y por oficio de estudioso de la lengua.

Como si hiciéramos un viaje al fin de la luz, pautaremos una cuenta regresiva que arranca en el poeta número 11 y que arriba en el poeta número 1, a su singular existencia de libro colectivo.

Las siderales “Vueltas abiertas”, de Francisco Catalano, inventan el viaje. He aquí el álgebra secreta para comprender la danza del poema:

Cuatro palabras
Rodean un cuerpo
Mientras éste da vueltas
Con otros tres cuerpos

Al mundo
Que con dos planetas
Y una estrella
Dan vuelta al poema

Que no es más que
Cuatro palabras
Danzando.



Santiago Lozada ofrece el decurso de la existencia signado por el dulce y triste sabor de la vida en “El último pie de manzana”:

Ella empieza su vida
Con el dulce sabor
De un pie de manzana

El tiempo
Ha hecho escarnios en su piel

Su vista, su control al comer un pie
No es el mismo

La delicia desvanece
Entre labios que antaño sirvieron para besar

Para ella hoy
Es un día triste

Consume
Su último pie de manzana.




Traen encantadoramente la “Lluvia”, los versos de Franco de Paula Prato, para escurrirla entre los ojos más amados:


Me gusta la lluvia cuando estoy triste
Me gusta la puesta del sol cuando estoy triste
Y me gustas tú siempre
Triste o alegre me gusta tu lluvia escurriéndose en mis ojos
Triste o alegre me gusta sentirte en una puesta de sol.



Raúl Marval Palacios hace poemas con títulos que son poemas, como ese que reza que “Hay que tener cuidado con las mujeres que escriben, que aparecen y desaparecen”, toda una filosofía de la percepción femenina y de sus riesgos. Llena sus angostas páginas con largos versos, esos que dejaron de usarse con Berceo y con Darío, para intentar verdades con palabras. Así, dice que “una amante puede trastocar las onomatopeyas más elementales” y, también, ganarnos a la belleza sigilosa del poema.

Ática, María Victoria Moreno revive un escalofrío de belleza y muerte llamado “Pentesilea”, la mujer de la guerra, la forzosa transformación varonil que acude para lastrar la desdicha del que ha sucumbido. Sus versos son sintética y acabada emoción:


Yo tengo la belleza de las flores
Cuando se secan.
Me amarás
Luego de darme muerte.


“Esperaré”, de Leonardo Melero Blanco, surca rutas con verdades y apocalipsis de amor:

Esperaré cobijado por la angustia y la llovizna
Más allá de la comarca en donde nacen las luciérnagas,
Mucho más allá,
Entre brisas y ventiscas
Esperaré a que te decidas
Contemplando en mis recuerdos el reflejo del alba en el
Ámbar de tus pupilas,
Esperaré a conjurar el polvo de las estrellas en la
Humedad de tus cabellos
Mientras las liebres corran,
Los apamates florezcan y la noche suceda al día.




Cabalística y rotunda, Bárbara Flores Lugo ha escrito: “7” (curiosamente, el número que ocupa en esta antología en nuestra cuenta inversa):


Se oyó el quebrar de una botella
Algún gato atropellado
Se acerca el terremoto

Muero en mi mejor momento
Suele pasar.



Víctor Alarcón Bermejo fragua la existencia toda, omega enigmático ganado por la deixis. Lo titula, como un Breton antisurreal: “Ella”; y su palabra manda:



Ella es
Diosa virginal recién nacida que complace a todos
Primer amor de los que tuvieron la dicha de conocerla
Polvo de estrellas que escurre fantasías en la vida de hombres y mujeres
Harina que destruye el pan nuestro de cada día
Espíritu de fiestas dionisíacas protegidas por la noche
Salario de los poderosos que la comercian entre los mortales
Locus Amoenus de los melancólicos, locos y depresivos
Punto de ruptura con la sociedad diurna que nos persigue
Ambrosía de los dioses que mata la carne y revive el alma
Canto de sirenas que cautiva al que lo escucha
Sueño manierista del Greco con un toque psicodélico
Unión del cuerpo y el espíritu en un aroma blanco
Canto de ángeles malignos/ while you’re fixing a hole
Destrucción de las cadenas que te atan a este mundo
Salvación de ricos y pobres y totalmente democrática si la logras alcanzar
Regalo prometeico que cuesta diez vidas
Profeta del placer y la inconsciencia
Luz y vía hacia la muerte.


Los “Sin título” de Aristóteles Aranguren Ramírez, son textos que titulan la existencia con sus letras más agudas. Están ahí para convencernos, versos como:

La piedra que llevo en la mano
Suda
Como el temblor que la sostiene.



Déborah Cordero Rivero nos ofrece nuevas muestras de su sensibilidad íntima y personal, quizá sus valores más incuestionables. Es una poesía expansiva que gana y gana terreno a un mar de playas cuyos nombres inscriben grietas a la ternura. Su poesía, imagen y verbo:

Más de quince mil soles
Han nacido en mis ojos

Mis huellas
Se van haciendo tarde
En estas calles pesadas
Que han sembrado con murallones

Las agujas del reloj tejen sin pausa
Mientras mis llagas limpio
Esas que deja la historia
Tatuadas en la piel

Después de todo
De nuevo amanecerán los cielos

Y siempre regresaré
En el día con gorriones
En la noche con estrellas
Hasta que ya no pueda zafarme.



Por último, el primero: Adalber Salas Hernández y su poesía de sereno gesto literario. Un mundo hecho por los escritores para escribir el mundo en donde el poeta es “Héroe”. Fascinado por la literatura, fascina:


Cuentan que Aquiles añoraba su cuerpo
Recorrido por tajos de bronce
Y envidiaba al mendigo Ulises por haber alcanzado,
Tras tanto artificio y humo, la magra Ítaca.



Baudelaire decía que la aparición de un poeta era siempre entendida como un escándalo en la familia. Este libro signa la aparición de once de ellos, once afortunados escándalos que saludamos con beneplácito y entusiasmo."

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