FERNANDO OCHOA ANTICH | EL UNIVERSAL
domingo 1 de mayo de 2011 04:03 PM
Causas y culpas, el libro escrito por mi hermano Enrique, es un análisis realmente interesante de la crisis histórica que condujo al poder a Hugo Chávez. Al leerlo, uno entiende algunos hechos que la polémica ha impedido interpretar cabalmente. Lo primero a señalar es lo acertado del plan que utilizó para abordar el tema. Dividir el libro en cuatro grandes partes: el antiguo régimen, los estertores, la comedia de las equivocaciones y a manera de epílogo le permite interpretar las "causas políticas, económicas, sociales y culturales que hicieron posible la irrupción del prolongado fenómeno chavista", sin olvidar las causas subjetivas, es decir "la acción de los hombres, la atinente a su esquiva y veleidosa voluntad", en un esfuerzo por superar el dogma marxista.
Al analizar lo que él llama el "antiguo régimen", concluye que "las atrofias y carencias del llamado Pacto de Punto Fijo" fueron causas lejanas que dieron origen al chavismo. Acertadamente, recuerda la exclusión del Partido Comunista de esa alianza y sus consecuencias: la lucha armada. También resalta el efecto negativo que tuvo el proyecto de sustitución de importaciones, sin considerar lo reducido de nuestro mercado interno. Al analizar los cuatro siguientes gobiernos de la democracia: Pérez, Herrera, Lusinchi y Pérez II es incisivo en su crítica: recuerda que el incremento de los precios petroleros sólo sirvió para fortalecer un exagerado estatismo, que a la larga condujo a un elevado endeudamiento, que en lugar de impulsar nuestro desarrollo lo comprometió totalmente.
El libro toma particular importancia al sostener el autor que "no es de los sucesos del 4 de Febrero... que surgió la fortaleza del liderazgo carismático de Chávez, pivote del actual régimen, que por comodidad llamaremos pretotalitario...sino más bien a la grave crisis de los años 90, caldo de cultivo de la victoria electoral de Chávez en diciembre de 1998, se llegó debido a causas más remotas y profundas que el 4 de febrero". Esas causas las resume en: el quebrantamiento de la promesa populista de progreso al presentarse la caída de los precios petroleros; la torpe aplicación del plan de ajuste en 1989; la violación de los derechos humanos el 27 de Febrero; la creciente corrupción y no haber analizado a profundidad las causas de los alzamientos militares.
El análisis se vuelve más preciso al desarrollar el capítulo: los estertores, e insistir el autor que la responsabilidad del acceso al poder de Hugo Chávez también tuvo causas más recientes: el error de imponer las candidaturas de Pérez y de Caldera; la incapacidad del MAS y de La Causa R para transformarse, mediante un acuerdo, en una verdadera alternativa de poder; el respaldo del MAS a la candidatura de Caldera; su incapacidad para transformar el estatus político nacional; la negativa del Congreso Nacional de aceptar la propuesta del autor de consultar al pueblo en las elecciones del 98 sobre la posibilidad que el nuevo Parlamento ejerciera el poder constituyente, el retardo del gobierno de Caldera en establecer el plan de ajuste y la decisión del MAS de no retirarse de su gobierno.
El libro se vuelve apasionante al leer el capítulo: "La comedia de las equivocaciones", quedando el lector perplejo al hacerle recordar los acontecimientos políticos de esos años: la candidatura de Alfaro; la postulación de Irene Sáez por COPEI, el coqueteo del MAS y La Causa Radical con la candidatura de Irene Sáez; el apoyo del MAS a la candidatura de Chávez, que justamente puso la diferencia de votos con Henrique Salas; la abusiva prédica de la antipolítica, el desentendimiento de lo público por la clase media y el abundante respaldo que al final de su campaña consiguió Hugo Chávez para financiar su campaña electoral. Resalta el autor que sin estos sorprendentes errores, difícilmente Hugo Chávez hubiese superado el 6% que tenía en las encuestas en enero de 1998.
