jueves, mayo 01, 2008

La poesía venezolana y la Academia. Texto de Miguel Marcotrigiano






Participación del poeta venezolano Miguel Marcotrigiano en el Foro "Poesía venezolana: ¿una plaza vacante?", realizado el día 30 de abril de 2008, en la Sala E de la Universidad Central de Venezuela, organizado por el Instituto de Investigaciones Literarias de la UCV.




La poesía venezolana y la Academia (Parte I)


¿Para qué la Academia? En primer lugar habría que preguntarse ¿sirve la Academia, la Universidad, para la poesía? ¿Necesita esta última de aquélla para su existencia? La respuesta, en un primer momento de reflexión es, por supuesto, no. La poesía existió antes de la formación de las universidades, tal y como las conocemos hoy día. Y, luego, ha seguido existiendo pese a ésta.


Es como el asunto de la filosofía… un problema similar. Recuerdo la anécdota de un profesor de la ULA que hacía mofa respecto a esa asignatura llamada “Introducción a la Filosofía”… decía que era lo mismo que indicar que podría hablarse de una "Introducción a la respiración": desde que el hombre toma conciencia de sí comienza a pensar, a razonar, a filosofar, sin necesidad de que se le introduzca en tales artes. Es decir: ¿es necesaria la Academia para ser un pensador?, ¿para ser un escritor, un poeta?


¿Para qué poetas en la Academia?


Ahora bien, por otro lado tenemos el asunto de que las universidades, los colegios: éstos deberían incluir en sus programas el estudio de la poesía (como de hecho se hace), puesto que la misma es considerada (aunque nadie da una explicación convincente de por qué esto debe ser así) necesaria para la formación del individuo.


Los poetas, por su parte, reniegan de los centros de enseñanza y hasta se horrorizan si se les insinúa siquiera que su obra pudiera ser estudiada en estos lugares... ¡Hasta que se les incluye! Cambia, entonces, mágicamente su opinión acerca de que se pueda hablar de, hacer o estudiar la poesía en tales recintos. Cuestión de excentricidades, supongo.


Los profesores, por otra parte, tienden a pensar que son ellos quienes pueden enseñar tal disciplina, los que cuentan con las herramientas y estrategias para hacerla comprender a los alumnos. El poeta, a lo sumo, podría ser un invitado para que el estudiante entre en contacto directo con el conocimiento de la cosa y del provocador de la misma.


¿Y el estudiante? Pues casi nunca demuestra interés por esta área quizás, seguro que esto contribuye a ello, porque no ha recibido la orientación necesaria, la introducción en el campo, la preparación para el estudio de la disciplina, durante su desarrollo como liceísta. En la Universidad solemos ver caras largas y una negación a priori para entrar en terrenos tan inasibles y escurridizos.

¿El poeta-docente o el docente-poeta?


Ésta es otra cuestión a tener en cuenta cuando se debate sobre el asunto. En oportunidades, un poeta, un escritor, debe recurrir a la enseñanza para sobrevivir en el mundo real. Y no decimos que lo haga a regañadientes, pues hay quienes disfrutan de esta labor. Cuando el asunto es así se puede partir de una experiencia viva que sirva de modelo, sobre todo para explicar los mecanismos internos más difíciles de aprehender en referencia a la materia. Quién sino un poeta para tratar de explicar qué sucede en él, cómo es ese asunto de la inspiración, qué mecanismos se activan al momento de gestar y escribir un poema. De la experiencia propia se salta al terreno de la especulación y podemos adentrarnos, así, con paso más o menos firme, en la experiencia del otro, del otro que también es poeta.


A veces, también, tenemos el caso del docente que tiene especial predilección por la escritura y que, inclusive, ha hecho tímidos aportes en el campo de la creación. Éste es el individuo que de tanto trabajar con el material llega a sentirlo parte de sí y se atreve a dar el salto al vacío de la creación poética.


Sin embargo, quizás es una mezcla de los anteriores... o una alternancia de los mismos, lo que abunda en los pasillos de los colegios y universidades. Aflora cada personalidad cuando se le abona el terreno que precisa para poner en práctica su manera particular de ver el mundo: a través de los ojos del poeta o de la mirada del maestro.

Miguel Marcotrigiano L.

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