Fotografía de Ingrid Betancourt, durante su campaña presidencial, nótese la silueta de Clara Rojas a la izquierda de Ingrid, es exactamente del día del secuestro, en el momento en que las autoridades trataban de convencerla que no se dirigiese a San Vicente del Caguán
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Caracas, Diciembre 23 de 2007
Ingrid Betancourt, irreconocible tras años de secuestro
BOGOTA— Envuelta en el aroma de perfume, jeanes y camiseta, saluda de prisa a los reporteros en su apartamento de Bogotá, se sienta y cruza la piernas al borde de una butaca llevando en el rostro una sonrisa de oreja a oreja.
Ingrid Betancourt se mueve sin cesar en la silla, no logra contener la alegría de haber sido la senadora más votada de Colombia en los comicios legislativo de 1998, con mas de 160.000 boletas, y habla sin cesar de sus planes políticos.
Como ametralladora y con voz de trueno responde con la cabeza en alto y gesticulando con sus manos de uñas pulidas decenas de preguntas sobre qué haría en temas como el narcotráfico, la corrupción y las guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Ahora secuestrada por las FARC en la jungla, junto con otros 45 rehenes, Betancourt apenas si mueve la cabeza.
La mantiene baja, las piernas cruzadas y sobre su rodilla derecha tiene las manos quietas. Envuelta en viejos pantalones y una camisa sin mangas, mira al piso seria con el pelo largo castaño cayéndole hasta la cintura desde uno de sus hombros. No pronuncia ni media palabra.
Ni siquiera mueve los labios sobre un rostro color vela.
No se logra verle los ojos en la penumbra de la selva donde ha estado secuestrada por casi seis años en manos de las FARC. Las negociaciones con el gobierno en torno a un intercambio de rehenes por militantes de las FARC presos no han prosperado.
Casi irreconocible en el video divulgado en noviembre pasado --primera prueba de que está viva--, Betancourt es un fantasma de aquella mujer llena de vida que se postuló a la presidencia de Colombia hace casi seis años y desafió todas las recomendaciones, aventurándose en terreno rebelde, en el sur colombiano, donde fue secuestrada el 23 de febrero del 2002.
‘‘La vida aquí no es vida, es un desperdicio lúgubre de tiempo’’, escribió Betancourt en octubre último en una carta de 12 páginas a su madre, Yolanda Pulecio.
Hizo al menos cinco intentos de escapar, por lo que es encadena por el cuello a otros rehenes, a veces toda la noche, a veces por 24 horas, contó en mayo Jhon Frank Pinchao, un policía que escapó de un campamento de las FARC en abril después de ocho años de retención, al menos tres de ellos junto a la ex candidata presidencial, según ha dicho el policía.
Betancourt ‘‘escribe mucho, pero un día que estaba triste rompió un cuaderno con sus escritos. Ese día estaba muy nostálgica pues acababa de salir de la hepatitis’’, dijo Pinchao en mayo. Con Betancourt ‘‘peleábamos mucho por las posiciones ideológicas distintas, pero después de unos días, nos contentábamos’’, agregó Pinchao.
Peleona siempre fue.
Durante el histórico juicio en 1996 contra el entonces presidente Ernesto Samper en la Cámara de Representantes, cuando fue acusado de haber utilizado seis millones de dólares del cartel de Cali para llegar al poder, Betancourt en su discurso en el congreso calificó al mandatario de ‘‘delincuente y corrupto’’. La mayoría oficialista absolvió a Samper.
Su figura comenzaba a ser reconocida en los medios y por los colombianos. En el Partido Liberal ‘‘hay intereses mafiosos’’, gritó más tarde Betancourt en medio de cientos de delegados asistentes a la convención del liberalismo, del que hacía parte, en marzo de 1997. ‘‘Desde hace muchos años el Partido Liberal viene teniendo unas relaciones vergonzosas con los delincuentes del país’’, agregó en medio de una silbatina de los delegados para después ser sacada a empujones del recinto.
‘‘Cuando oí aquel discurso, la llamé y le dije... Tienes mi voto, qué berraca (valiente). Fue mi heroína de esa noche. (A Betancourt) Le tocó salir escoltada, la querían despedazar’’ en el congreso liberal, recuerda Eduardo Chávez, un ex senador que pasó a ser asesor político de Betancourt.
Betancourt ya no habla.
‘‘Trato de guardar silencio, hablo lo menos posible para evitar problemas. La presencia de una mujer en medio de tantos prisioneros que llevan ocho y 10 años cautivos es un problema’’, narró Betancourt en la carta a su madre.
Tras ser elegida senadora en 1998, Betancourt se lanzó a organizar su propio movimiento político, al que llamó ‘‘Oxigeno’’ para representar el nuevo aire que precisaba la política de su país.
‘‘Tiene vocación de poder. Ninguna cosa en Ingrid es improvisada, ensayaba sus discursos, preguntaba qué camisa se debía poner, si se pintaba o no los labios’’ antes de un discurso o una entrevista, aseguró Chávez.
Y cuando se molesta elevaba su voz y lanzaba palabrotas.
