Véngase conmigo y tomemos de una vez por todas, esas vacaciones que tanto hemos planeado,
Viajemos por los confines del padre río y confundámonos entre garzas y nubes
Lléveme de la mano por todos esos caminos que conoce a perfección,
Asalte mi sensorio con esa prodigiosa locura de la que sólo usted es capaz,
Enciéndame en el oliva deltáico de su mirada, como si no existiese un mañana,
Béseme, como si no hubiese un después.
Olvidémonos de la congestión vehicular, del alto tráfico de e-mails y de la subida del euro,
Sólo le ruego me encarcele en ese su amor fulgurante, que me subyuga, me obsesiona y arrebata, e ilumine mis senderos con ese derroche de corocoras que atesora como sonrisa.
Véngase conmigo; dejemos atrás al descomunal ruido de la ciudad, no atendamos llamadas, apaguemos los celulares, tan sólo déjeme saborear el poder salvífico de sus labios dentro de mis besos y muérdame mil y una veces con su pasión pertinaz y frenética –la misma que enloquece a mis neuronas- sólo béseme, hasta que se derrita la arena como se derriten por usted mis ganas, las de quererla mujer, las de adorarla.
Amémonos de tal manera, que hasta el mismísimo Espíritu Santo sienta envidia nuestra, que sólo yo sea el esclavo suyo y que sólo sea usted la esclava mía
Déjeme enviciarme lentamente con el sonido eterno de su voz sobre mi cuello
y alucinar a cada roce de su piel, permítame enredarme por esa su guedeja áurea, que me desquicia y trastorna, mientras desembarco con la fuerza de la vorágine en el manglar en el que se juntan sus piernas con mis piernas.
Perturbe mi juicio con el roce de sus manos, mientras ellas recorren mi anatomía con la destreza de una alfarera y me derriban una y otra vez ante la luz de la luna reflejada en las riberas del impetuoso Orinoco, Véngase conmigo de una vez por todas y enciéndame como si no existiese un mañana, béseme hasta que se derrita la arena, béseme; como si no hubiese un después.
Viajemos por los confines del padre río y confundámonos entre garzas y nubes
Lléveme de la mano por todos esos caminos que conoce a perfección,
Asalte mi sensorio con esa prodigiosa locura de la que sólo usted es capaz,
Enciéndame en el oliva deltáico de su mirada, como si no existiese un mañana,
Béseme, como si no hubiese un después.
Olvidémonos de la congestión vehicular, del alto tráfico de e-mails y de la subida del euro,
Sólo le ruego me encarcele en ese su amor fulgurante, que me subyuga, me obsesiona y arrebata, e ilumine mis senderos con ese derroche de corocoras que atesora como sonrisa.
Véngase conmigo; dejemos atrás al descomunal ruido de la ciudad, no atendamos llamadas, apaguemos los celulares, tan sólo déjeme saborear el poder salvífico de sus labios dentro de mis besos y muérdame mil y una veces con su pasión pertinaz y frenética –la misma que enloquece a mis neuronas- sólo béseme, hasta que se derrita la arena como se derriten por usted mis ganas, las de quererla mujer, las de adorarla.
Amémonos de tal manera, que hasta el mismísimo Espíritu Santo sienta envidia nuestra, que sólo yo sea el esclavo suyo y que sólo sea usted la esclava mía
Déjeme enviciarme lentamente con el sonido eterno de su voz sobre mi cuello
y alucinar a cada roce de su piel, permítame enredarme por esa su guedeja áurea, que me desquicia y trastorna, mientras desembarco con la fuerza de la vorágine en el manglar en el que se juntan sus piernas con mis piernas.
Perturbe mi juicio con el roce de sus manos, mientras ellas recorren mi anatomía con la destreza de una alfarera y me derriban una y otra vez ante la luz de la luna reflejada en las riberas del impetuoso Orinoco, Véngase conmigo de una vez por todas y enciéndame como si no existiese un mañana, béseme hasta que se derrita la arena, béseme; como si no hubiese un después.
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