A continuación se presenta un ensayo acerca de "El taller Blanco" de Eugenio Montejo realizado por la profesora Liduvina Carrera.
EL CODIGO POETICO DEL ENSAYO "EL TALLER BLANCO" DE EUGENIO MONTEJO.
Por Liduvina Carrera
Por Liduvina Carrera
La obra del venezolano Eugenio Montejo oscila entre la poesía y el ensayo. Se inició en la poesía con un tímido intento titulado Humano Paraíso (l958). A esta primera le siguieron Elegos (l967), Muerte y Memoria (l972), Algunas Palabras (l976), Terredad (l9780, Trópico Absoluto (l982), Alfabeto del Mundo (l986), Guitarra del Horizonte (l99l), Adiós al siglo XX (l992). Dentro de lo designado como escritura heteronímica cuenta con El cuaderno de Blas Coll (l983) y Guitarra del Horizonte (l99l). En cuanto a su persistente trabajo ensayístico figuran dos títulos publicados: La ventana Oblicua (l974) y El taller blanco (l983). Ha escrito dos prólogos a obras de poetas venezolanos: Antología poética de Paz Castillo y José A. Ramos Sucre ante la crítica.
Frente a la considerable actividad literaria de este escritor, ha llamado la atención a Hernández, Elenn (l994) que sólo existen cuatro estudios criticos publicados. Estos son "Orfeo y su Cassette" de José Balza, el capítulo de Guillermo Sucre "La Metáfora del Silencio" en su obra La máscara y la transparencia, el ensayo de Francisco Rivera titulado "La poesía de Eugenio Montejo" y el estudio de Américo Ferrari que sirve de prólogo a la primera y segunda edición de Alfabeto de Mundo.
A través de una entrevista realizada por Miguel Szinetar para el diario El Nacional, Montejo ha revelado algunos datos biográficos curiosos. Uno de ellos se refiere a su nombre. El verdadero apellido es Hernández Alvares y el pseudónimo Montejo fue adoptado desde inicios de su poesía. El poeta explica el origen de su nombre remontándose a sus ancestros en Güigüe de l918: "Yo pertenezco a dos familias. Mi nombre es Hernández Alvarez. Pero ninguno de esos es mi nombre. Mi nombre se pierde".
Aunque el autor nació en Caracas, pertenece de corazón a Valencia porque su familia se arraigó en ese lugar y toda su obra poética se baña de esa nostalgia rural que le inspira la región. A Güigüe, pueblito de las cercanías de Valencia, canta en un hermoso poema "Güigüe l9l8".
En la mencionada entrevista, también el autor revela el mundo de su infancia:
"Pero hay una experiencia en mi vida, (...) de la cual depende mi disciplina como poeta, y es que mi padre era panadero. Tenía una panadería en los años que yo nazco. El aprendió su panadería en los viejos talleres de Valencia, donde se entraba barriendo y se sale a los cuatro o cinco años, como maestro. A mí me precede una hermana y me siguen dos hermanas. Eso hace de mi casa un mundo femenino. El mundo masculino es mi padre y los panaderos. Ahí capto yo, muy temprano, la importancia de la panadería para el mundo... Y no solamente para la gente común y corriente, que está sana, sino por el pan de los hospitales, de los enfermos, de los ancianos, de los orfelinatos. Todo eso, muy tempranamente, lo voy asimilando, y eso queda tan hondamente grabado en mí, que cuando llego a París, a finales de los sesenta, y veo que está cayendo nieve (...) lo que hice fue reconocer la harina con la que yo jugaba en la panadería de mi padre (...)
Esta disciplina, esa responsabilidad del panadero con el alba, con el pan, es la responsabilidad que yo he sentido y que es culpable de que mi rimo de trabajo sea nocturno. Yo pertenezco a un ritmo nocturno que es el ritmo de los panaderos.
