(poeta Ophir Alviárez)
Tengo fiebre, los cachetes rojos y los talones secos. Hace calor dentro de mí mas siento el frío. Desde la cama la montaña de libros es un frasco de nutella que sí abriré, se me inundan las papilas gustativas, la imagen es recurrente. Temprano, el repique y una voz que me arrastra a lo alto de un árbol. No tiene hojas por eso veo los cuerpos. A Bolaño le hizo crac el corazón, a mí me inmunizaron contra el tétano. Cuando era otra un clavo me atravesó el zapato, yo jugaba entre cajas de madera y tenia el pelo liso, me llevaron alzada. De ahí debe haberme quedado el regusto por los brazos. Y por los clavos. Pensé escribir objetos punzo-penetrantes pero me distraje. Huelo el pecho de quien me carga, puedo chuparme a Adán en su cuello. Era fácil dejarse llevar entonces. Dame la mano, quítate la media. Hoy no uso medias y me bajo las panties, sola. Sola las subo y muchas veces me voy. Irse es una misión difícil cuando quieres quedarte. Irse es menguar el paso a golpe de cintura, habitar las yemas de un fabricante de letras o la mirada tras el vidrio de un aeropuerto con nombre de monarca. Irse es encontrarse, perderse, volver al más allá aunque en el más allá haya un abismo como decía Porchia. Abismo y tengo fiebre, los cachetes rojos, los talones secos y no, no me voy, me quedo. Me quedo y cuento. Tres, dos, uno…Me quedo desde antes, me quedo mañana, me quedo desde esa historia en la que érase una vez y otra y ésta y a quién le importa si soy transcurso, si soy la esperanza que se nos volvió memoria, o viceversa y ayer me inmunizaron contra el tétano y no me dará polio, rubéola o lechina, no me dará ratón, guayabo o mal de ojo; no me darás nada, no te daré nada, nada.
Ophir Alviárez
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