El poeta y escritor Alejandro Sebastiani Verlezza
Una soterrada poética
2 de febrero
2014 - 00:01
Armando Rojas Guardia, en uno de los epílogos de Derivas (Caracas:
bid & co. editor, 2013) del joven poeta y ensayista Alejandro Sebastiani
Verlezza, considera que la eficacia del diario, como posibilidad de
constituir “el esfuerzo de una conciencia por organizarse a sí misma en el
transcurrir de los días”, obliga a este “a una constante atención
sobre la propia vida, sobre el cauce, los meandros y las desembocaduras de la
personal subjetividad, sobre todas las cosas y objetos con los que uno se topa
en el correr de los días”. Rafael Castillo Zapata, en el otro epílogo, lo
denomina: “Bitácora de lecturas; cajón de sastre de ocurrencias; laboratorio
experimental de relatos y poemas; almacén heterodoxo de tentativas críticas,
reseñas, sueños, bosquejos de cartas, crónicas y breves tratados de
variadísima lección, apretados en un tenso e intenso calidoscopio”. Luis Moreno
Villamediana señala que amplía “la noción de experiencia como centro del
diario, hasta incluir los actos menos constatables, como la reflexión, la
observación, lo intuitivo, todo eso en forma de collages con fechas al margen”.
La subjetividad personal de la mirada de Sebastiani Verlezza, considerada por
Rojas Guardia; la metodología del coleccionista contenida en la taxonomía
definitoria del diario, de Castillo Zapata; y, el desvío del género hacia el
registro de experiencias intelectuales, señalado por Moreno Villamediana;
podrían definir la operación estratégica con la que, siguiendo a Benjamin y
Blanchot, Sebastiani Verlezza, durante el año 2010, “quizá con aquella fantasía
de Blanchot a cuestas: he vivido al doble –o al menos en dos aguas– y a la
sombra de esa vida se prepara –se desliza, como un baraja inesperada– un apunte
que puede redimensionar la palidez de un día cualquiera ”, construye su
escritura diarística.
Menos que como un escritor de la experiencia personal e histórica destinada
a la posteridad, Sebastiani Verlezza, como el trapero de Benjamin, rastrea
entre los deshechos de la cultura : “Sábado 15: Iluminaciones de la basura: hay
que hacer una interrogación en los deshechos, acostumbrar el ojo al entreclaro,
al filo, meterse en los rincones…”, al mismo tiempo que como un flâneur
constela “las estrellas” de y su escritura: “Paz, Steiner, Eliot, Baudelaire,
De Stefano, Pessoa; Oliveros, Rojas Guardia; Sucre, Cadenas, Pitol, Ossott,
Mann, Lezama, Benn”.
La mirada personalísima que registra, colecciona y constela,
atentísimamente, lo real y lo menos evidente, situaría a Derivas en la
estela de los diarios cercanos a la literatura del fracaso: sin propósito fijo,
abatida o desviada por efecto del vagabundeo, la escritura de Sebastiani
Verlezza guarda entre sus fragmentos la tentativa del posible naufragio, la
postergada caída: la insignificancia de “una soterrada poética –así,
con minúsculas, dicho bajito, casi al susurro, sin mucha seguridad, del
diario”. Como La tentación del fracaso, el extraordinario diario de
Julio Ramón Ribeyro.
Diario de aprendizaje, “esto no es otra cosa que el diario de un
estudiante”, como lo denomina el mismo Alejandro Sebastiani Verlezza, Derivas,
según Rojas Guardia, encarnaría una “ascesis y disciplina celebratorias,
festivas, lúdicas, porque se nos proponen como alta literatura”. Una moral de
la escritura.
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