En estas palabras del escritor, se puede encontrar la génesis de muchos temas de inspiración, entre ellos, el padre panadero, el pasado recuperado, la poesía como alimento, etc. En el ensayo titulado "El taller blanco", vuelve a tomar estas ideas:
En el taller blanco tal vez quedó fijado para mí uno de esos ámbitos míticos que Bachelard ha recreado al analizar la poética del espacio. La harina es la sustancia esencial que en mi memoria resguarda aquellos años. Su blancura lo contagiaba todo: las pestañas, las manos, el pelo, pero también, las cosas, los gestos, las palabras. Nuestra casa se erguía como un iglú, la morada esquimal, bajo densas nevadas. (p 69-70).
Se puede intuir la presencia del doble discurso, uno crítico y otro poético en la transposición de la harina como nieve del trópico. Para Balza (l983) estas líneas no parecen inspiradas en Venezuela pues hablan de ella: "trascendiendo todas las ligazones" (p.112). En la obra de Montejo confluyen la poesía, la narrativa y el ensayo.En el ámbito literario se ha hecho conocer sobre todo por su actividad poética y por su trabajo ensayístico.
El taller blanco, una aproximación de análisis.
El taller blanco, libro publicado por la Colección Antares de Fundarte, recoge once ensayos de Eugenio Montejo: "Poesía en un tiempo sin poesía", "En torno al primer Pellicer", "Nueva aproximación a Ramos Sucre", "Cavafy: la gravitación de la memoria", "Hombre como paisaje", "El taller blanco", "Eugene Biel y la aventura del expresionismo", "El arte poética de Juan de Mairena", "Blaga, el rumano", "La juventud de Poesía-Buenos Aires" y "Fragmentario".
En estas líneas se desea una aproximación semiótica al ensayo que da título al libro: El taller blanco. Siguiendo las ideas de Hjemslev (1974), se puede observar que esta producción ensayística admite una división estructural basada en los planos de lenguaje: expresión y contenido. La prosa es su forma y alcanza valores estéticos dentro de la comunicación literaria. En el plano de contenido se articula en torno a una imagen conceptual, que procuraremos descubrir y que, según Millán (l990), debe caracterizarse por la monosemia, tal como los mensajes filosóficos y científicos.
Como la forma prosa es expositiva, a diferencia de la prosa narrativa, teatral o poética; su retórica ensayistica será la expositiva y tendrá que ver con la transmisión de enunciados semánticos-conceptuales, tratados según estimación personal del autor.
1.- El ensayo como texto-discurso.
La Idea soporte de El taller blanco es reflexionar acerca de los talleres literarios donde se "aprende a elaborar" poesía. Montejo alude a este tema desde el comienzo de sus líneas: "Quienes en nuestros días se sienten atraídos por el aprendizaje de la escritura poética, pese a tantos impedimentos que procuran disuadirlos (...) pueden al fin y al cabo encaminar su vocación a través de un taller de poesía". El escritor aplica la lógica, por cuanto su texto-ensayo es indiscutiblemente un discurso conceptual, aunque como veremos más adelante tiende a mover, además del intelecto, el corazón. Esto sucede con los "soñadores de las palabras", los poetas, según Bachelard (l982) y, como hemos podido observar en la presentación del autor, Eugenio Montejo es también poeta.
Liscano (l984) se ha referido al "rigor estético, tensión del lenguaje" que hay en la poesía de Montejo; porque, como poeta, "depura el poema en todos sus niveles expresivos, en una acción lúcida y reflexiva de humanar las cosas y el tiempo, de alcanzar el mito, no por obra de sublimación, sino de extremada autenticidad verbal y existencial". (p 268).
Se dice que el ensayo es un concepto expandido porque consiste en un comentario de aquello que se halla tematizado a través del título del texto. El nombre del texto-ensayo, El taller blanco, es un poderoso recurso de tematización pues pone en evidencia la entidad tópica del mensaje: reflexivo-emotivo. A partir de él, Montejo aporta sus puntos de vista.