Esta verdad le produce al lector cierto escozor al percibir el sorprendente suicidio de una clase política y de un régimen que debió concluir de manera diferente. Creo que al autor se le escaparon dos hechos de suma importancia: la equivocada política militar establecida por la democracia venezolana que debilitó el natural liderazgo de los generales y facilitó la conspiración en los cuadros medios. La crítica que hace Enrique de la actuación de la izquierda democrática es valiente, pero olvidó la inmensa responsabilidad que tiene la izquierda radical, un buen ejemplo Douglas Bravo, y también la izquierda democrática, en particular La Causa Radical y líderes políticos como Pablo Medina, al conspirar con los jóvenes militares para destruir la democracia venezolana.
Al analizar lo que él llama el "antiguo régimen", concluye que "las atrofias y carencias del llamado Pacto de Punto Fijo" fueron causas lejanas que dieron origen al chavismo. Acertadamente, recuerda la exclusión del Partido Comunista de esa alianza y sus consecuencias: la lucha armada. También resalta el efecto negativo que tuvo el proyecto de sustitución de importaciones, sin considerar lo reducido de nuestro mercado interno. Al analizar los cuatro siguientes gobiernos de la democracia: Pérez, Herrera, Lusinchi y Pérez II es incisivo en su crítica: recuerda que el incremento de los precios petroleros sólo sirvió para fortalecer un exagerado estatismo, que a la larga condujo a un elevado endeudamiento, que en lugar de impulsar nuestro desarrollo lo comprometió totalmente.
El libro toma particular importancia al sostener el autor que "no es de los sucesos del 4 de Febrero... que surgió la fortaleza del liderazgo carismático de Chávez, pivote del actual régimen, que por comodidad llamaremos pretotalitario...sino más bien a la grave crisis de los años 90, caldo de cultivo de la victoria electoral de Chávez en diciembre de 1998, se llegó debido a causas más remotas y profundas que el 4 de febrero". Esas causas las resume en: el quebrantamiento de la promesa populista de progreso al presentarse la caída de los precios petroleros; la torpe aplicación del plan de ajuste en 1989; la violación de los derechos humanos el 27 de Febrero; la creciente corrupción y no haber analizado a profundidad las causas de los alzamientos militares.
El análisis se vuelve más preciso al desarrollar el capítulo: los estertores, e insistir el autor que la responsabilidad del acceso al poder de Hugo Chávez también tuvo causas más recientes: el error de imponer las candidaturas de Pérez y de Caldera; la incapacidad del MAS y de La Causa R para transformarse, mediante un acuerdo, en una verdadera alternativa de poder; el respaldo del MAS a la candidatura de Caldera; su incapacidad para transformar el estatus político nacional; la negativa del Congreso Nacional de aceptar la propuesta del autor de consultar al pueblo en las elecciones del 98 sobre la posibilidad que el nuevo Parlamento ejerciera el poder constituyente, el retardo del gobierno de Caldera en establecer el plan de ajuste y la decisión del MAS de no retirarse de su gobierno.
El libro se vuelve apasionante al leer el capítulo: "La comedia de las equivocaciones", quedando el lector perplejo al hacerle recordar los acontecimientos políticos de esos años: la candidatura de Alfaro; la postulación de Irene Sáez por COPEI, el coqueteo del MAS y La Causa Radical con la candidatura de Irene Sáez; el apoyo del MAS a la candidatura de Chávez, que justamente puso la diferencia de votos con Henrique Salas; la abusiva prédica de la antipolítica, el desentendimiento de lo público por la clase media y el abundante respaldo que al final de su campaña consiguió Hugo Chávez para financiar su campaña electoral. Resalta el autor que sin estos sorprendentes errores, difícilmente Hugo Chávez hubiese superado el 6% que tenía en las encuestas en enero de 1998.
Esta verdad le produce al lector cierto escozor al percibir el sorprendente suicidio de una clase política y de un régimen que debió concluir de manera diferente. Creo que al autor se le escaparon dos hechos de suma importancia: la equivocada política militar establecida por la democracia venezolana que debilitó el natural liderazgo de los generales y facilitó la conspiración en los cuadros medios. La crítica que hace Enrique de la actuación de la izquierda democrática es valiente, pero olvidó la inmensa responsabilidad que tiene la izquierda radical, un buen ejemplo Douglas Bravo, y también la izquierda democrática, en particular La Causa Radical y líderes políticos como Pablo Medina, al conspirar con los jóvenes militares para destruir la democracia venezolana.
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