lunes, febrero 28, 2011

El arte de ZOÉ



ZOÉ
LOVE

En tu planeta me quedé

fue por un tiempo

nunca fue mi plan

pero mi nave se averió

y ahora estoy

perdido aquí en mañanas con tres soles

y múltiples visiones

montañas transparentes

anémonas de luz partículas de amor

y recuerdos de ti



love, love, love

love,love,love

love,love,love



En tu planeta me quedé

fue por un tiempo

nunca fue mi plan

pero mi nave se averió

y ahora estoy

perdido aquí en mañanas con tres soles

y múltiples visiones

montañas transparentes

anémonas de luz partículas de amor

y recuerdos de ti

´

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domingo, febrero 27, 2011

Sting en Viña del Mar 2011



UN HOMBRE EN EL TIEMPO (In memoriam de Arturo Uslar Pietri)



UN HOMBRE EN EL TIEMPO (In memoriam de Arturo Uslar Pietri)
/Diego Márquez Castro



domingo, 27 de febrero de 2011


Se están cumpliendo 10 años del fallecimiento de un ciudadano de excepción que colocó en alto el nombre de nuestro gentilicio y se constituyó en una figura emblemática del siglo XX venezolano, se trata de don Arturo Uslar Pietri de quien dijo Rafael Arráiz Lucca, su biógrafo, que “…se ausentaba la más recia voluntad. Se despedía un hombre longevo, cuya personalidad pública y privada estuvo signada por un equilibrio al que propendía naturalmente su ser. Se iba un hombre sereno, en quien las bajas pasiones no hallaron vivienda, mientras sí lo hicieron la voluntad de trabajo, el fervor para comprender y la gloriosa curiosidad que le hizo menos ajena la vastedad del universo”.


Cuando padecemos, más que vivimos, tiempos de una pasmosa mediocridad que se ha extendido como una mancha negra en nuestra sociedad, la figura de Arturo Uslar Pietri emerge de su discurso intelectual y político para darnos ánimo y esperanzas en un país distinto al actual. Como un hombre de la contemporaneidad, conoció las incidencias de la vida nacional ante las cuales cristalizó su paradigma de una Venezuela posible sobre el cual dijo: “Hace muchos años, en horas propicias para proponer caminos hacia el porvenir, hablé de una Venezuela posible. La había entonces y la sigue habiendo hoy con mucha más razón. Esa Venezuela posible no era otra cosa que el diseño de lo mucho de positivo que se podía alcanzar en breve tiempo, si se lograra hacer una combinación justa, un planteamiento claro y un aprovechamiento sensato de todos los enormes recursos humanos y materiales de que dispone este país”.


Desde el punto de vista político esa propuesta debía fundarse en una estructura institucionalmente civilista que pudiese garantizar el debido equilibrio a la sociedad, cuestión que manifestó en diversas oportunidades como fue la ocasión en la que presentó su candidatura independiente a la Presidencia de la República: “Es evidente en este momento en que la situación del país refleja un estado de inquietud y de inestabilidad, de desorganización, de crisis, para decirlo en una palabra, la necesidad que comparte la inmensa mayoría de los venezolanos, de buscar una salida eminentemente constitucional y democrática. Esa salida que los venezolanos ven, sueñan y desean, es la de que viniera un gobierno que nos devolviera la tranquilidad, que nos devolviera la seguridad, un gobierno que tendiera puentes en lugar de abrir fosas; un gobierno que buscara el común terreno en que la inmensa mayoría de los venezolanos pudiéramos acercarnos, que disminuyera las tensiones, que trazara un plan sencillo y claro de realizaciones y logros para adelantar y tratar de salir adelante entre las dificultades, y por lo tanto, un gobierno que conciliara, un gobierno de concordia”.


Sobre el papel del Estado y las tendencias y teorías socialistas de corte marxista, Uslar Pietri tuvo sus bien justificadas reservas y formuló numerosas observaciones como la siguiente: “Se llegó a creer, y todavía se cree tenazmente, a pesar de todo lo que ha ocurrido en el mundo entero, que soberanía nacional y Estado empresario eran sinónimos, que un Estado no era verdaderamente independiente y progresista sino cuando administraba directamente la mayoría de empresas económicas y cuando miraba con salvaje recelo cualquier forma de inversión del capital foráneo. En su opinión, tal modelo fracasado generó inevitables consecuencias sociales: lo más negativo de este inexorable proceso de empobrecimiento y de pérdida de visión de los fines verdaderos de la sociedad es que las concepciones mismas que le dieron ser y que mantuvieron el falso mecanismo de distribución de la riqueza terminaron por convertirse en dogmas de una ideología paralizante y estéril”. En este particular, el tiempo le dio la razón. Como prueba, veamos la situación actual del país.




dmarquezcastro@yahoo.com


http://www.correodelcaroni.com/content/view/173546/116/

 



A 10 años de su ausencia: Uslar y la educación


A 10 años de su ausencia: Uslar y la educación

Feb 21, 2011, 02:14 AM

El día 26 de este mes se cumplen 10 años de la desaparición física de Arturo Uslar Pietri, uno de los intelectuales, políticos y servidores públicos más relevante del Siglo XX venezolano.


La prolífera obra de Uslar Pietri mantiene total vigencia, pero donde el mensaje de este ilustre venezolano reviste mayor actualidad es en el ámbito educativo, campo en el que fue muy activo desde tempranos años de su prolongada y productiva vida.


En efecto, con apenas 30 años, se desempeñó como ministro de Educación durante los últimos dos años del gobierno del general Eleazar López Contreras y, pese a las restricciones presupuestarias de entonces, en una Venezuela que recibió con 80% de analfabetismo, Uslar impulsó la creación de escuelas primarias, escuelas normales y programas intensivos de capacitación del magisterio y logró la aprobación de una novedosa Ley Orgánica de Educación, que aseguraba la gratuidad y la obligatoriedad de la educación primaria elemental. Todo ello mientras se desempeñaba como profesor de la Cátedra de Economía Política en la Universidad Central de Venezuela, en donde fue cofundador de la Escuela Libre de Ciencias Económicas y Sociales y de la Cátedra de Literatura Venezolana, publicando en 1945 el primer texto de economía venezolana que se editaba en el país.


Uslar se adelantó a las ideas educativas de la Unesco, cuando cinco décadas antes de que se publicara el famoso informe Delors sobre la educación para el Siglo XXI, ya predicaba que una de las grandes misiones de la escuela debía ser la de "enseñar a vivir" y señalaba la necesidad de vincular la educación y sus instituciones al mundo real; insistiendo más tarde que la escuela debía incorporarse a la ciudad global contemporánea, apoyada en los novedosos medios de la comunicación y la informática que ya estaban surgiendo como características de la sociedad de la información y el conocimiento. Por eso fue pionero, quizás a escala mundial, de una nueva visión de informar y educar, cuando desde finales de 1953 inició su reconocida serie televisiva "Valores Humanos", coloquio semanal que mantuvo en forma continua por casi tres décadas, con más de mil emisiones sobre diversos temas del pensamiento y la creación humana, que representaron lo que podríamos considerar como un novedoso esfuerzo de universidad virtual.


Entre 1975 y 1979, Uslar se desempeñó como embajador de Venezuela en la Unesco, organización en la que llegó a ser director general adjunto, y a partir de 1985 coordinó la comisión presidencial para la reforma educativa, integrada por tres ex ministros de Educación, cuatro rectores de universidades públicas, el rector de la Universidad Metropolitana y otras personalidades expertas en el área, quienes durante 17 meses trabajaron activamente bajo su conducción y presentaron, a finales de 1986, el informe "Educación en Venezuela: problemas y soluciones", un cuerpo de recomendaciones y conceptos para una reforma integral de la educación en Venezuela, desde el preescolar hasta la universidad, señalando la grave crisis del sistema educativo y la perentoria necesidad de profundas reformas para mejorar la calidad y la eficiencia de éste, adaptándolo a las necesidades reales del país y atacando el grave problema de la deserción escolar.


La universidad y sus reformas fue un polo permanente de la atención del Uslar educador para quien era fundamental gerenciar esta institución con criterios de eficiencia y producir una educación superior para la productividad, incluyente, pertinente y de excelencia, entendida ésta no como una cosa elitesca sino para lograr que cada uno se esfuerce en lo mejor que pueda hacer en su nivel y en su campo y para formar los hombres que el país necesita para su desarrollo. Uslar afirmaba que todos podemos ser excelentes en lo que hacemos si nos empeñamos en vencer la cultura de la mediocridad, y agregaba que si no se tiene una educación de primera clase, no se puede tener un país de primera clase.


A 10 años de su ausencia, recordamos al Uslar que en mayo de 1999, en el ocaso de su vida y en sus palabras de inauguración de la Cátedra de Economía Venezolana, de la Universidad Metropolitana, nos dice: "Quiero ratificarles que la pelea es hoy más abierta que nunca, que la necesidad de un cambio de mentalidad del venezolano es más importante que nunca, que el país rentista no tiene posibilidad ninguna de continuar y que tenemos que ponernos todos al empeño de convertirnos en un país productivo por medio de la educación, por medio de la infraestructura, por medio de una nueva mentalidad; es decir, aquello que yo me permitía sumar como una consigna hace ya muchísimos años: sembrar el petróleo".


Un mensaje que mantiene plena vigencia, cuando en Venezuela se ha profundizado el rentismo petrolero y se desarrolla un debate para una nueva Ley de Educación Superior.


El Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Uslar Pietri (Celaup), de la Universidad Metropolitana, recordará la obra del gran humanista con una serie de conferencias y foros que se realizarán durante la semana y a partir de este lunes al mediodía, en el Auditorio Manoa de dicho centro, según la siguiente programación: Lunes: El caudillismo en Venezuela; martes: La educación en el Siglo XXI; miércoles: Uslar un divulgador del conocimiento; jueves: El petróleo y el rentismo en Venezuela. La entrada es gratis y en cada evento está prevista la proyección de un corto video de la serie Valores Humanos.
 