Desde la perspectiva semiótica de Peirce (l974), el ensayo es un Rema o predicado del título. Sin embargo, se dice que es Rema a primera vista, porque el texto luego informa acerca de algo susceptible a ser afirmado o negado; promueve un llamado al intelecto, convirtiéndose en un Dicente o conjunto de proposiciones que sirven de soporte a un Argumento. De esta manera, el ensayo de Montejo pertenece a la categoría semiótica del los argumentos, cuyas premisas tienden a la exactitud conceptual y dan a conocer el sistema de pensamiento exclusivo del autor, a partir de un razonamiento subjetivo. El argumento se vislumbra al comienzo del texto, como luego veremos; pero más adelante se produce un cambio debido a los códigos estéticos empleados por el autor.
Para plantear la Idea Soporte de un texto, alrededor de la cual giran las demás, convencionalmente los escritores utilizan un planteamiento introductorio, un desarollo metódico y una conclusión presumible. En El taller blanco, después de la introducción, en la que Montejo comienza a desarrollar lo que se presumía como Rema en el título, continúa la presentación de las ideas, a la manera dialéctica de Platón; y surge un ritmo triádico de tesis, antítesis y síntesis. Si en un principio comenta el autor que "sólo en la soledad alcanzamos a vistumbrar la parte de nosotros que es intransferible, y acaso ésta sea la única que paradójicamente merece comunicarle a los otros", continúa luego con la doble acepción dada por el Diccionario de la Real Academia para la palabra taller, una concreta y otra figurada: "la primera se refiere al lugar en que se trabaja una obra de manos. La segunda habla de la escuela o seminario de ciencias donde concurren muchos a la común enseñanza".
Como se puede observar, el ensayista pasa de la idea Poeta, autor solitario, a la de Taller de Poesía, acción colectiva. De esta manera, ofrece la tesis, la antítesis y luego la síntesis o idea remate:"la poesía debe ser hecha por todos, pero fatalmente escrita por uno solo"; por eso concluye con la expresión: "el taller de poesía tiene de una y de otra. Lo que es en sentido real y figurado a la vez. Hay obra de mano como también participación en el común aprendizaje".
Con un abanico de ideas secundarias, Montejo apoya la idea soporte del ensayo El taller blanco. y para ello indica algunas sugerencias. En un taller de poesía, los participantes deben "lograr desde el inicio que cada uno distingua su voz en el coro", y que cada uno de los participantes: "no perciba en el guía más que a un persuasivo interlocutor, en vez de un conductor hegemónico". A primera vista, parecen proposiciones enfáticas, a modo de Ley; pero, en la medida que avanza la lectura del texto, y esto lo veremos más adelante, surgen otros códigos en las proposiciones.
Entre las ideas secundarias, el autor incluye algunas citas y trabajos de otros escritores. Así, se puede apreciar cómo acude a Matthew Arnold cuando utiliza el término "la urbanidad literaria"; a Simonne Weil, cuando advierte que "una mulititud no puede ni siquiera sumar". De Shömberg toma en cuenta el título de sus Memorias pues le parece que es "uno de los más apropiados para resumir las peripecias con una vida consagrada al arte" y de Lautremont asume el apotegma "la poesía debe ser hecha por todos".
Estas ideas fundamentadas en escritores, ilustran lo referido a "poesía en la soledad de la inspiración". Luego, Montejo utiliza otras fuentes para el aspecto "artesanal vislumbrado en la poesía" y, entre ellas, menciona a R.G. Colligngwood quien en su libro Los principios del arte, propicia el verdadero campo donde la gente de los talleres de poesía debe consagrarse y, a Bachelard con su poética del espacio.
El aspecto denotativo y referencial de este texto-ensayo, está tomado del objeto real aludido por el escritor en la segunda parte de su trabajo. Al comienzo, el discurso pareciera estar dirigido al intelecto, como ya hemos comentado en líneas anteriores, pero hay momentos en que el autor, después de haber disertado acerca de lo que es un taller de poesía y la utilidad que pueda tener como oficio para los "aprendices", cierra con la siguiente frase: "En cuanto a mí, he dicho que no asití a ningún lugar donde ganarme la experiencia del oficio". Después de esta frase, su discurso se torna poético y melancólico, va dirigido más al corazón y a los sentimientos; por esta razón los términos literarios serán sugerentes y connotativos.
