domingo, abril 12, 2009

Haditha



ADALBER SALAS HERNÁNDEZ
Estudiante de la Escuela de Letras de la UCAB
Ganador del rubro poesía en el II Premio Nacional Universitario de Literatura (2007)
HADITHA
(19 de noviembre de 2005)



Cuatro infantes de marina estadounidenses enfrentan
cargos de asesinato por muerte de civiles
en Haditha, Irak, en 2005,
mientras otros cuatro encaran acusaciones
de menor magnitud,
anunciaron fiscales militares
(…)
Abogados defensores de los infantes de marina
dijeron que éstos no actuaron fuera de las
reglas vigentes en los conflictos bélicos.

BBCMUNDO.COM


Lo primero no fue la sorpresa
ni el grito arácnido trepando la garganta
sino el silencio
mirándose
conteniendo la respiración



luego


la explosión


no vista



aún ajena

pero sacudiendo su cuerpo de animal de rojo

y temblando aquí en los huesos de la tierra





Hubo estupor entre nosotros

estupor del mundo detenido
contemplando su sangre escapársele
entre las manos



y nadie apartaba la vista de ese instante
nadie dejaba al tiempo de mover su boca
hasta que los primeros disparos



entonces huimos a nuestras casas
en las que callamos
para escondernos en el aire espeso
en nuestro miedo puerta cerrada
y temblorosa




empezaron a oírse las maderas
dejándose quebrar
como trueno que se derrumba
y más disparos
más dientes de perro bautizando la tarde
más eco hirviendo en las paredes
y ya era otro el silencio
un silencio víscera y sequía
un silencio de tumba resignada



que amparaba al que intentó huir
y a las balas que sacudieron su cuerpo
y la rompieron las ventanas del alma
con un clamor de vidrios erizados



a la mano ya fósil
brotando del suelo
como un escarabajo que canta
su victoria inútil sobre la arena





No era ésa la fecha que imaginábamos
para el juicio
ni ésas las culpas


y nuestros ejecutores no eran ángeles
de alas tejidas con desierto y horizonte
ni demonios de la seda
sino hombres turbios
en cuyos brazos cabalgan
las yeguas de la noche



sombras
venidas a robar
la nieve a los ojos de los muertos
y ninguno de nosotros conocía el oráculo mudo
que prefiguraba ese día
que nos empañó el cielo en la mirada


pero era muy tarde:
ya era nunca




y los pasos rompieron cada refugio
hasta andar con el mío
con mi carne grave
anciana
genuflexa en una esquina
marcada con sus pecados presentes
y olvidados




No sabía que mi última palabra
sería mi sangre
dispersa en la pared

emborronando los gestos del azar



los pasos perdidos de la vida






© Adalbert Salas
En: La arena, el vidrio: Ascenso en tres movimientos
Editorial Equinoccio – USB (2008)


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