 José I. Moreno León
 
http://www.elmundo.com.ve/Default.aspx?id_portal=1&id_page=15&Id_Noticia=47554

Uslar Pietri hacía que el venezolano estándar dejara de ver la novela


Ciudad 24 Feb 2011
07:04 am - Por Ariana Guevara Gómez


"Uslar Pietri hacía que el venezolano estándar dejara de ver la novela"


Una década sin Uslar Pietri El escritor enseñaba a través del programa televisivo Valores Humanos y de la columna "Pizarrón" que se publicaba en El Nacional


La abuela del escritor Enrique Viloria Vera aprendió muchas cosas del programa de televisión Valores Humanos de Arturo Uslar Pietri. Cuando ella escuchaba el tema que exponía el intelectual venezolano en la televisión, le decía a su esposo que comprara algo sobre el asunto y se lo leyera. Viloria cuenta que la anciana no tenía la capacidad de leer una línea, pero se convirtió en una especialista en Goya. Durante esos 20 minutos de enseñanzas, también se olvidaban de las diferencias políticas entre los esposos.


Edgardo Mondolfi, profesor de la Universidad Metropolitana y estudioso de la obra de Uslar, afirmó que hay dos aspectos que se desprenden de esa anécdota. Uno, que los programas televisivos del intelectual ¬que comenzaron a transmitirse por RCTV en 1953¬ servían para divulgar la cultura a la población: con un lenguaje sencillo, se explicaban temas complejos de historia, de actualidad venezolana o se mostraba la trayectoria de personajes importantes. Dos, que la figura del escritor inspiraba respeto y trascendía cualquier pleito político.

El papel de este venezolano en la transmisión de la cultura y en el fomento de la reflexión fue analizado ayer en el foro "Uslar: un divulgador del conocimiento. `Pizarrón' y Valores Humanos ", que se realizó en la Universidad Metropolitana como parte de las actividades de la Semana Arturo Uslar Pietri. A través de estos foros, que comenzaron el 21 de este mes y culminarán hoy, se conmemora el décimo aniversario de la muerte del escritor.


Valores en la pantalla chica. El locutor Henrique Lazo trabajó durante 6 años en el programa Valores Humanos.


Durante ese tiempo, dijo en su conferencia, se realizaron 300 producciones. "Uslar fue un gran iniciador, un promotor de la cultura. La gente veía su explicación sobre El Greco, por ejemplo, y al día siguiente buscaba información". Agregó que en un estudio que hicieron se comprobó que la mayor audiencia se concentraba en los estratos bajos de la población.


Antonio Pasquali, investigador del área de la comunicación, aseguró en su ponencia que Uslar era un gran líder de opinión. Era, a su juicio, un hombre de cultura, quizás el número uno del país, que hablaba por la televisión. La página web del canal RCTV indica que, después, la serie se transmitió en Venevisión desde 1968 hasta 1983.


"Arturo hacía que el venezolano estándar dejara de ver la novela para concentrarse en un programa sobre la guerra de los treinta años. Y allí se quedaban. Ese era el milagro: el poder de la voz humana", apuntó Pasquali. Lazo aseguró que Uslar Pietri tenía el don de hablar, de interesar a la gente con su forma de expresarse.


Pasquali afirmó que el discurso de Uslar Pietri era moralista: decía cosas fuertes sobre el país y criticaba, pero sabía cómo hacerlo. "Ojalá que algún día salga el sucesor de Uslar. Jorge Olavarría pudo serlo.


Arturo fue la voz insuperable que resonó en nuestra radio y televisión".


Pizarrón de papel. Uslar Pietri plasmó su pensamiento en la columna `Pizarrón' que se publicaba en el diario El Nacional. Mondolfi refirió que el escritor colaboró con la prensa en distintos momentos y con algunas interrupciones. `Pizarrón' nació en la década de los setenta y terminó a finales de los noventa. "Uslar fue el columnista más consecuente y prolongado en la historia de ese periódico", dijo.


Aseguró que en los escritos se planteaban temas diversos: desde la política de Ronald Reagan hasta Goya. "Nunca fue monótono ni monotemático". Y el espíritu era absolutamente didáctico. El lector entendía fácilmente cualquier tema. De ahí el nombre que llevaba la sección porque, en ese espacio, lo difícil se hacía comprensible.


http://www.el-nacional.com/www/site/p_contenido.php?q=nodo/187210/Ciudad/Uslar-Pietri-hac%C3%ADa-que-el-venezolano-est%C3%A1ndar-dejara-de-ver-la-novela-

Hablando de Uslar

Hablando de Uslar



Su actividad política nutrió la construcción de los personajes en sus novelas históricas


HENRIQUE LAZO
EL UNIVERSAL


domingo 27 de febrero de 2011 12:00 AM


Hace diez años Arturo Uslar Pietri se despidió del siglo XX y nos dejó una obra humanística extensa que reconforta a todo aquel que se acerque a su legado. Cuentos, novelas, ensayos, programas culturales de televisión, obras de teatro, artículos en la prensa, charlas y discursos. El autor de la "Isla de Robinson" siempre se hizo presente en la improrrogable tarea de democratizar el acceso a la cultura. En sus tiempos, todavía la Internet no había tomado la palabra.


La posibilidad de informarnos que nos permite La Red era inimaginable en la mocedad de Don Arturo y solo aquellos que tenían una sustanciosa biblioteca en su casa o en la de un familiar cercano podían disfrutar la aventura del conocimiento. La otra opción eran las bibliotecas públicas y los fondos requeridos para pagar su reproducción. Estar informado, ser culto, era casi un privilegio. Hoy en día, las redes sociales le han abierto a cinco mil millones de personas las puertas del saber.


Arturo Uslar Pietri dedicó la mayor parte de su vida a colaborar con la formación cultural de su época. Casi ningún tema le era ajeno. A través de sus charlas televisadas despertaba el interés por la cultura y de una manera sencilla y accesible a los jóvenes, se especializaba en relatar los valores de los seres humanos, sus logros y su contribución a la humanidad. Su actividad política nutrió la construcción de los personajes en sus novelas históricas, pero cuando la literatura se mezcla con la política, pierde la literatura.


Trabajar junto a Arturo Uslar Pietri durante seis años produciendo y dirigiendo la serie "Valores Humanos" que se transmitía por televisión, en radio y se publicaba en la prensa, fue una experiencia extraordinaria. Conversar con el autor de "Una visita en el Tiempo" -Premio Rómulo Gallegos- cada semana, era compartir con un excelente profesional, un ciudadano al que le gustaba actuar correctamente y un buen amigo. La diferencia de edad la transformamos en una ventaja.

Twitter @henriquelazo

sábado, febrero 26, 2011

Acerca de La isla de Robinson


“La isla de Robinson” es una semblanza única de Simón Rodríguez. La pluma magistral de Arturo Uslar Pietri le ofrece al lector una visión particular del hombre, el maestro, el idealista, el soñador, el solitario, el amigo de Bolívar…En este libro se mezclan momentos cruciales de la Independencia de Venezuela con las vivencias y miserias de uno de los personajes mas incomprendidos de nuestra historia, antes y ahora.

Acerca de Oficio de Difuntos



Oficio de difuntos (1976) es una reflexión literaria sobre el caudillo criollo de origen rural. Uslar Pietri reconstruye el vacío histórico sufrido por Venezuela durante la dictadura de Juan Vicente Gómez (1903-1935), cuya realidad estuvo plagada de errores. Mediante un penetrante análisis psicológico el autor pone al descubierto los mecanismos que fueron despertando en el dictador la ambición de poder y la maduración de los medios necesarios para conseguirlo a través de los distintos cargos que ocupó. Pero el arte del novelista, a través de la ironía y del humor, consigue crear la distancia necesaria para componer una deslumbrante farsa de sátira política.

Acerca de Estación de Máscaras








Estación de máscaras, 
de Arturo Uslar Pietri
Por Eduardo Casanova
20/06/2005
1.  El tiempo perdido.

Estación de máscaras es la continuación de Un retrato en la geografía.  Debería haber formado parte de una trilogía  (que también pudo ser una tetralogía)  que Arturo Uslar Pietri llamó con un título tomado de Juan de Mena  (Laberinto de fortuna)  y que se quedó en sólo dos tomos, debido a que, por una parte, Uslar Pietri inició la aventura de escribir Laberinto de fortuna con una finalidad política que se frustró en 1964 y, por la otra, a que Uslar Pietri se sintió mal ante el silencio o el rechazo de la crítica venezolana y, así como Enrique Bernardo Núñez ante el absurdo silencio con que fueron recibidas sus novelas Cubagua y La galera de Tiberio, decidió no volver a escribir ficción, Uslar tomó la determinación de no componer una novela más en el resto de sus días.  Por fortuna, no mucho después recapacitó y nos obsequió el resto de su obra novelística, en especial Una visita en el tiempo, que recibió el Premio Rómulo Gallegos en 1991  (ocasión en la que formé parte del jurado que lo decidió).

En Estación de máscaras, a diferencia de la primera del ciclo, el autor utiliza con mucho dominio varias de las técnicas que poco después usarán Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes et al, y que caracterizarán en buena las novelas del mal llamado Boom de la narrativa latinoamericana.  Así, Uslar Pietri juega con el tiempo, aplica técnicas cinematográficas como el Flash back y convierte al lector en parte muy bien integrada del proceso de comprensión del material que tiene frente a sí.  El comienzo de la acción  (y uso deliberadamente el término cinematográfico)  corresponde al momento en que Álvaro Collado, el protagonista de Un retrato…, inicia a bordo de un trasatlántico su viaje de regreso a Venezuela  (p. 9).  Los referentes temporales que aporta el autor nos hacen entender que deben haber pasado unos diez años desde que Collado salió de La Guaira huyendo de la posibilidad de ir a prisión por haber estado entre los que dispararon cuando la policía intentó tomar la Universidad Central de Venezuela  (y que debe entenderse como la manifestación del 14 de febrero de 1937), acción en la que murieron un estudiante  (que en la vida real fue Eutimio Rivas)  y un policía, Lázaro Agotángel, que bien puede haber caído a causa de un disparo hecho por Álvaro.

