jueves, febrero 12, 2009

Zanahoria Rallada




ZANAHORIA RALLADA

El primer suicidio es único.


Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de morir.

Te pasan un tubo por la nariz,

con fuerza,

para que duela

y aprendas a no molestar al prójimo.

Cuando comienzas a explicar que

la-muerte-era-la-única-salida

o que lo haces

para-joder-a-tu-marido-y-a-tu-familia,

ya te han dado la espalda

y están mirando el tubo transparente

por el que desfila tu última cena.

Apuestan si son fideos o arroz chino.

El médico de guardia se muestra intransigente:

es zanahoria rallada.

Asco, dice la enfermera bembona.

Me despacharon furiosos,

porque ninguno ganó la apuesta.

El suero bajó aprisa

y en diez minutos,

ya estaba de vuelta a casa.

No hubo espacio dónde llorar,

ni tiempo para sentir frío y temor.

La gente no se ocupa de la muerte por exceso de amor.

Cosas de niños,

como si los niños se suicidaran a diario.

Busqué a Hammett en la página precisa:

nunca diré nada sobre tu vida

en ningún libro,

si puedo evitarlo.


Miyó Vestrini

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