A partir de las frases: "Quiero rectificar ahora este vano aserto pues no había reparado en que siendo niño, muy niño, asistí intensamente a uno. Estuve mucho tiempo en el taller blanco", el ensayista deja paso al poeta que crea la gran metáfora: el taller blanco es la panadería de su padre. Este Argumento (según Peirce) será propuesto al interpretante como algo cuya razonabilidad puede ser reconocida. Montejo va enumerando sus referentes sin ser tajante en los comentarios, porque va dirigidos hacia el aspecto polisémico de la poesía.
En el aspecto denotativo de El taller blanco, Montejo se refiere a un mundo concreto, el de su infancia; toma en cuenta muy particularmente la experiencia vivida en la panadería de su padre: "la vieja panadería", "amplia casa", "leña", "sacos de(harina", "rectos tablones", "masa", horno". Además, se puede observar que, como símbolo dicente, algunas de las frases involucran una afirmación de actitudes vitales lejanas: "Del taller blanco me traje el sentido de devoción a la existencia que tantas veces comprobé en esos maestros de la nocturnidad", "el taller que me cobijó buena parte de mi infancia".
El taller blanco es un texto metalingüístico porque su lenguaje literario (la prosa ensayística) se describe y da referencia de su propio código. Sobre el código general de la lengua y dentro del código específico de la literatura hay un lenguaje objeto que es el del ensayo; con él, es posible señalar, como diría Picón Salas: "la inconfundible personalidad del autor". Este ensayo es melalingüístico en cuanto alude a la poesía y comenta acerca de ese otro lenguaje: "Hablo de un aprendizaje poético real", "no deseo metaforizar adrede un simple recuerdo". "En el taller blanco tal vez quedó fijado para mí uno de esos ámbitos míticos que Bachelard ha recreado al analizar la poética del espacio ".
2.-El ensayo desde el punto de vista del emisor.
El taller blanco, aunque refleja una actitud especial orientada hacia formas de pensamiento analítico, en contraste con la lírica, está signado por la función emotiva del lenguaje o sea por la presencia del rasgo subjetivo en la exposición de las ideas (Jakobson, l974) . El ensayo participa de las dos funciones polares del lenguaje: la emotiva que hace posible el tratamiento subjetivo de los conceptos e ideas y por otra la referencial que pone de manifiesto propiedades denotativa y objetivas de los enunciados.
Este ensayo tiene un carácter marcadamente subjetivo, aunque al principio va dirigido al entendimiento y procura una reflexión en el lector. Montejo asume su propio discurso usando la primera persona del singular: "Yo y quienes cuentan más o menos mi edad", "Mi padre había aprendido el oficio...", No desestimo, por mi parte...", "En el taller blanco (...)quedó fijado para mí ...". En otras oportunidades se utiliza la primera persona del plural, como signo demostrativo de subjetividad: "Nuestra casa se erguía". (Subrayado añadido).
En cuanto a la cosmovisión del autor, es posible observar que su preocupación básica es el logro de un lenguaje circunstancial, intensamente íntimo que se distancie un poco de lo que fue la preocupación esteticista de algunos calificados representantes de los primeros poetas del 50. Montejo tiende sensiblemente a huir de la retórica y del hermetismo, busca una expresión más comunicativa y real, una mayor comprensión y fluidez verbal.
Su obra ensayística no escapa a sus intereses poéticos y por esa razón, en ella existe un común denominador como tema, esto es: el hombre actual. En el ensayo se alude a una posibilidad metodológica, que organice la poesía en el sentido del artesano. Montejo exterioriza con este recurso un contenido hecho de vivencias referidas a su mundo interior. De cualquier modo, siempre se espera que el ensayista dé cuenta de sus propias ideas por medio de una argumentación, sin llegar a la rigurosidad de la epistemología de las escrituras científicas (Millán, l990).
3.- Rasgos estilísticos del discurso-ensayo.