2.  El lenguaje.

Quien haya leído previamente Un retrato en la geografía, descubrirá, desde el primer renglón de Estación de máscaras, que hay un deliberado cambio de estilo.  Ya no es el lejano al "arte literario" ni el estupendo barroco con que abría la primera novela: Ese mugido profundo y tembloroso que hace vibrar los cristales de las copas y las maderas de las sillas, sordo, poderoso, bronco, no es el del dragón del tiempo que agoniza, es el de la sirena del barco que ha desatracado y comienza a deslizarse río abajo, hacia el océano  (p. 9).  Allí, además de una excelente prosa, hay acción, hay desplazamiento, hay concreción.  El lector siente las vibraciones del cristal y la madera, y siente el movimiento de la enorme masa del trasatlántico que se desliza, río abajo, hacia el mar abierto.  El lenguaje utilizado por Uslar Pietri está muy lejos del estilo barojiano, a su vez lejano al "arte literario", que domina casi todo el espacio de Un retrato…  Por el contrario, Uslar Pietri se interna de lleno en el "arte literario", hasta en los diálogos, de los cuales puede haber abusado deliberadamente en la novela anterior, pero en Estación… son manejados con técnicas cinematográficas muy bien aplicadas.  En las páginas siguientes, mediante varios recursos literarios, se recrea lo ocurrido a lo largo de los diez años en los que Álvaro estuvo autoexilado.  El siguiente capítulo  (p. 13)  le presenta al lector al otro protagonista de la obra: Lázaro Agotángel, el hijo del policía muerto.  También con recursos de esa novelística que después conquistaría los mercados internacionales, Uslar Pietri desarrolla lo que fue la vida del hijo del policía desde que la familia Collado se encargó de su educación y hasta lo empleó, a pedido del que creía haber matado al padre.  Es interesante ver que la "redención" del joven que hasta quedar huérfano había vivido un una zona marginal de Caracas, en uno de esos barrios miserables, cuyos habitantes eran, en general, campesinos ineducados que habían migrado a la ciudad, y que vivía una vida lindante con la delincuencia y sin muchas posibilidades de desarrollarse, no produce un trabajador sano ni un hombre de bien, no logra que el personaje se convierta en una persona realmente útil a la sociedad, como habría podido esperarse de acuerdo con las tesis positivistas que aún imperaban en los años de las décadas de 1950 y 1960, sino que produce un ser astuto, trepador, oportunista, a quien le interesa por encima del todo el poder adquirido a toda costa, sin cortapisas morales, como veremos después.  En los capítulos siguientes Uslar Pietri va saltando en el tiempo, hasta concentrarse en lo que va a ocurrir en la novela, en una seguidilla interesantísima de hechos en informaciones  (pp. 60 y siguientes)  que centran la atención del lector en la acción, en el argumento, en la trama.

Es importante señalar que la crítica literaria del momento no le reconoció esos méritos, que son evidentes, a Uslar Pietri.  Poco después se derretiría ante los libros del Boom, sin aceptar que el uso de la narrativa no lineal y muchos otros elementos los había usado Uslar Pietri con especial éxito en la primera mitad de la década de 1960, lo cual debería haber sido más que suficiente para que su éxito no fuera "relativo", como señaló el crítico venezolano Domingo Miliani años después.  Y muchos años después, en 1985, en un foro en la Biblioteca de la Universidad Nacional Autónoma de México, sostuve la tesis de que desde 1928 Venezuela no ha tenido una verdadera crítica literaria  (con muy notables excepciones), y eso perjudicó notablemente a los novelistas venezolanos, puesto que, visto desde afuera, parecía que el país no tuviera ningún movimiento novelístico importante, y tres "críticos literarios" venezolanos, que estaban presentes, rechazaron fuertemente mis planteamientos, pero otro crítico, auténtico crítico literario, no precisamente venezolano, sino uruguayo y ubicado en el ranking muy por encima de aquellos tres, se paró a apoyarme y terminó diciendo que si los venezolanos no defendíamos a nuestros autores, nadie lo iba a hacer por nosotros: Emir Rodríguez Monegal.  Y eso fue lo que pasó con esta gran novela de Uslar Pietri: debido a la indiferencia y hasta a la hostilidad de la poco sólida crítica literaria venezolana, que tenía muy pocas excepciones, fue en su momento un esfuerzo perdido.

3.Los protagonistas.

Desde el primer capítulo, el autor parece haber decidido que esta segunda novela de Laberinto de fortuna va a tener dos protagonistas;  Álvaro Collado y Lázaro Agotángel, pero a la larga el verdadero protagonista seguirá siendo Álvaro Collado.  Como dije en mi trabajo sobre Un retrato en la geografía, el modelo que Uslar Pietri usó para dibujar su Álvaro Collado fue Eduardo Casanova, yo.  Pero no era un modelo nada sencillo.  En aquellos días, entre 1958 y 1962, cuando se escribió Un retrato…, yo formé parte de un grupo de jóvenes intelectuales, componedores del mundo, en donde estaban María Antonia Frías  (la joven pianista, hija de Carlos Eduardo Frías, el mejor amigo de Uslar Pietri, y de la escritora Antonia Palacios;  María Antonia murió no mucho tiempo después a causa de una diabetes), María Elena Coronil  (hija de los eminentes médicos Fernando Rubén Coronil y Lya Imber), Beatriz Gerbasi  (hija del gran poeta Vicente Gerbasi), Alonso Palacios  (hijo de Inocente Palacios, importante dirigente de la izquierda venezolana en tiempos de Gómez y de López Contreras), Antonio Padrón Toro  (hijo del novelista Julián Padrón), Martín Toro  (hijo del médico y humanista Elías Toro) y varios etcéteras notables.  Quizás yo era casi el único que no era hijo de algún intelectual o de algún político o científico, y de hecho era casi el único que no tenía relación alguna con el "Sindicato de la Inteligencia", que era como se llamaba al amorfo grupo de intelectuales formado por Miguel Otero Silva, Isaac J. Pardo, Mariano Picón Salas, Alejo Carpentier, Inocente Palacios, Josefina Juliac, María Teresa Castillo, Elías Toro, Augusto Márquez Cañizález y otros etcéteras notabilísimos, y que a veces incluía a Arturo Uslar Pietri y Carlos Eduardo Frías.  Nuestro grupo de jóvenes intelectuales se sentía "ala juvenil" de ese "Sindicato", y hasta editó un periódico llamado "Hontanar", que es donde nacen los ríos.  Pero el Eduardo Casanova, modelo para dibujar a Álvaro Collado, también frecuentaba un grupo de jóvenes frívolos, que se reunían simplemente a hablar tonterías y a bailar en "picoteos", en fiestas de adolescentes sin complicaciones.  Y también era parte de un tercer grupo que estaba a medio camino entre los otros dos, y que fue el origen de los "Araguatos" del partido socialcristiano Copei, y de la "Izquierda Cristiana" de los años 60.  Además era amigo muy cercano de Arturo Uslar Braun, y como tal conversó muchísimas veces con Arturo Uslar Pietri, especialmente acerca de literatura y libros.  Y de política.  También, con Arturito, Reinaldo Figueredo y Federico Márquez, formó una pequeña pandilla que hizo más de una travesura en las noches caraqueñas, o estudió equitación, o estudió música.  De modo que, obviamente, el modelo que escogió Uslar Pietri era complicadísimo y muy difícil de dibujar.  Para colmo, en los últimos días de la dictadura de Pérez Jiménez, el modelo se integró a un grupo que realizó actividades muy cercanas a la guerrilla urbana y al terrorismo  -lucha armada-  que impresionaron mucho a Uslar Pietri, y que debe haber sido lo que lo llevó a colocar en manos de Álvaro Collado el revólver que puede haber matado al agente Lázaro Acotángel.  Pero hay que acotar algo: entre 1962 y 1964, es decir, durante el lapso en que Uslar Pietri escribió Estación… el modelo cambió radicalmente y se centró en sí mismo, se casó con Natalia López Arocha, hija de unos antiguos amigos de Arturo e Isabel Uslar, pero que no tenía relación alguna con ninguno de los grupos en los que se había movido el modelo hasta entonces, y el modelo, además, tuvo sus dos primeros hijos y, en 1964, asumió un autoexilio que lo llevó a vivir cuatro años en Argentina y tres en Dinamarca, y quizás ese cambio radical sea la causa de que el Álvaro Collado de Estación... se aleje bastante del modelo, aunque también hay en la segunda novela un elemento nuevo: que Uslar Pietri empieza a ubicar en Álvaro Collado muchos elementos de sí mismo, dudas, ideas, pensamientos, casi todos ellos muy prudentes y con poca relación con la personalidad que le había atribuido a Álvaro Collado, con lo cual el personaje Álvaro pierde muchos de sus atributos y no pocas características.

Y  ¿quién es Lázaro Agotángel?  En Un retrato en la geografía, en el capítulo en que Álvaro está refugiado en la biblioteca de un anciano nominalista, al tratar de definir por su nombre a Lázaro, se desconcierta porque el apellido del personaje debe ser la deformación de Agatángel, que se relaciona con el mensajero, de modo que el nombre Lázaro, que fue el resurrecto, y la condición de mensajero, de portador del mensaje, hacen del hijo del policía muerto algo así como el resucitado  (es el padre, policía, habitante de barrio marginal, que tiene una segunda oportunidad), portador del mensaje de un país nuevo, del país dominado por el petróleo, o por los efectos negativos del petróleo.  Y es a ese complicado personaje a quien Álvaro Collado quiere redimir, quiere sacar de la oscuridad.  Pero algo ha fallado y Lázaro, que fracasa como estudiante de la escuela de artes y oficios y como mensajero del bufete del cuñado de Álvaro, se convierte en un personaje nada recomendable, que tiene algo de la picaresca española y es capaz de cualquier tropelía, hombre a quien sólo le interesa el éxito material y, sobre todo, el poder, lo que nos dice que el país petrolero va muy mal, que los valores morales han desaparecido.  Pues bien, el modelo de Lázaro Agotángel no es otro que Pedro Estrada, el todopoderoso amo de la Seguridad Nacional, a quien Uslar Pietri conoció cuando era algo así como mensajero de un banco, personaje subalterno y servil, y que supo trepar hasta llegar a ser uno de los amos del país en la triste década de 1950.  Pero no es sólo Estrada, sino que hay en él otros sujetos, adulantes de los militares, despreciadores de la democracia, oportunistas, lo cual le da a la novela una especial vigencia por el tipo de gente que "se montó en el coroto" en Venezuela a partir de 1998.

