El poema es un acto profundamente honesto, en el que la realidad circundante al poeta, se difumina y deja paso a la plena libertad de conciencia, a la fantasía o a la mezcla de ambas; en él coexisten inequívocamente sentimientos disímiles, las revelaciones más audaces o los deseos más recónditos de alguien que en un momento encontró la inspiración suficiente para plasmar una circunstancia que le es propia.
Es precisamente esa circunstancia, la que deja apoderarse a la palabra, de la rebeldía suficiente, del desparpajo más vehemente o de la elevación más etérea. El poema permite viajar a dimensiones inalcanzables en la realidad tangible, y esa es; una de las características del poema, la capacidad de aceptar, de recibir o simplemente brindar, todo lo imaginable en unas cuantas líneas, es la expresión de la intensidad que reside en lo que pareciera ser sólo fragmentos escritos por alguien intrascendente.
El poema es una manifestación dinámica de creación en la cual, aquel o aquella que escribe puede colocar, borrar, poner y reponer las frases que le otorguen a ese texto, lo que mejor se adecúe a lo que quiere expresar, es un ejercicio de máxima expresividad en constante evolución.
Aunque el poeta pareciera prescindible, por ser tan sólo un sujeto entre miles, el poema trasciende, más allá de la circunstancia que lo creó, de la realidad a la que pertenecía su autor en un momento dado, y adquiere una vida autónoma, que es capaz de adentrar a su lector a la dimensión que le es propia y en la que ese lector logra hacer contacto, sugiriendo así una realidad distinta, que es única en su momento, como también puede ser variable en el tiempo.
Esa es la verdadera riqueza del poema como tal, la capacidad de crear y crearse, de transformarse, de transmitir un mensaje, de sugerir un sentido, así como puede lograr la multiplicidad de otros, según sea la capacidad y sensibilidad del lector, como mencionábamos anteriormente adquiere una vida autónoma que en algunos casos puede alcanzar a generar una simbiosis entre el poeta y el lector, inclusive a siglos de distancia.
© Leonardo Melero Blanco.
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