El autor mantiene la literariedad a través de los rasgos estilísticos. El taller blanco presenta modalizaciones en abundancia que de una manera personal, constituyen la marca de originalidad, con la que Montejo se aproxima a la verdad.
Con el uso de las modalizaciones, el autor suaviza sus comentarios. Eugenio Montejo no es tajante en sus afirmaciones: "En el taller blanco tal vez quedó...", "Tal vez de no haber asistido...", "ya no veo, es verdad, a los panaderos", "lograr (...)que cada uno distinga su propia voz en el coro, (...) constituye, sin duda...". Lo mismo se puede observar en el uso del subjuntivo verbal, porque da la idea de una posibilidad: "habría de todos modos buscado cauce a mi afán de poesía", "el grito de Merlin me habría tentado siempre", "daría cualquier cosa por...". (Subrayados añadidos).
En cuanto a la sintaxis del ensayo, se pueden apreciar períodos cortos con abundantes frases interrogativas. Cuando el autor es más ensayista que poeta, utiliza incisos explicativos que descartan posibles conotaciones por parte del receptor: "Quienes en nuestros días se sienten atraídos por el aprendizaje de la escritura poética, pese a tantos impedimentos que procuran disuadirlos", "El experimento es novedoso entre nosotros, pero cuenta, como en muchas otras partes", "La tentativa (...), aunque opera de manera más o menos idéntica", "Sé que muchos replicarán que en poesía, amén de los dones innatos". (Subrayados añadidos).
Sin embargo, cuando Montejo tiende a ser más poeta que ensayista, su texto presenta cláusulas interrogativas, quizá con el objeto de conmover el sentimiento: "Ya no son necesarias las carretadas de leña (...) ¿para qué?", ¿Podrá un muchacho de hoy aprender algo para su poesía en este enmurado cuchitril?", "Es nada menos que el pan lo que silenciosamente se fabrica (...) ¿Qué labor comparte tanta responsabilidad? ¿No es la misma preocupación que la poesía?", ¿Cuántas veces, al guardar el primer borrador de un poema para revisarlo después, no he sentido que lo cubro yo mismo con un lienzo para decidir más tarde su suerte?.
Con la presencia de de estos usos recurrentes, se informa acerca del código estético de Eugenio Montejo. El estilo, llamado aspecto verbal por Todorov (l982), ofrece indicios de su personalidad artística, porque será:"la elección que debe hacer todo texto entre cierto número de disponibilidades contenidas en la lengua. El estilo así entendido corresponde a los registros de la lengua, a sus subcódigos" (p.338) .
Resumiendo las ideas de acercamiento al código estético del escritor, se puede decir que ha seleccionado en su ensayo un rico léxico de imágenes atrayentes porque se ha dirigido hacia la función placere del lenguaje; una gran parte del ensayo, tiende más hacia el corazón que hacia el intelecto.
El código del escritor está delatado, además de los matices léxicos y comportamiento sintáctico, por el uso abundante de imágenes poéticas. Como símbolo argumental, cuando se comienza a leer el texto-ensayo El taller blanco no se requiere de decodificación, sino que basta ordenar las ideas propuestas por el autor, como ya hemos visto. Sin embargo, hacia la mitad del ensayo, se utiliza un lenguaje evocador y sugestivo.
Como no existe un método universal, una llave maestra para el estudio de las imágenes porque cada autor y , a veces, cada parte de su obra, plantea problemas distintos; en esta sección, el estudio se detendrá en algunos de ellos sin llegar al inventario completo que requeriría todo un volumen para su definición. Todo estudio de la imagen debe distinguir la metáfora de la comparación en el sentido amplio de la metonimia e intentar determinarla colocándose desde el punto de vista del emisor, aunque tal actitud implique un riesgo de error al momento de la interpretacion por parte del receptor.