Los otros personajes, salvo Sibila, la hija de Zulka Reyes, e Igor Pérez, en hijo de Oromundo Pérez, que aparecen por vez primera en esta novela, son los mismos de la otra novela, diez años mayores, pero más o menos con las mismas características.

3. La película.

Con Estación de máscaras Arturo Uslar Pietri logra plenamente lo que ya era el desideratum de Gabriel García Márquez: hacer una novela 100% cinematográfica, escribir una novela que a la vez sea una película.  Los diálogos son eficientes y muy cinematográficos, las descripciones bien podrían ser acotaciones de un guión, hay primeros y segundos planos claramente definidos, hay juegos de iluminación, hay paneos, hay todo lo que caracteriza una muy buena película.  Y la trama, el argumento de la película, se lleva a la pantalla con notable validez.
                a trama, el argumento de la película  (la novela)  no es nada complicado: Álvaro Collado, después de diez años de autoexilio, en los que se dedicó a estudiar, regresa al Venezuela, que después de los gobiernos de Eleazar López Contreras  (1935-1941)  y de Isaías Medina Angarita  (1941-1945), cayó en el trienio de Acción Democrática  (cuya mención Uslar evita cuidadosamente), producto del un golpe de estado.  En el tiempo en que regresa Collado hay un claro ambiente golpista  (p. 82), el ejército se prepara a tomar el poder, y uno de los personajes más notorios de ese ejército es un retaco oficial, de apellido Maldonado  (que es Marcos Pérez Jiménez)  a quien Álvaro vio fugazmente en un burdel muchos años atrás.  Álvaro se encuentra por fin con Lázaro Agotángel, el hijo del policía muerto que se convirtió involuntariamente en protegido de Álvaro y su familia, pero no en un hombre de bien, sino en hombre de confianza y testaferro del militar Maldonado, y en un simple trepador de la peor especie, capaz de cualquier crueldad y, sobre todo, capaz de participar en cualquiera de los actos de corrupción que realizan los altos militares, él como testaferro de Abel Maldonado, y que caracterizará los diez años de dictadura militar que padeció Venezuela entre 1948 y 1958.  También se reencontrará Lázaro con Zulka Reyes, Zulka de Milvo, que en cierta forma representa a Venezuela en Un retrato…, pero que ahora tiene junto a sí a una joven bellísima, su hija Sibila, que es la Venezuela posible de que tanto habló Uslar en sus ensayos y en sus discursos.  Zulka  (Venezuela)  está más madura, menos atractiva, pero su hija, la Venezuela posible, con quien previamente Álvaro mantuvo un diálogo excelente  (p. 89), tiene aún más atractivos para Álvaro  (para la juventud venezolana, que es el objetivo de Uslar Pietri en estas novelas).

Álvaro es presionado por su cuñado Verrón, por su hermano mayor y por varios amigos para que participe en los posibles negocios del Comandante Maldonado, en los que su contraparte, Lázaro Agotángel, es pieza fundamental.  Yo te tengo que presentar al Comandante  -le dice Agotángel a Collado-.  Te va a gustar.  Es un jefe.  Y sabe apreciar a los hombres  (p. 99).  Álvaro prefiere no responder.  Allí está claramente señalado uno de los peores defectos de la Venezuela de entonces  (y de 1998 en adelante): el Jefe.  El caudillo, el militarote.  Algo que debería haber desaparecido con la imposición del sistema democrático, pero que subsistió y reapareció con toda su fuerza en 1998.  Uslar Pietri, en 1964, lo predijo.  A renglón seguido reaparece en la pantalla el escritor Luis Sormujo, el de la "u" de Uslar, y se hace evidente que Uslar Pietri ya no se identifica en absoluto con él: Tenía más asomante la quijada y mostraba, casi dolorosamente la esclerótica de los ojos por entre los párpados descolgados de perro viejo.  (…)  Cambiaba de librea política sin gran esfuerzo.  Estaba ahora de embajador en un país del sur  (p. 102).  Y, sin embargo, pone en su boca expresiones que revelan la opinión del autor sobre el país del que tuvo que exilarse en 1945;  habla de "aguas de cloaca que han inundado este país", al que califica de "piara de váquiros hambrientos que se entredevoran a falta de mejor ocupación", etcétera.  Pero en esa escena, lo más revelador es lo que dice Sormujo, el de la "u", cuando Álvaro le habla de su obra  (de Sormujo) literaria: La miran con respeto, chico, pero no la leen.  Y si la entienden le cogen miedo a uno, y es peor.  A mí siempre han procurado tenerme lejos.  Mientras más lejos mejor.  Cuando Venezuela acredite una Embajada en el Polo Sur, allí me mandarán a mí  (p. 103).  ¿Se requiere explicar lo que está dicho en esas líneas?  Tampoco hay que explicar las estupendas escenas de película, de muy buen film de autor, que siguen al encuentro entre Álvaro y Sormujo.  Revelan a un Uslar Pietri buen observador y excelente narrador, que presenta, mediante paneos y tomas de distancia la realidad del país: los jugadores de dominó  (entre quienes está el hombre fuerte, el Comandante Maldonado), las señoras elegantes que hablan naderías, los personajes caricaturescos que forman una Corte de los Milagros.  Y entrelazados en esa corte están Lázaro y Álvaro, que cuando el otro le pregunta si juega, le responde que muy poco, pero podría haberle contestado, en palabras del narrador, (en las que es muy importante una de las tesis de Sormujo, el de la "u"), que no había hecho otra cosa.  Todo había sido azar en su vida, como en la de Lázaro.  Las dos habían sido determinadas por un mutuo azar.  O decirle, con la teoría de Sormujo, que allí todos jugaban, sin saberlo, y que toda la historia del país era una larga partida avarienta.  Un envite.  Los soldados de Alfinger jugaban a las tabas.  Pero Lázaro no sabría lo que eran las tabas, ni quién fue Micer Ambrosio.  Cada huesecillo tenía cuatro caras.  Era todo lo que se necesitaba para el azar.  Y cada cara un nombre.  Hoyo, tripa, carne.  De eso sí debía saber Lázaro.  Y culo.  Podría soltarlo delante de Zulka  (p. 109).  Y a renglón seguido se produce el segundo encuentro entre Álvaro y Sibila, la hija de Zulka, que está entre adolescentes pero sin dudarlo se enfrasca en una estupenda conversación con el que, sin duda, le causa un especial interés.

Luego, el lector-espectador verá pasar ante sus ojos una serie de escenas cargadas de interés, en las que Uslar Pietri reproduce un ambiente que no conoció, puesto que estaba exilado en New York, pero que muchos parientes y amigos le reconstruyeron cuando regresó a Venezuela, en la primera mitad de la década de 1950.  Es el ambiente previo al golpe de estado de 1948, en el que el Comandante Maldonado  (Pérez Jiménez)  es rodeado de adulantes y logreros, entre quienes el primero es Lázaro Agotángel.  El protagonista, Álvaro Collado, en quien Uslar Pietri ha colocado ahora buena parte de su propia realidad, se deslinda radicalmente de Agotángel: Ésta es la revolución de Lázaro  -declara con furia-, de lo que él es, de lo que él representa.  Una gentuza sin ideas, sin principios, que quiere ponerle "la mano al coroto", como dicen ellos.  La verdad de lo que hay allí es Lázaro y sus apetitos y sus impulsos.  Yo no voy a servirle a Lázaro  (p. 123).  Una declaración de principios que bien habría podido hacer en 1999 o en el 2005, en lo cual el escritor Arturo Uslar Pietri cumplió plenamente con el papel que deben tener los escritores: el de conciencia de su sociedad.  Unos renglones después, Uslar Pietri hace explícito el papel que le atribuye a Zulka de Milvo, Zulka Reyes, cuando pone en labios de Álvaro, que dialoga con Zulka, estas palabras: En una época llegué a pensar que mi país tenía tu rostro  (p. 126).  Después Álvaro querrá escaparse de lo que va a tener que vivir y se refugia en el estudio de un pintor, Rafael Lamas  (Héctor Poleo), en el que no se habla de política  (p. 134).  Luego llegará, inevitable, el golpe de estado  (p. 136).  El Comandante Maldonado no preside al Junta de Gobierno, y eso mitiga un poco la euforia del grupo de adulantes que lo rodea, y es allí cuando se inicia el verdadero carnaval, la verdadera estación de máscaras, representada por los contratos y los negocios que se anuncian en la celebración del golpe, en la que brindan alegremente por el "hombre fuerte", el Comandante Abel Maldonado  (p. 140).
Hay que recordar que la intención de Uslar Pietri al escribir estas novelas no era estricta o puramente literaria.  Quería enviar un mensaje claro a la juventud venezolana, que debía sentirse representada inicialmente en Álvaro Collado y después en Sibila Milvo.  Por eso ese deslinde tan radical con Lázaro Agotángel, que representa la barbarie, el caudillismo, lo primitivo venezolano, que entonces Uslar Pietri encarnaba en los adecos y los militares que tumbaron a Medina Angarita y en los militares que tumbaron a los adecos.  Eso hace muy importante la trama amorosa que empieza a armarse del capítulo 25  (p. 143 y siguientes)  en adelante.  Porque Sibila, que es la Venezuela joven, es codiciada por Igor Pérez, hijo de Oromundo, otro trepador primitivo, que representa la vieja política.  Álvaro visita la casa de Zulka y Sibila, y conversa con Zulka mientras Sibila recibe a Igor en el porche.  Zulka llama a su hija para que salude a Álvaro, y la descripción que hace Uslar Pietri no puede ser más expresiva ni más cinematográfica: Zulka los llamó para que vinieran a saludar a Álvaro.  Entró con Sibila un hálito de salvaje pureza.  Al mirar parecía iluminar con los ojos.  Igor con su cara de gato, con sus orejas puntiagudas y separadas, sonreía sin hablar.  La ancha quijada era la misma de su padre  (p. 143).

