(poeta Miguel Marcotrigiano)
Robert
Cuántas veces no ha entrado bajo el ropaje del humo el alma al cuerpo
cuántas veces ha salido
Acepto que me gusta pasar por esos entramados pulmonares
extraviarme en los divertículos que forjan los recuerdos
La amnistía es sólo un sueño
y sueño es el vocablo justo para trauma
y éste
sabemos
es una herida imprecisa
en el centro del espíritu
Quizás sea el camino más seguro
la senda indicada por el dios
que reposa al fondo del armario
(a un lado de la guitarra cuyas cuerdas
nunca he de rasgar)
el mismo que espía cada noche mis rezos
que espera el segundo exacto para apretar el corazón entre su puño
y provocar la afasia que delimita la frontera
entre la realidad y esta mentira que nos ha tocado vivir
Siempre reside en el ritmo
la pauta de una nueva versión
El hijo ilustre del ghetto
no piensa en la raza
tiene tiempo suficiente
para recuperar todo el humo perdido
los minutos exactos
que dura la eternidad
Thomas
Todas estas voces me atormentan
porque todas ellas forman sólo una
y no logro distinguir la mía
del tránsito de sus ideas
Escribí la canción de amor
mientras Europa se debatía
entre la guerra futura
y su pasado
-las voces siempre provienen del pasado-
Las imágenes se superponen
se entrecruzan
se confunden en un solo desorden del espíritu
Ezra afirma en tinta verde
que únicamente la poda
logrará hacernos entender
que el movimiento no es tal
que el espectáculo es una ilusión
que estamos muertos
y que la muerte no admite revisiones
Sólo un pequeño poema pido
un mínimo vínculo
que evite la disgregación
entre esto que creo ser
y todos aquellos que me componen
pues el tiempo no marca la pauta
no es la voz de Tiresias
ni la sombra que señala el compás
de mis pasos
Acontece el mundo
y el final no llega
ni se concibe la incertidumbre
La emoción es una fórmula exacta
la medida precisa
la imparcialidad
el orden
la sucesión de todas estas voces
que se transforman en pensamiento
en soplo inútil
en ráfaga
Enuncio la teoría
en cuatro momentos
un objeto
dos hechos
y acaso un vacío
la fe
el granito
el espinazo que se dibuja en la arena
Muchas voces me acompañan
el tañido de la campana
los gritos de las aves marinas
la ola que revienta más allá del tiempo
No tienes por qué angustiarte
dice la sombra
el viejo Tiresias
el Dante
y su Virgilio
Es el hipertexto
el ojo en el papel
tu propia conciencia
de los límites
T. de Ahumada
Nada me turba
sin embargo cae pesadamente una hoja del arce
y provoca un estruendo en el alma
Nada me espanta
salvo el martirio de unos doce años
cuando decidí vivir en la casa de mi padre
opresivo cilicio que ahoga el corazón
La paciencia -Carmelo-
es una forma de la neurosis
Todo es alcanzado
por la mala compañía de los libros prohibidos
los consejos insanos del hombre santo
Vendrá mi caballero
me hallará dispuesta para la oración
esperará a que goteen mis últimas plegarias
se despojará de sus armaduras
en el locutorio
yo escribiré largamente
y este brazo que sostiene la mano que sostiene la pluma
quedará por los siglos como viático o como diezmo
¿Mi corazón?
No vale más que el meñique
Ya no tengo reposo
grave es la enfermedad
del desmembramiento
Miguel Marcotrigiano
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