Las metáforas de El taller blanco se mueven inicialmente en hechos concretos; leemos, por ejemplo: "carpintería, hermoso taller de otro color"; pero no se quedan allí, no describen sino que pronto se pierde el valor referencial: "estuve mucho tiempo en el taller blanco" (la panadería), "maestros de la nocturnidad" (los panaderos), "abobedada cámara de rojizos ladrillos" (el horno), "centelleantes líneas de neón" (los bombillos en el techo), "la blancura que jamás me abandona" (la hoja en blanco, el papel que recuerda el color blanco de la panadería), "morada esquimal" (la casa cubierta de blanco por la harina), "vieja amiga" (la nieve relacionada con la harina)
Las cosas están en el mundo indiferenes al hombre, pero el escritor sensible a la belleza las capta y aprehende sus sustancia para verlas con sus propios sentimientos. Las imágenes de Eugenio Montejo son sugerentes porque están presentadas mediante términos señaladores que, poco a poco, se alejan de lo circunstancial y por medio de sustituciones diversas, se introducen en otros de carácter abstrato que se alejan de los primeros: "Cuántas veces, mirando los libros alienados a mi frente, no he evocado la hilera de tablones lleno{ de pan?","El taller que cobijó buena parte de mi infancia".
Una gama de colorido se presenta con las variadas imágenes cromáticas del texto: "Crepitar de la leña", "La rojez (sic) del fuego", "Su blancura lo contagiaba todo: las pestañas, las manos, el pelo, pero también, las cosas, los gestos", "En lo profundo de la noche lo blanco es doblemente blanco", "El horno rojea en su fragua" (recurso clásico que recuerda la fragua de Vulcano).
Otras imágenes ofrecidas por el escritor, descubren nuevas resonancias semánticas. Las palabras referenciales se ven envueltas por una gama de sensaciones nuevas. El lenguaje empleado por Montejo se hace instrumento para que sus receptores no sólo aprecien su realidad, sino la visión humana de esa misma realidad. Entre las imágenes auditivas, se encuentran: "silencio en las pisadas", "Es nada menos que el pan lo que silenciosamente se fabrica". Luego, se presenta la imagen olfativa: "envolvente fragancia resinosa" y la táctil: "Sentí apenas una vaga curiosidad por verificar al tacto su suave presencia".
Todas estas imágenes tienen una idea remate: "El pan y las palabras se juntan en mi imaginación sacralizados por una misma persistencia". Al final, termina el autor sus reflexiones con un cierre en fundido, porque "un plano desaparece poco a poco en la oscuridad" como diría Peters (l96l): "veo (...) la harina que minuciosamente recubre la memoria del taller blanco".
Otro recurso abundante en el ensayo está constituido por la presencia de la adjetivación poética: "jornaleros, serenos y graves, encallecidos", "hermoso taller"," horas sosegadas", "apacible nieve", "pláticas fraternas" "leños ardidos" y la de algunas humanizaciones: "la humildad de la harina". (Subrayado añadido).
En lo que respecta a la construcción de símiles, se puede observar que responden a una manera de distribución repetida. Surgen los sustantivos relacionados con el adverbio comparativo "como". El lector se encuentra ante un modelo sintáctico, o pattern, de relación simple entre dos frases: "Nuestra casa se erguía como un iglú", "Nocturna era la faena de los panaderos como nocturna es la mía", "Los panes (...) son cubiertos con un lienzo (...) como peces dormidos". En conclusión, el léxico a partir de la mitad del ensayo, es evidentemente poético porque el escritor ha escogido y combinado palabras cargadas de sensibilidad.
4.-El ensayo como signo semiológico.
Desde el punto de vista semiológico, El taller blanco se inscribe dentro del código poético de su autor. Montejo posee un lenguaje propio de los escritores que en su época disfrutaron de una nueva sensibilidad emergida de los conflictos del mundo y del tiempo. Ante el laberinto de la vida actual, el ensayista/poeta ha intentado dar una respuesta a la tensa realidad de un mundo poblado de negaciones y contradicciones cotidianas: "El sentido del progreso redujo ese taller a un pequeño cubículo de aparatos eléctricos en que la tareas se simplifican mediante empleos mecanizados".