A partir de ese instante, la acción empieza a cerrarse en torno a la pareja que van a formar Álvaro Collado, la juventud venezolana que ha madurado, y Sibila Milvo, la Venezuela posible, la Venezuela renovada, optimista, la Venezuela que debe ser.  Desde luego que hay varias tramas secundarias que se desarrollan paralelamente, pero el interés del lector-espectador se centra en el progreso de la novela de amor, que no novela rosa, que el autor-director empieza a ofrecer  (realizar)  a partir de ese encuentro y los sucesivos.  Quizás el momento culminante del inicio de esa relación se produce durante una discusión entre Sibila e Igor, en la que Sibila manifiesta  (tácitamente)  que cree en el diablo, lo cual es rechazado por Igor que busca algún apoyo en Álvaro, sólo para descubrir que Álvaro también cree en el diablo  (p. 140), lo que da pie a que poco después, en diálogo entre Álvaro y Sibila, Sibila declare que no le gustan ni Lázaro Agotángel ni Igor Pérez  (la Venezuela joven declara que no le gustan ni la Venezuela primitiva, caudillista ni la gente que sigue a los caudillos primitivos), y Álvaro  (la juventud que ha madurado)  se atreva a preguntarle:
-Ahora me pica la curiosidad de saber algo.  ¿Y yo?  ¿Me pones en la misma categoría de Lázaro y de Igor?
Sibila hizo un gesto de sincero asombro.  Iba a protestar con vehemencia pero algo pareció detenerla.  Se serenó, bajó el tono de voz y le dijo como si le revelara un secreto:
-No.  Tú eres distinto.  Tú crees en el diablo  (p. 151)

"Corten, se imprime", habrá dicho el director.  La escena salió perfecta.  Cupido hizo muy bien su trabajo.  La suerte está echada.

En las páginas 154 y siguientes hay una "escena" que para mí tiene especial importancia, no sólo por su calidad literaria  (cinematográfica), sino por una razón muy especial  (aunque hay otra que explicaré después).  La razón muy especial es que, independientemente de la infidencia de Arturito Uslar  (Braun), me prueba más allá de toda duda que si fui yo, Eduardo Casanova  (Sucre)  el modelo que utilizó Arturo Uslar Pietri para darle vida a su personaje Álvaro Collado, pues el final de la "escena", la parte que podríamos calificar de erótica, muy bien narrada por Uslar Pietri, es algo que me ocurrió a mí a mediados de 1958 y que le conté a Arturo Uslar  (Pietri), entre horrorizado y divertido inmediatamente después de que ocurriera.  El buen novelista que era Arturo Uslar  (Pietri)  debe haber anotado lo que el joven de 18 años que había seleccionado como modelo para el personaje Álvaro Collado le contó y, con mucha gracia lo incluyó al final de la escena, que, como dije antes, tiene mucha importancia para mí y para cualquier lector, en la que Álvaro Collado se reúne con tres pintores, Narváez, Cabré y Poleo, Luis Sormujo, el de la "u", Centalla, que es Jóvito Villalba, un poeta vanguardista que hace palimpsestos y que no tengo la más leve idea de quién pueda ser, y una mujer, Isotta Gavio, que si sé perfectamente quién es, pero, por supuesto, no debo identificar públicamente por eso que para los españoles y descendientes de españoles es tan importante y que llaman caballerosidad, y, entre otras cosas, hablan de una novela que estaría escribiendo Álvaro Collado, que es Eduardo Casanova, pero en quien el autor de Un retrato… coloca, como ha venido haciéndolo a lo largo de la obra, características de sí mismo.  No hay que olvidar que la historia que le narré era la de un muchacho de 18 años, pero la que el novelista pone en su libro le sucede a un hombre de unos 32, edad que Uslar Pietri tenía en 1938, cuando probablemente pensara en escribir un libro como el que Álvaro Collado quiere escribir, y que describe así: Ya no somos el país rural de hacendados y peones, de guerrilleros y leguleyos que sigue apareciendo en nuestras novelas.  Nos hemos convertido en otra cosa y hay que reflejar eso en los libros.  La noción mágica de la realidad que el petróleo ha despertado en nosotros.  Tal vez una especie de epopeya primitiva.  La Odisea del venezolano que no puede regresar a su vida ordinaria perdido entre los dioses y los fantasmas malvados.  Todo ese delirio que nos posee.  Ser ricos sin trabajo, ni ahorro.  Alcanzar todo sin esfuerzo, los inmigrantes, los especuladores, los intermediarios, los traficantes de influencias, los peladeros que se convierten en urbanizaciones, la sensación de poderse topar en cualquier desván con una lámpara de Aladino.  Eso hay que buscar algún modo de decirlo.  Y de inmediato el joven Collado sugiere que esa novela podría llamarse "El laberinto" o "El Minotauro".  Es Uslar Pietri, que ahora se identifica con el personaje  - no con el modelo -  Álvaro Collado, y lo pone a decir lo que él quiere decir, a explicar el por qué de escribir Un retrato en la geografía y Estación de máscaras: El laberinto de fortuna. 

Volviendo a la trama, al guión, Álvaro Collado tendrá dificultades por haber asistido a una reunión subversiva, con Centalla, por lo que es llevado a la tenebrosa Seguridad Nacional, de donde lo saca el poderoso Agotángel.  El incidente servirá para que se establezca, ahora sí, definitivamente, la relación amorosa entre Álvaro y Sibila.  Sibila y Álvaro.

Y para no hacer demasiado largo este trabajo, y especialmente para no quitarle a los posibles lectores el debido suspense, digamos que el resto de la historia, que contiene momentos intensos e importantísimos, debe ser leído por quienes esto lean, y que sólo voy a destacar el Happy end que para su film quiso el autor–productor–director, y que con toda seguridad el lector–espectador va a disfrutar enormemente, pues está excelentemente logrado.  Al final de esa última escena del film, el autor–productor–director, absolutamente satisfecho con lo que los dos actores  (Álvaro y Sibila), el camarógrafo, el sonidista, los iluminadores, los maquilladores y todos los que tenían alguna función en el set, hicieron, dijo en voz alta, fuerte e inteligible: ¡Corten!…  ¡Se imprime!...  Y todos estallaron en una sonora ovación, seguros de que habían logrado una obra maestra, una verdadera obra maestra que merecía el aplauso general de la crítica y del público, así como todos los premios posibles en todos los festivales posibles.  Pero, por desgracia para el autor–productor–director,  para la novelística venezolana y para Venezuela en general, no fue así…

5.  Conclusión.


Estación de máscaras, tal como Un retrato en la geografía, fue maltratada por la crítica literaria de la década de 1960, que en cierta forma impidió que el público lector la apreciara en su justo valor.  Venezuela se convirtió en ese tiempo en el mercado ideal para el mal llamado Boom de la narrativa latinoamericana, movimiento enteramente comercial creado por la notable agente literaria catalana Carmen Balcells con el interesado apoyo del poeta y editor Calos Barral y el entusiasmo de tres críticos: los uruguayos Emir Rodríguez Monegal y Ángel Rama  (que se radicó en Venezuela)  y el peruano José Miguel Oviedo.  Los autores seleccionados para aquella aventura mercantil fueron cuatro: el peruano Mario Vargas Llosa, que mantenía en París un programa de radio y actuó como reclutador, como scout, el argentino Julio Cortázar, el colombiano Gabriel García Márquez y el mexicano Carlos Fuentes  (todos vivían entonces en París)  y posteriormente se agregó como socio menor el chileno José Donoso.  Muy injustamente se decretó que el guatemalteco Miguel Ángel Asturias  (que tuvo el consuelo de ganar el Premio Nobél de literatura)  y el cubano Alejo Carpentier quedarían afuera, y al venezolano Arturo Uslar Pietri se le descalificó de entrada.  La crítica venezolana, quizás por alguna de las realidades denunciadas por Uslar Pietri en Estación…, en vez de defender a los escritores venezolanos actuó con evidente servilismo y se dedicó a elogiar a los del Boom y a ignorar radicalmente a los venezolanos, en especial a Arturo Uslar Pietri, que había ofrecido en esos días esas dos excelentes novelas.  Casi por un accidente, y en parte gracias al trabajo tesonero de quien era su esposa entonces  (Mary Ferrero), Adriano González León estaría a punto de entrar en lo que alguien llamó el avioncito con cuatro asientos fijos y uno plegable que era el Boom, cuando su muy buena novela, País portátil, ganó el Premio Biblioteca Breve de Seix-Barral, el mismo premio con el que Vargas Llosa inauguró el Boom.  Pero el intento no llegó a mayores, quizás por falta de solidaridad de la crítica venezolana, pues González León merecía estar en el avión.  Se dijo entonces que los 4,5 novelistas del Boom eran "escritores comprometidos", de extrema izquierda, y que Europa no aceptaría a ningún escritor latinoamericano que no lo fuera, con lo cual Arturo Uslar Pietri quedaba automáticamente excluido de cualquier posibilidad.  No sé si eso era cierto, pero lo innegable es que, en la práctica hubo un veto que impidió que Estación de máscaras tuviera el éxito que merecía, pues su calidad es perfectamente equivalente a cualquiera de las novelas del Boom que aparecieron en aquellos mismos años.

