Claudio Nazoa
¡Auxilio! ¡No aguanto más! Por culpa del Facebook sufro de paranoia persecutoria y de múltiples personalidades. Me he vuelto esquizofrénico, hipocondríaco y celopata, he comenzando a odiar a mis amigos de siempre ya que han llenado mi correo electrónico con mensajitos de Facebook, donde piden que los acepte como amigos, a pesar de que ellos y yo, sabemos que somos amigos. Además, aceptarlos ¿para qué? es como si alguien le dijera a su esposo o esposa, después de años de casados ¿me aceptas? Bueno, allí se justificaría porque son raros los esposos que se aceptan, pero ¿un amigo? Un amigo aceptado es algo horrible. Pierde la gracia.
Odio también a los amigos desconocidos que hacen lo mismo que los conocidos y a los amigos de mis amigos, conocidos y desconocidos, a quienes tampoco conozco y que no me interesa conocer, pero que no sé porque extraña razón quieren ser mis amigos.
Que cosa tan espantosa está pasando con el bendito Facebook ¡Que angustia! Antiguas mujeres que alguna vez amé y luego me hicieron la vida imposible ¡Aparecieron de nuevo! Su sitio de reunión es mi cuenta de Facebook, y lo peor es que, a pesar de que tuve el cuidado que no se conocieran, ahora son compinches y comentan nuestras intimidades. Por ejemplo, ya todo el mundo sabe que lo que debería tener chiquito lo tengo grande y lo que debería tener grande lo tengo chiquito. A todas estas, los antiguos amigos y los amigos de mis amigos que por obligación ahora he tenido que aceptar, pueden leer a diario esos comentarios.
¿Quién sería el demente que inventó esta locura que lo persigue a uno sin piedad?
Esto del Facebook se me parece al aburrido juego de “El Trencito” que hacen en las fiestas, cuando al ritmo de una canción, algún feo o fea con el que nadie quiere bailar, agarra obligado y por la cintura al que tiene al frente y ésta a su vez, agarra a otro, echándole a perder el baile a todo el mundo.
Ayer recibí un nuevo mensaje de Facebook. Era una ex -novia a la que, como pasa en las películas, un día encontré en mi cama con mi mejor amigo. Jamás olvidaré aquel: -No es lo que parece, cariño. Después te explico…
Gracias al Facebook, mi ex –mujer y mi ex –mejor amigo, se reencontraron, se mandaron fotos actualizadas y ahora me piden que los acepte. Me puse entre triste y bravo no por su reencuentro, sino porque me enteré que ninguno de los dos había muerto.
Estoy traumatizado. Esto es peor que una canción de Ricardo Arjona. Le tengo miedo a la computadora aunque esté apagada. En su pantalla, veo miles de amigos asomando sus cabecitas y sus manos, tratando de tocarme, rogándome que los acepte.
Lo bueno de los amigos de verdad, es que molesten lo menos posible, que casi nunca aparezcan y si aparecen, que sea sólo para tomar whisky.
Que sabroso es encontrarnos por casualidad con un amigo al que no veíamos hace tiempo y del que ni siquiera recordábamos su nombre. A raíz del Facebook, esa sensación se acaba, porque segurito va a salir un amigo del amigo perdido que por ser amigo de éste, tiene mi dirección y ¡Cataplum! Aparece en la computadora con fotos recientes y de cuando estaba chiquito ¿Por qué carrizo tengo que ver chiquito a ese señor?
Si alguien adora a sus amigos soy yo y ellos lo saben. Sólo la muerte logrará separarnos, por supuesto… la de ellos.
No hay otro remedio, la pronta muerte de todos mis amigos y la de los amigos de ellos, es la única manera lógica que veo para salirme de la pesadilla de Facebook.
2 comentarios:
Qué bueno, a mi me encanta Claudio Nazoa. Me encanta tu blog. Siempre vengo. Saludos a ti. Espero que estés bien.
Gracias María Inés, por tus visitas, tengo una deuda contigo y la saldaré esta semana porque me da pena contigo el no haberte cumplido, pero así hasta es mejor, hay más suspenso en la entrega.
De nuevo te doy las gracias por siempre estar allí, a pesar de todo.
Un beso.
Leonardo
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