Amantes
Se
amaban. No estaban solos en la tierra;
tenían la noche, sus vísperas
azules,
sus celajes.
Vivían uno en el otro, se palpaban
como dos pétalos no abiertos
en el fondo
de alguna flor del aire.
Se amaban. No estaban solos a la orilla
de su primera noche.
Y
era la tierra la que se amaba en ellos,
el oro nocturno de sus
vueltas,
la galaxia.
Ya no tendrían dos muertes. No iban a separarse.
Desnudos,
asombrados, sus cuerpos se tendían
como hileras de luces en un largo
aeropuerto
donde algo iba a llegar desde muy lejos,
no demasiado
tarde.
EUGENIO MONTEJO
miércoles, julio 17, 2013
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