Eugenio Montejo añade a su texto una comparación nostálgica entre la época actual y la vivida en la panadería de su padre. Como rasgos caracterizadores de la actualidad, aparecen los siguientes términos:"progreso", "pequeño cubículo", "aparatos eléctricos","empleos mecanizados", "enmurallado cuchitril". Para caracterizar la época del taller blanco surgen: "carretadas de leña", "fragancia resinosa", "harina apilada" o un "cuarto de almacenaje". Cuando el escritor se refiere a la vieja panadería, la recuerda como una "amplia casa", donde había: "leña", "sacos de harina" y "rectos tablones". En la época del Taller blanco, el hombre oía el romántico "canto de los gallos", pero ahora ¿se debe conformar? con "ululantes sirenas y ruidos de taxis".
El drama universal y violento de la actualidad se revierte sobre el orden consagrado y secular del pasado. Es una especie de perspectiva de la contradicción que halla su vía de escape en la nostalgia y en el recuerdo de otros tiempos. Cuando Montejo diserta sobre los talleres de poesía, comenta: "yo y quienes cuentan más o menos mi edad no los conocimos. No tuvimos la dicha o desdicha de reunirnos para iniciarnos en el mester de poesía". El lector percibirá en este ensayo, un texto evocador que parte desde un presente: los años ochenta (según se infiere por la fecha de publicación del libro), hasta un pasado nostálgico que se corresponde con la infancia del escritor en el hogar paterno.
Montejo ha querido hablar con un lenguaje vivo y descarnado para buscar su propia libertad como ser humano, porque vibra ante la necesidad de enfrentarse a la realidad asfixiante y agónica que coarta la libérrima voluntad del ser. Los poetas de su generación poseen una dimensión de carácter situacional: como han sufrido la inseguridad del hombre ante la realidad, su tentativa es el despegue y un intento de evasión, aparentemente absurdo.
5.-A modo de conclusión.
El ensayo/texto de Eugenio Montejo, El taller blanco, se presenta como un símbolo argumental al ofrecer la proposición particular de la premisa: el estudio de la poesía en los talleres. El autor ha ofrecido un símbolo dicente como proposición general. Los tallerer de poesía pueden ayudar a formar poetas; sin embargo, el mismo Montejo comenta que nunca asistió a uno de ellos porque en su época no existían. Se aprecia que para el ensayista/poeta, no es necesaria la existencia de los talleres de poesía, para "aprender" el oficio de poeta; sin embargo, respeta a los jóvenes que comienzan su quehacer literario con este "recurso".
Se puede observar que no hay dogmatismo en sus palabras, porque las proposiciones no obligan a admitir el rema ofrecido en el título El Taller blanco. A estas ideas, se debe añadir que el mismo encabezamiento es una gran metáfora connotadora semántica; cuando el receptor comienza a leer, no sabe de qué se trata. En las primeras líneas se infiere que es un taller de poesía, pero luego el Símbolo Dicente o Proposición particular, esto es, el taller blanco relacionado con la panadería, se convierte en un hecho de existencia: un Decisigno.
En cuanto a la manera de aproximarse a la verdad, Montejo procede a veces por inducción e infiere consecuencias necesarias que se derivan de varios fenómenos dados: relación de la harina con la poesía, por ejemplo, o del poeta con los panaderos. Otras veces, parte de la proposición general, de un único evento; en este caso, se podría aludir al uso de talleres para elaborar poesía. El escritor, al igual que Descartes en sus meditaciones, también ofrece su visión de mundo mediante el análisis instrospectivo de las experiencias propias. De esta manera, da cuenta de sus ideas por medio de la argumentación pero sin alcazar riguriosidad científica.
La prosa conceptual del ensayo aparece en forma sincrética con la poética; este hecho demuestra que en la práctica las teorías dogmáticas de los géneros son obsoletos. El texto expositivo de Eugenio Montejo se adapta, en su mayor extensión, a una poética donde abunda el lenguaje emotivo, ya que el autor ha hecho uso de su universo sentimental y de su conducta afectiva.
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