‘‘Le decía ’bájele el tono Ingrid, mire que yo me alcé en armas contra la arbitrariedad, no para cargarle las maletas a usted’’’, recuerda Chávez entre risas.
Incansable, jineta consagrada y afecta a los ejercicios físicos, ‘‘quien trabajaba con Ingrid pasaba hambre porque ella come como un pajarito, un poco de queso, un pollo de pollo a la plancha... quizá algo de un vino fino’’, aseguró Chávez.
Ahora ‘‘estoy mal físicamente. No he vuelto a comer, el apetito se me bloqueó, el pelo se me cae en grandes cantidades’’, aseguro la ex candidata en su misiva.
Betancourt nació en Bogotá el 25 de diciembre de 1961 en el seno de una familia acomodada colombiana. Su madre Yolanda era una ex Miss Colombia y más tarde representante por Bogotá; su padre, Gabriel, fue ministro de Educación del gobierno del general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957) y representante de la Unesco en Francia, donde sus dos hijas, Astrid e Ingrid, pasarían parte de su infancia con intervalos en Bogotá.
Entonces, la familia se instala en la famosa Rue Foch de París, ‘‘en un apartamento inmenso decorado con gusto y refinamiento: muebles del siglo XVIII, cuadros de grandes maestros, porcelanas chinas, tapetes de ensueño’’, narra Betancourt en su libro del 2001 ‘‘Con la Rabia en el Corazón’’, una suerte de autobiografía.
Entre los amigos que visitan a la familia en esos años, cuenta en su libro, estaban Gabriel García Márquez, Pablo Neruda y Fernando Botero.
Hoy en día sobrevive ‘‘en una hamaca tendida entre dos palos, cubierta con un mosquitero y con una carpa encima que oficia de techo, con la cual puedo pensar que tengo casa. Tengo una repisa con mi equipo, es decir el morral con la ropa y la Biblia que es mi único lujo. Todo listo para salir corriendo’’, agregó Betancourt en su carta.
‘‘En cualquier momento dan la orden de empacar y duermo en cualquier hueco, tendida en cualquier sitio, como cualquier animal’’, indicó la mujer que cumplía 46 años el 25 de diciembre.
Ingrid culminó sus estudios de ciencias políticas en el Instituto de Estudios Políticos de París y se casó en los 80 con uno de sus compañeros de aulas, el diplomático francés Fabrice Delloye, padre de sus dos hijos, Melanie y Lorenzo.
Sólo regresó a Colombia tras el asesinato 1989, a manos de narcotraficantes y paramilitares, del candidato presidencial liberal Luis Carlos Galán, del cual su madre Yolanda era amiga y colaboradora.
Trabajó entonces como asesora en el ministerio de Hacienda y decidió postularse a la Cámara de Representantes por Bogotá en los comicios de 1994. Ya desde entonces despuntó como una política diferente con una campaña electoral en la que distribuyó en la calle condones como protección contra la corrupción.
En diciembre de 1996 recibe amenazas de asesinato y decide enviar de inmediato a sus dos hijos a Nueva Zelandia, donde entonces residía el padre de ellos, de quien se había separado en 1990. Ya no volverá a vivir con ellos de forma permanente, sino que le visitan de vez en cuando.
Betancourt no se ahorra críticas contras las FARC y paramilitares, con quien se entrevistó en 1998.
‘‘Queremos continuar creyendo que las FARC siguen siendo un grupo preocupado por lograr una mayor justicia en Colombia. Pero no se puede desconocer que algunos de sus miembros mantiene tratos y apoyan el narcotráfico. Las FARC tiene que limpiar su propia organización’’, dijo Betancourt en su programa de gobierno al postularse a la presidencia en el 2002.
Obtuvo poco más de 53.000 votos o 0,46% de los 11 millones de sufragios válidos.
Desde Barranquilla, la noche del 22 de febrero del 2002, Betancourt llamó por su celular a Néstor León Ramírez y en tono tajante le dice ‘‘don Néstor no le estoy pidiendo permiso si puedo o no, le estoy diciendo que me espere mañana a las 11 de la mañana que estoy en San Vicente’’, recuerda Ramírez, ex alcalde por Oxígeno en San Vicente del Caguán, en el departamento del Caquetá y bastión de las FARC, que controlaron esa zona durante cuatro años tras el retiro de las fuerzas del gobierno.
Fracasado un diálogo con la guerrilla, el gobierno del entonces mandatario Andrés Pastrana ordenó el reingreso de la fuerza pública el 20 de febrero del 2002.
‘‘Ella me dijo que estaba conmigo en las buenas y en las malas y que iba a San Vicente a darme apoyo’’ por el tema del fin del despeje, agregó Ramírez. ‘‘Le dije que había problemas en el camino, porque la guerrilla estaba haciendo hostigamientos, pero ella era así tajante; me dijo que la esperara y que ella iba’’.
Betancourt y su compañera de fórmula, Clara Rojas, llegaron a Florencia, la capital del Caquetá, y se desplazaron en una camioneta rumbo a San Vicente cerca del mediodía del 23 de febrero del 2002.
Nunca regresaron.
AP
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