miércoles, enero 28, 2009

IV



IV


En el lecho se cierra el mundo. O se abre. O se atisba con
las chimeneas azules y las ventanas. Oh astros muertos
que veo erguidos, besos en los pasillos y en los vagones,
sombras que escucho. Esto que mira el sol y se prolonga
en el río es la bocina del viento. La noche intacta del sexo
es una víbora en el cuello. Al derramarse esa agua primera
nos acepta el tiempo, un instante. Palpo sin medida tu
cicatriz. Húndete en un abrazo conmigo, aunque te
reclame otro lugar. Estoy por una razón misteriosa con la
evidencia de tu carne, mientras sin comienzo ni fin doy
vueltas en el gran zumbido.

Juan Sánchez Peláez

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