Sín Título
I
Ese día en primavera
supe de tu boca
del misterio de tu boca
y como ocurre siempre o casi siempre
regresamos al inicio de la historia
salpicamos en fulgor síncrono tus átomos y
los míos
tomados de la mano
y me invitaste a viajar por los valles y hondonadas
ardientes de tu cuerpo
durante horas-luz y horas-luz
contemplando los encantos de tu piel
blanca-eléctrica
asoma implacable la maravilla ante muros derretidos
mientras descanso en el remanso de tu manantial
amo beber de él
acampar en la planicie de tu vientre salvífico
nutrirme allí
transitar desesperadamente los senderos urgentes de
tus piernas
y los caminos de tus pies
compartir vibraciones de tu calofrío ingente
en el péndulo de tus nalgas
entre la cómplice estática de nuestros vellos
salados
y fugarnos de a poco a poco de nosotros mismos
II
Amo revelar espontáneamente tus sensaciones
más secretas y fundir mis ganas dentro de ellas
contemplar ese gozo clandestino, adentrar en
las pupilas y derramar los deseos
mientras me envuelves loca en tus gemidos y
contorsiones escarlata
con esa conexión sublime de espíritu y carne que
detiene los relojes,
conexión tuya,
nuestra
la misma que
nos hace señores del tiempo y la existencia
fuera del camino
siempre o casi siempre lisérgico y argente.
Sólo así participamos ambivalentes del alfa y el
omega en el vórtice subversivo de tu sexo violeta
Ansío re-correr una y otra vez cada una de tus
formas tirrenas
perderme en ellas
regresar de ellas
leyendo el futuro en cada uno de nuestros sismos y
melismas
regotéandonos en el crepite incesante de tu sal
divina
arcano perenne como el deseo
aglomerarte
blanca-eléctrica
flotando en el paraje insondable de esas tus
pupilas verde-gaseosas
en expedición mística hacia las estrellas
fosforescentes de tus pechos
constelación infinita de energías acuosas en
cataclismo paralelo
sin regreso programado
III
Ocurre siempre o casi siempre ante el desnudo de la carne
y su ávido misterio
que los recuerdos melifluos gobiernan
el simple armazón de huesos, músculos y piel
y esas dos manos inocuas
no bastan para alcanzar la pesada sombra que nos circunda
ante el crisantemo abierto sobre el muro cosmogónico
de la malicia
ocurre siempre o casi siempre
que un día de primavera ya hace siglos cuando nada
existía
supe de tu boca y del milagro de tu boca
ocurre siempre o casi siempre
solamente piel blanca-eléctrica
manando niebla hermética en la primavera emérita
de los cuerpos
Leonardo Melero
Leonardo Melero
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