Arturo Uslar Pietri ya no puede disfrutar del éxito que se le mezquinó en 1964, pero la literatura venezolana  -la narrativa venezolana-  debe ser resarcida, debe ser compensada por el daño que se le causó al negársele el éxito a una obra tan importante, tan bien lograda, como Estación de máscaras.  Es hora, pues, de revalorarla, de analizarla de nuevo y colocarla en la posición que se merece, no sólo en Venezuela, sino en todo el mundo hispanoparlante, y en el mundo entero.



http://www.eduardocasanova.com/html/od55.html

Acerca de Un retrato en la geografía


"Un retrato en la geografía", una de las novelas preteridas de Arturo Uslar Pietri
Por Eduardo Casanova
15/05/2005
1.  La mala suerte literaria de Arturo Uslar Pietri.
Arturo Uslar Pietri fue un hombre sortario en casi todo.  Pero uno de las ramas en la que no tuvo buena suerte fue en la literatura, que era una de las que más le interesaba en la vida.  A fines de julio de 1991, cuando fui parte del jurado que de dio a su última novela, La visita en el tiempo, el Premio Rómulo Gallegos, quedé francamente estupefacto cuando Arturo, al día siguiente de que se le participara la decisión, almorzando en la más estricta intimidad, me dijo que era esa la primera vez que se le reconocía en Venezuela como escritor.   Ciertamente, para los venezolanos, Uslar era un político o un hombre de televisión, y a casi nadie le interesaba su trabajo literario.  Las lanzas coloradas, una de las novelas más hermosas que se han escrito en Venezuela, fue prácticamente ignorada por la crítica y por el público cuando apareció en 1931.  Fue, junto con Cubagua, de Enrique Bernardo Núñez, parte del triste proceso de desaparición de la crítica literaria venezolana que se inició en 1928 ó 1929 y que ha continuado hasta nuestros días.  Se haría importante, y no en Venezuela sino en los demás países de habla hispana  (y muchos en los que se hablan otros idiomas)  cuando, debido a una serie de hechos que nada tenían que ver con la literatura, fue publicada en Argentina por la Editorial Losada y, por ello, conocida y ampliamente apreciada fuera de Venezuela.  En efecto, Uslar Pietri se había sentido despreciado, dejado de lado, como escritor, y se había dedicado a la política, con lo que llegó a ser uno de los personajes más notables de la naciente democracia venezolana, ministro de varias carteras en los gobiernos de López Contreras (1935-1941) y Medina Angarita  (1941-1945)  y hasta posible candidato a la Presidencia en 1945.  Pero el cuartelazo que tumbó a Medina Angarita aventó a Uslar Pietri al exilio, a Nueva York, en donde se ganó el afecto y la amistad de don Federico de Onís, el gran investigador y crítico literario salmantino, que también estaba exilado pero por otra realidad, y que de inmediato apreció la calidad de la obra literaria de su joven compañero de infortunio.  Onís lo puso en contacto con Gonzalo Pedro Losada, otro exilado español que vivía en Buenos Aires y ya había organizado una de las más importantes editoriales de este lado de la Mar Océana.  Así renació, y de hecho, nació, Las lanzas coloradas.  Después vendrían El camino de El Dorado y varias obras más, editadas por Losada, entre ellas Un retrato en la geografía y Estación de máscaras  (Editorial Losada, S.A., Buenos Aires, República Argentina, 1962, 1964), que deberían haber formado parte de una trilogía  (que puede haber sido en intención una tetralogía), a no ser porque la trilogía o tetralogía se quedó en bilogía, porque Uslar sólo escribió dos de las tres o cuatro que tenía pensadas.  Y ello también debido a lo que, sin duda, puede ser considerado parte de la mala suerte literaria de Arturo, que, por fortuna para mí, se rompió cuando el jurado, del que formé parte, decidió darle el Premio Rómulo Gallegos a fines de julio de 1991.
2.  El momento equivocado.
La crítica literaria casi desapareció en Venezuela en torno a 1928, y la poca que existía en la década de 1960, con muy pocas excepciones, no fue justa con Uslar Pietri.  Quizás porque lo consideraban más un político que un escritor.  O lo creían un escritor retirado para dedicarse a la política, en la que la inmensa mayoría de los críticos se identificaba con la izquierda radical, por lo que Uslar Pietri, de tendencias más bien moderadas, no podía ser del todo bien visto.  Aunque en cierto modo, Arturo Uslar Pietri casi llegó a ser una excepción, debido a que era enemigo del más terrible de los enemigos de la extrema izquierda: Rómulo Betancourt.  Como escritor lo favorecía el haber iniciado su carrera literaria antes de la quiebra total de la crítica, con lo cual arrastraba un cierto prestigio que adquirió con la publicación de sus primeros cuentos.  Pero no eran muchas las mercedes que se otorgaban: apenas se le toleraba, se aceptaba que era una de las grandes estrellas del cuento, pero como novelista era poco lo que se le concedía.  Orlando Araujo, uno de los sumos sacerdotes de aquella religión que era la crítica literaria venezolana en esa década  (y que ha seguido siéndolo en mayor o menor grado, a pesar de cierta apertura política)  descalificó de un olímpico plumazo la segunda novela de Uslar, El camino de El Dorado, y tampoco fue nada positivo con respecto a Un retrato en la geografía.  Quizás el único que reconoció en la nueva novela de Uslar Pietri un valor importante, fue Guillermo Meneses, que no pertenecía en absoluto a la secta de los críticos literarios del momento ni tenía relación alguna con la izquierda;  al contrario, por haber prestado sus servicios como diplomático durante la dictadura, no era del todo bien visto.  Sin duda, aquellos fueron tiempos de exclusiones sectarias, y una de ellas fue la de Uslar como escritor, exclusión que no fue total, pero sí importante.  Debido al deslinde de los que formaron Acción Democrática, que por haber pasado al otro lado del río se convirtieron en los peores enemigos para los comunistas, la izquierda olímpica estaba dispuesta a aceptar a Uslar Pietri como político, pero no del todo como escritor.  Como político compartía con ellos el rechazo absoluto hacia Betancourt y sus seguidores, lo cual se hizo especialmente agudo cuando la izquierda se decidió por el camino de la lucha armada, tiempo que coincidió con la publicación de las dos novelas urbanas contemporáneas de Uslar Pietri, las que debían formar parte de la trilogía o tetralogía El laberinto de fortuna.  De manera que Un retrato en la geografía, publicada por la Editorial Losada en 1962, no podía haber salido en peor momento.  Los muy poco tolerantes sacerdotes literarios la condenaron a un terrible silencio, o la recibieron con cierto desdén paternalista.  Domingo Miliani, investigador y crítico muy talentoso, pero otro de los obispos de aquella secta, en un texto escrito para una enciclopedia y publicado posteriormente como parte de un libro (Tríptico literario, Fundación de Promoción Cultural de Venezuela, Caracas, Venezuela, 1985), la mira con lastimoso menosprecio: Por los años sesenta  -dice-, Uslar Pietri persistió en la novela con dos obras que iban a formar parte de un ciclo de tres.  El título común es El laberinto de fortuna.  Las dos obras integrantes hasta ahora, son Un retrato en la geografía  (1962) y Estación de máscaras  (1964).  El éxito fue nuevamente relativo.  No se atreve a calificarla, pero habla de éxito relativo sin decir una sola palabra de las novelas, ni para bien ni para mal.  Y esa fue la tónica dominante del estrecho mundo de la crítica literaria venezolana ante la aparición de las dos novelas de temas contemporáneos de Uslar Pietri, las que debían ser las dos primeras de las tres o cuatro que formarían El laberinto de fortuna, que se quedaron en dos porque su autor de cansó de recibir como respuesta el silencio, sin darse cuenta de que ese silencio no era contra él, sino contra todos los escritores de Venezuela.
3.  Pórtico barroco.
Las primeras páginas  (Capítulo I, pp. 9-16)  de la novela Un retrato en la geografía constituyen uno de los fragmentos más característicos y mejor logrados de la narrativa barroca latinoamericana, cuyos representantes más conspicuos son dos novelistas que fueron amigos íntimos de Uslar Pietri: Miguel Ángel Asturias y Alejo Carpentier.  El capítulo de Uslar está a la misma altura que cualquier fragmento de El señor Presidente o El reino de este mundo, a título de ejemplos, o de lo que años después logrará el propio Uslar Pietri en La visita en el tiempo, que en cierta forma es un inmenso poema en prosa.  Y mucho de poema en prosa tiene ese primer párrafo de Un retrato…, esa obertura que anuncia una gran sinfonía: La noche es más vasta y más poblada.  Empieza a la hora de la gallina cuando comienzan a ponerse oscuras las matas en los corrales y dura, continua y espesa, hasta la hora de los primeros pájaros.  Una noche de la tierra, de los árboles y de los animales, que todo lo une, lo borra y lo aleja.
En ese primer párrafo todas las imágenes se refieren al aire libre, a lo exterior, cuando la acción en realidad corresponde a un espacio muy cerrado, que no es otro que un calabozo en donde sobrevive como prisionero el General Diego Collado, en donde el General Diego Collado ha estado preso, encerrado, durante quince años, sin poder ver gallinas ni pájaros ni árboles.  El personaje ha estado todo ese tiempo, pues, en la noche "que todo lo une, lo borra y lo aleja", y de eso debe darse cuenta el lector al internarse en el drama del preso, que ha perdido allí casi toda su vida, que no ha visto crecer a sus hijos ni envejecer a su mujer.  Que cuenta los minutos y las horas y los días como parte de una terrible tortura, que en el texto está dada por medio del lenguaje denso y, en especial, por el insomnio áspero que padece el General Collado en su calabozo.  Y de repente, desaparece el ambiente de noche.  El General está libre y vuelve a su casa.  Pero el tono narrativo sigue siendo barroco.  Sigue habiendo un aire de reflexión, que se mantiene por el resto del capítulo  (pp. 16-30), o, mejor dicho, que se va diluyendo a medida que van apareciendo los distintos personajes del entorno del General, su esposa, Celmira, envejecida y gorda, sus hijos, Rubén, Álvaro y Marta, su yerno, Saúl Verrón, y su viejo amigo, en General Landa, que no había ido a la cárcel en donde su amigo lo recordaba siempre, en especial para comparar la situación diferente de ambos.  Y es a Landa a quien aprovecha Uslar para anunciar que el protagonista de la novela va a ser Álvaro Collado, el mozo rebelde y un tanto soberbio que "trata de explicarle" a Landa la verdadera situación por la que atraviesa el país a raíz de la muerte del General Juan Vicente Gómez  (pp. 25 y 26), instantes antes de que los ruidos de la calle les hicieran saber que el populacho está saqueando una casa vecina, es decir, que las pasiones empezaban a desatarse.  Y por medio de un retorno al leguaje de la literatura barroca, Uslar cierra el capítulo con un ambiente parecido al que lo abrió: Se despertó bruscamente.  Se pasó la mano temblorosa por la frente llena de sudor.  Todo estaba quieto, lejano y presente en la sombra.  Reconoció la habitación, recordó la casa, supo dónde estaba ahora, y volvió a tenderse en busca del sueño.
4.  La otra novela.
Al iniciarse el segundo capítulo  (p.31)  se producen dos cambios esenciales: el lector se da cuenta de que la novela no va a girar en torno al General Collado  (para quien sirvió de modelo el padre de Fidel Rotondaro, que vivió un drama similar al del General de ficción), y ello comporta un muy importante cambio de estilo.  Ya no es la prosa barroca, sino un estilo utilitario, cercano al de Pío Baroja  (182-1956), que había muerto uno o dos años antes de que Uslar emprendiera la composición de Un retrato…, un estilo deliberadamente lejano al "arte literario", y que quizás haya servido de excusa a la excluyente crítica literaria de entonces para calificar de éxito (…) nuevamente relativo el resultado de esa composición.  A partir del Capítulo II, en efecto, la prosa de Uslar se hace directa, con largos fragmentos de diálogos y descripciones cercanas a lo cinematográfico, buscando sin duda que todos los lectores, aun los no acostumbrados a leer buena literatura, entendieran claramente lo que allí se narra.  Y lo que se narra es lo que bien ha podido suceder en esos días de transición, cuando Venezuela dejaba atrás la dictadura de veintisiete años del General Juan Vicente Gómez y entraba en el período democrático en el que presidieron la república los Generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, período en el que uno de los protagonistas de la política venezolana fue Arturo Uslar Pietri.  En ese sentido, Un retrato… tiene elementos de novela autobiográfica, en la que el autor se desdobla en varios personajes y narra muchas cosas que ha vivido o que habría podido vivir, aunque el verdadero protagonista no es el autor, sino un joven rebelde, soñador, que tiene mucho de lo que el autor hubiera querido ser de haber vivido como en la realidad vivió ese tiempo: como ministro del régimen y personaje que no podía participar en los muchos diálogos que desarrolla en la obra.  Porque el principal defecto de la novela, desde un punto de vista estrictamente literario, es un cierto exceso de diálogos en los que se tocan temas trascendentes, en los que se quiere definir el país, su presente y su porvenir, y en los que muchos personajes desarrollan sus propio puntos de vista, que en la mayoría de los casos son el punto de vista de Arturo Uslar Pietri.  Desde el mismo inicio de la otra novela, la realista, la barojiana, Uslar presenta una gran cantidad de personajes que pueden desconcertar a un lector desprevenido.  Usa, además, apellidos exóticos, inventados, que en muchos casos tienen claras intenciones.  Salvo Collado y Landa, que bien pueden ser apellidos reales, y Reyes, Torres y otros, que de hecho son apellidos, todos son extraños: Verrón, que puede estar relacionado con "verraco", Sormujo, cuya sonora "u" puede relacionarse con Uslar, para mostrarnos el escritor que Arturo quería ser, el escritor que no quiere ser ministro, Milvo, que tiene algo de pájaro, Centalla, que asoma la idea de tormenta  (y es en realidad Jóvito Villalba), Galeotti, que sugiere algo relacionado con los presos o con los esclavos obligados a remar, Uroz, que tiene algo de río, Alcudia, que aunque es un toponímico sugiere algo de inquina, Vilano, que no necesita explicación, Basso, que sugiere a alguien bajo, no por su estatura sino por su moral, Albúrez, que quizás tenga que ver con suerte o con acaso, Morueco, que va por los lados del misterio, Armenta, que se relaciona con tormenta o con armarse, y el más extraño de todos, Agotángel, que hacia el final de la novela se convierte en uno de los más importantes, aun sin haber intervenido realmente en la acción.  Y no es algo banal: Uslar le da especial importancia a los nombres, y lo demuestra cuando Álvaro Collado, ya inmerso en la peor dificultad, debe refugiarse en la casa de unos amigos de su familia y allí se encuentra a un extraño personaje, un erudito en nombres que le hace saber que el suyo, Álvaro, significa hombre prudente, y le dice además: Todo esto de los nombres no es cosa tan sencilla como parece y ha habido gran descuido y ligereza en la manera de tratarla.  Es por los nombres por lo que las gentes nos confundimos y nos extraviamos, etcétera  (p. 272).  Siguiendo esa línea de pensamiento, Uslar le puso un nombre que para él significaba algo a cada personaje;  Álvaro Collado, es el que debería ser prudente y representa un paso, una comunicación, entre dos o más espacios, y esos espacios son los tiempos, el de Uslar, el de la acción y el del momento en que escribe.  Por otra parte, cada personaje de la novela corresponde a un modelo de la vida real, a alguien a quien el autor ha conocido.  Por ejemplo, el pintor Efrén, que no es otro que Manuel Cabré, en cuyo estudio en Catia solían reunirse Uslar y muchos de sus amigos, que pasaron a ser personajes de la novela.  Dada la cantidad y lo repentino de sus apariciones, no es fácil, al comienzo, discernir cuáles son los caracteres principales, pues prácticamente todos aparecen como importantes en una primera visión.  Poco a poco el panorama se va despejando y Álvaro Collado, el joven insumiso y a veces hasta impertinente, se va separando de los otros hasta convertirse en el protagonista, lo cual queda firmemente establecido en su diálogo con el escritor Sormujo a bordo de un automóvil  (pp. 97-103), en el que además Uslar, consciente o inconscientemente, le da al lector su visión real de Venezuela, puesta en boca del escritor Sormujo, el de la "u" de Uslar.  Allí se define ya claramente la personalidad de Álvaro, el joven que quiere y no quiere ser novelista, que quiere y no quiere ser revolucionario, que está confundido frente a una realidad capaz de confundir a cualquiera, menos al escritor de la "u" que al final declara que en Venezuela "no hay con quien hablar".  Algo que Uslar debía sentir en carne propia.
5.  La novela petrolera.
Mucho se ha dicho  -y con ello se prueba la inexistencia de la crítica literaria en Venezuela-  que aún no se ha escrito la novela petrolera venezolana.  Obras como Oficina Nº 1 de Miguel Otero Silva y Un retrato en la geografía son claramente petroleras.  En el caso de Un retrato…, aun cuando la trama no se desarrolle en un campo petrolero, el país que se pinta está dominado por el petróleo, como lo ha estado Venezuela desde 1928 ó 1929.  Uno de los temas centrales de la obra es la concesión petrolera que por un tecnicismo legal puede resultar un negocio enorme en el cual intervienen el mayor de los Collado, Basso y otros de los personajes secundarios.  Pero no hay que irse a segundos planos, la condición petrolera de la novela está expresada claramente en uno de los muchos diálogos, cuando Saúl Verrón, que tiene algo de villano, le pregunta al escritor de la "u", Luis Sormujo: ¿Es malo hablar de petróleo, Luis Sormujo, intelectual?, a lo cual el intelectual  (que es el personaje que Uslar querría haber sido)  le contesta: No, Saúl.  Cómo va a ser malo.  Si todo es petróleo, todo esto es petróleo, todos nosotros somos petróleo.  Esa orquesta tan chillona toca con petróleo, aquella mujer, vestida con esa seda blanca demasiado brillante que parece un forro de urna mortuoria, es petróleo.  Este whisky es petróleo.  Y hasta estas palabras que estamos hablando son petróleo.  (p. 47).  Y luego continúa con una propuesta concreta: Si por arte de magia alguien quitara bruscamente, en este momento, el petróleo de la vida venezolana, sería como si quitaran el esqueleto de una persona, o el sistema nervioso.  Desaparecería de repente la orquesta, y la mujer con vestido de forro de urna.  Y yo con mi whisky, y Jerry con sus musiúes, y tú con tus leyes, Saúl.  Y nos encontraríamos en un conuco de plátano y maíz, junto a un rancho en pierna, oyendo cacarear a unas gallinas flacas que pican gusanos en la tierra.  (p. 48)  Obsérvese que esta última descripción de la Venezuela real, a la que no le ha llegado en absoluto la riqueza petrolera, la hace un intelectual cuyo nombre hace pensar en el propio Uslar, en un cabaret, tomando whisky con unos amigos, entre quienes hay un "musiú" petrolero  (Jerry), es decir, en una situación en la que Uslar, ministro muy importante del régimen y luego auténtico notable del país, no podía estar, por lo que, como novelista, se pone a sí mismo en un entorno imposible, en un acto de absoluta libertad literaria.  Y esta idea se refuerza cuando el propio Sormujo, el de la "u", remata con una propuesta eminentemente literaria: Se podría escribir una novela surrealista sobre el petróleo en Venezuela.  En la que de repente las gentes se dan cuenta de que están vestidas de petróleo, de que comen petróleo, de que hablan petróleo y a la niña que toca piano se le empegostan los dedos y hay una gran náusea en el país porque de repente todo el mundo descubre que todo huele a ese olorcito medio podrido y pegajoso del petróleo crudo, y que todo está negro rojizo, pegajoso, derretido y maloliente.  Sería una especie de mito de Midas.  No que todo lo que toca se le vuelve oro, sino que todas las cosas que lo rodean de pronto se le vuelven petróleo  (Íbidem).  Y Verrón agrega a la tesis de Sormujo algo importante: que sin el petróleo Venezuela sería una especie de Guayana Francesa: El petróleo es lo que importa y hay que aprovecharlo.  Hasta ahora los venezolanos no hemos cogido sino las migajas del banquete  (Íbidem), lo cual es puesto por el autor en boca de un personaje más o menos villano, un abogado con mala fama que parece dispuesto a todo para lograr un negocio jugoso.  Son las mismas tesis que en ensayos, artículos de prensa y discursos, Uslar defenderá a lo largo de toda su vida.  Y que en el año 2005 están más vigentes que nunca.  Es el novelista, el escritor como conciencia de su país, de un país que no quiere tener conciencia, lo cual, quizás, también puede servir para explicar el "éxito relativo" de Un retrato en la geografía.
6.  El tema político.
Desde luego, el tema petrolero aflora  -como los menes-  a lo largo de toda la obra, pero el tema político es también preponderante.  Sin embargo, Uslar recalca la confusión existente en aquellos días, cuando mezcla una reunión política muy importante, en el estudio del pintor Efrén, con una simple reunión social en la que se baila una música ruidosa y se manifiesta la superficialidad de por lo menos la mitad de los asistentes  (pp. 104 y siguientes).  Esa parece ser, según el novelista, la tónica que impera en la sociedad del momento: hay mujeres y hombres revolucionarios o reaccionarios, que no dejan de pensar en bailes y cabarets o en estrenar ropa a la moda.  Y en todos ellos parece haber una constante: la importancia de un hombre se mide en función de la posibilidad o imposibilidad de que llegue a ser ministro.  En esa misma reunión uno de los asistentes  (Centalla-Villalba)  emplaza a Álvaro Collado, que ya se ha definido como protagonista, a que se defina en materia de política, y Álvaro, un tanto desconcertado, se define como "demócrata", aunque agrega:  También soy un hombre de izquierda.  Eso le da pie a Centalla para establecer que Lenín desconfiaba de los intelectuales, y plantear, en consecuencia, que los intelectuales no deben participar en política.  Allí vemos que Uslar reaccionaba contra la desconfianza de la izquierda hacia el Uslar Político, que se reflejaba en la no aceptación del Uslar escritor, que es contra lo que en realidad protestaba Uslar en la novela.
7.  Álvaro Collado, el protagonista.
¿Quién es Álvaro Collado?  El protagonista verdadero de Un retrato en la geografía es, casi en abstracto, el joven venezolano.  Pero en un juego anacrónico, no es el joven venezolano de 1936 ó 1937, sino el joven venezolano de 1958, 1959 ó 1960, del tiempo en el que Uslar escribe la novela.  En ese sentido hay que entender que Un retrato en la geografía está escrita especialmente para la juventud venezolana del momento, y por eso hay en su estructura tantas concesiones, diseñadas para que los jóvenes del tiempo revuelto en el que Uslar se prepara a ser candidato a la Presidencia lean la novela y entiendan su mensaje.  Es eso lo que llevó a Orlando Araujo, en su crítica demoledora a decir: cuando el relato se hace moroso o extensamente dialogante, sucede un descoyuntamiento, un andar sin ganas, una pérdida lineal de garra en el lenguaje, en fin, una caída.  Es una opinión cerrada que no toma en cuenta la intención real, intención que queda clara al analizar al protagonista, al joven Álvaro Collado, al que se define a sí mismo como "demócrata" y "hombre de izquierdas", pero que no parece definirse a favor de ninguno de los dos mundos que viven en la novela:  el frívolo y el político.  El que está enamorado, por su cuenta, de la hermosa Zulka Reyes, esposa de Juan Milvo, ricachón más que discreto que vive en la zona más rica de la ciudad.  Y el que en un burdel se topa con el teniente Maldonado  (p. 118), cuyo nombre apunta hacia algo muy negativo, no sólo para Álvaro, sino para el país.
Pero sobre Álvaro Collado yo podría decir muchas cosas, no como escritor ni como crítico literario, sino como persona, como ser humano.  Porque Álvaro Collado soy yo.  Por una infidencia de Arturo Uslar Braun, que era en esos tiempos uno de mis más cercanos amigos y no se limitó a decírmelo, sino que me mostró la ficha hecha por su padre, sé que el modelo que escogió Arturo Uslar Pietri para "ver" a Álvaro Collado, fue Eduardo Casanova  (y también sé quiénes eran otros "modelos" de personajes), es decir, un joven de dieciocho o diecinueve años que frecuentaba su casa, que más de una vez dijo alguna impertinencia en su presencia, que alternaba en aquellos días reuniones con jóvenes intelectuales que se creían salvadores, no sólo de la patria, sino del mundo, y fiestecitas con muchachos que no pensaban sino en bailar, hacer deportes y conquistar jovencitas.  Y que más de una vez mantuvo con él conversaciones en las que se habló del pasado, el presente y el porvenir del país.  Una de ellas en el automóvil de Uslar, el de "u", a través del Country Club y de otras urbanizaciones de Caracas.  Por supuesto que ni esa conversación está reflejada como fue y que casi todo lo que le atribuye el autor al personaje es inventado, no tiene relación real con el modelo.  Pero por lo menos sirve para tener la certeza de que el novelista está dirigiendo, enfilando, la batería de sus palabras hacia los jóvenes del momento en que escribe, y así como pone en boca de Luis Sormujo muchas cosas que él querría haber dicho, coloca a Álvaro en situaciones que nos indican su visión de la juventud.  Pero no de la juventud de 1936, sino de los jóvenes de 1958 ó 1959 ó 1960, que fue el tiempo en el que casi todos los días, en Caracas o en Tanaguarena, se sentaba una o dos horas al día a teclear en su máquina de escribir, rodeado de papeles, a veces tomando casi al azar libros de su enorme biblioteca  (si estaba en Caracas), mientras avanzaba lentamente en la escritura de Un retrato en la geografía.
8.  Conclusión.
Uslar desarrolla a lo largo de muchas situaciones y muchos diálogos la personalidad de Álvaro, un joven confundido, audaz, que finalmente no se atreve a ubicarse del todo.  Y que termina comprometido en una situación que se le hace intolerable y lo obliga a buscar una solución en el exilio: los estudiantes, liderados por Centalla (Jóvito Villalba)  se enfrentan a la policía, y Álvaro dispara contra un agente, que cae muerto).  También desarrolla varias tramas secundarias, como un negocio petrolero que va a enriquecer a varios de los personajes secundarios de la novela, o un duelo a tiros, a la vieja usanza, entre el cuñado de Collado y un oscuro personaje de tiempos del gomecismo.  La Guerra Civil española se asoma como una sombra en el telón de fondo que agrupa a los personajes en dos bandos irreconciliables.  La huelga petrolera también se hace presente, tal como muchos de los hechos políticos del tiempo de López Contreras.  Pero el protagonista, lejos de dejarse envolver por los acontecimientos, se aleja de ellos debido a su desengaño amoroso.  Y es justamente ese desengaño lo que le permite a Uslar, por medio de la mano de Álvaro, escribir un extraño poema dedicado a Venezuela  (pp. 231-232):
Encontré tu retrato en un manual de Geografía,
Me mirabas con lagos azules, me reías con costas ardientes,
Me abrazabas en el regazo neblinoso de las cordilleras
Y eras una llanura tendida en mi espera.
Poema que leerá poco después a Sormujo, el de la "u", que le hace ver que se trata de un poema de amor, pero de amor a una mujer de carne y hueso;  es decir, descubre la verdad.  Allí, en una densa página, Uslar desentraña el misterio: Zulka es Venezuela.  Zulka, "la mujer de Milvo, la amante de Tocorón, la cambiante y deseable mujer que no lograba  (Álvaro, es decir, la juventud venezolana)  sacarse de la cabeza".  Y reglones después lo aclara aún más: Estaba en busca de una mujer y en busca de un país.  En todo caso, de un ser cambiante, variable, inapresable, fascinador y temible, todo a la vez.  Lleno de pasado y de presente, de esperanzas y de prejuicios, de belleza y de pecado  (p. 235).  La opinión del autor, que se había expresado en las palabras de Sormujo, ahora se expresa en sus propias palabras aplicadas al protagonista, a Álvaro Collado, a la juventud venezolana, pero, como vimos, no es la juventud de su momento  (que correspondería a 1928, cuando Uslar no quiso participar en los acontecimientos que marcaron su generación), ni la del momento que está narrando en la novela, sino la del tiempo en que la escribe.  Es un hábil juego de anacronismos que Uslar resalta cuando habla de la guerra en tiempos del General Collado y declara: La de Álvaro no era sino otra guerra de otro tiempo.  Y es justamente el más grave de todos los anacronismos lo que le cambia del todo la vida al joven Collado, cuando en el asalto policial a la Universidad Central de Venezuela, en el que resultó muerto Eutimio Rivas  (p. 267), Álvaro acciona un revólver y (posiblemente)  mata a un policía, que es el llamado Lázaro Agotángel, cuyo nombre no logra descifrar el viejo nominalista en la casa en donde Álvaro se refugia hasta que sale exilado gracias a la influencia del viejo General, su abuelo, y a la tolerancia del General Landa, el amigo de su abuelo, que se ha convertido en Gobernador.  De nuevo podemos entender el anacronismo: es la guerrilla urbana de los sesenta la que enfrenta a los bárbaros que mataron a Eutimio Rivas e hirieron a varios otros, y es, por desgracia, el joven soñador, el joven indeciso, Álvaro Collado, el que está convencido de que mató a un policía.  La novela concluye en donde va a empezar la segunda de Laberinto de fortuna, Estación de máscaras.  La juventud  (Álvaro)  debe huir de la realidad.  Se esconde en el extranjero por haber matado a un policía  (lo cual se vio con frecuencia en los años 60), pero hay en las últimas palabras de la obra una nota de esperanza, cuando el autor remata con "el ansia de resurrección que es el hombre".  Es posible que ese juego de anacronismos sea lo que llevó a Guillermo Meneses a afirmar que De acuerdo con «Un retrato en la geografía» se llegaría a la conclusión que no son tan diferentes los hombres y que determinados acontecimientos producen pareja calidad humana. Los acontecimientos venezolanos presentados por Uslar Pietri no han contribuido, al parecer, a formar excepcionales seres; la materia presentada es sucia y baja. Tal vez se tenga como base esencial de este libro de Uslar la contradicción entre sanas intenciones y resultados mezquinos, entre limpios ideales y torcidas empresas.  Por lo menos con Guillermo Meneses, el más joven de los que integraron la Generación del 28, y un novelista absolutamente preterido en vida, pero revalorizado hasta por más de una secta de la crítica literaria, después de muerto, Uslar consiguió hacerse entender.
Y es hora de que se haga entender con todos los lectores de Venezuela y el mundo: hay que hacer una urgente revisión y una justa revaloración de Un retrato en la geografía, una de las mejores novelas venezolanas del siglo XX.