domingo, julio 18, 2010

Entrevista a Agustín Blanco Muñoz

ENTREVISTA // Agustín Blanco Muñoz, historiador




"Este régimen persigue el crecimiento de la militarada"


"Los militares asumen prácticas de un falso comunismo para sostener la estabilidad revolucionaria"



Agustín Blanco Muñoz no sólo permanece consecuente con la tumusa años 60 que luce sin complejos. También lo es con unas ideas, siempre desde la disidencia, que chocan con el poder pero, también, con quienes podría identificarse en el rechazo. Desde la Cátedra Pío Tamayo de la UCV y en su tarea de recoger el testimonio de decenas de venezolanos que forman parte de la historia contemporánea, ha hecho un aporte inteligente y valioso porque, a pesar de su confeso radicalismo, le ha impreso a su obra un talante de amplitud y pluralismo. 


-¿La exhumación de los restos de Bolívar responde a una inclinación necrofílica o a un recurso para desviar la atención de los verdaderos problemas que vive el país? 

-Exhumar los restos de Bolívar para un supuesto estudio que determine las causas de su muerte se inscribe en lo que Enrique Bernardo Núñez llamó, en los años cuarenta del siglo pasado, el culto a Bolívar. Un culto que ha servido, también, como elemento de control de la conciencia del colectivo y para distraerlo y apartarlo de los grandes problemas que le atañen. Este culto sostiene que Bolívar libertó y sus 'herederos' sienten necesidad de acreditarse en el correspondiente hilo de méritos para continuar la grandiosa tarea de una independencia que quedó incompleta.
 


-Se refiere usted a Chávez. 

-El golpista Presidente siente la necesidad del santuario bolivariano como medio para sustituir sus carencias ideológicas y políticas. Requiere ungirse del viejo heroísmo y de los propios planes libertarios para que se le reconozca como continuador de la obra de Bolívar. En ningún otro momento de su historia el culto a Bolívar alcanzó tanta jerarquía. Y nadie pensó que el pensamiento bolivariano podía conjugarse con el de Marx , Engels, Stalin, Mao, Castro o Ernesto Guevara para desarrollar una revolución supuestamente marxista y totalitaria. Creo que ahora se hace el mayor uso y abuso de Bolívar en lo que va de la historia republicana de Venezuela.
 

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Según Chávez la democracia es quitarles a los ricos para darles a los pobres. Como marxista que usted ha sido, ¿no cree que Chávez es consecuente con los principios del socialismo real? 

-No hay que ser marxista para saber que Chávez no es consecuente con los principios de ninguna doctrina en particular. En 1998, en
 
HABLA EL COMANDANTE, señalaba que no es marxista ni antimarxista. Diez años después declara que asume el marxismo pero que no conoce sus obras fundamentales. De modo que no parece haber mayor coherencia en su definición ideológica. Pero si entendemos que el socialismo real fue una burocrática negación de los postulados de los clásicos del marxismo, puede concluirse que el señor Chávez es consecuente con aquello que nada tiene que ver con socialismo. 


-¿Se pasó usted al capitalismo? 

-Militar en el capitalismo tal y como lo conocemos es avalar la explotación, la ganancia desmedida que acaba con unos seres para beneficio y fortalecimiento de otros. Esta es la tragedia de un mundo que gira alrededor de una especie de condena. Por un lado la hasta ahora irrealizable igualdad propuesta en la teoría socialista y por la otra dar todo tipo de aval a la desigualdad. Luego se suma la posición reformista, que pide un poco menos de explotación y un poco más de humanismo. Pero esto tampoco ha servido para disminuir la pobreza o el hambre. Así, mientras el móvil que rige la historia sea la explotación, no se alcanzará la plena realización de la condición humana.
 


-¿Cree usted, como cardenal Urosa, que Chávez es un comunista que ahora recula por razones electorales? 

-El comunismo, en sentido estricto, alude a una sociedad sin clases, propiedad o desigualdad. Un mundo de felicidad y realización hasta ahora desconocido y que permanece en el reino de la utopía. Es un ideal a alcanzar por quienes aspiran a que algún día haya vida no regida por la posesión material sino por la convivencia, la solidaridad y la espiritualidad.
 


-Usted critica al Cardenal porque defiende el recurso del voto como forma de provocar el cambio político y recuperar la democracia. Si ese no es el camino, ¿cuál lo es? 

-La crítica al Cardenal no niega el voto como posibilidad de provocar cambios políticos. Nuestra observación se refiere a la incoherencia generalizada, entre los defensores del voto, que lo tienen como única forma de superar la coyuntura y lograr lo que califican como la recuperación de la democracia. No entendemos cómo un régimen al que se califica de marxista y totalitario, en el caso de Urosa, y para otros de autoritario, dictatorial o neofascista, se le puede pedir, a la vez, que sea democrático y permita libres y transparentes comicios.
 

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¿Entonces no votamos? 

-Se puede acudir a la vía electoral en las peores situaciones si se ubica dentro de un plan o proyecto que vaya más allá de la pura expresión electoral. Sabemos que está montada la maquinaria del fraude -de todos los poderes contra unas oposiciones que cuentan con un apoyo precario en la sociedad civil- y que es materialmente imposible obtener resultados diferentes a los programados. Como país dejamos de ser dueños de sus instituciones y estamos penetrados por la 'legión cubana' que vino a imponer una nueva realidad: Venecuba. Y aquí, como allá, no ha habido ni hay votaciones limpias. Nadie puede concebir la salida de los hermanos Castro del poder por unas elecciones.Y si el poder es venecubano no hay ninguna razón para suponer que aquí habrá salida electoral.
 


-¿Qué hacer entonces? 

-El camino a seguir para enfrentar esta situación debe ser diseñado e instrumentado por un colectivo consciente e inclinado a la organización. Aquí no está planteado un simple cambio de gobernante ni el regreso a la Venezuela de 1998. El compromiso es forjar una realidad que deje a un lado el ex país que somos para adoptar el programa que nos conduzca a un destino diferente.
 


-¿Cree usted en la toma del poder por las armas? 

-No somos partidarios del uso de las armas para lograr un cambio político, a pesar de tener claro que la sociedad está montada sobre bases profundamente violentas. Muchos seres humanos quedaron en las llamadas trincheras de luchas combatiendo por un mundo mejor que terminó en las peores frustraciones. No podemos festejar la violencia de las armas, pero tampoco la del hambre y la sumisión.
 


-¿No justifica su actitud las acusaciones de Chávez contra "la oposición golpista"? 

-En lo personal y en lo institucional, si hablamos de la Cátedra Pío Tamayo, sólo se nos puede acusar de promover el cambio social a partir de la acción colectiva, una fuerza indestructible e invencible cuando se arma con la conciencia y la organización que le permita ir más allá de los límites establecidos por el caudillismo decimonónico y positivista.
 


-¿Chávez cita en sus "líneas" el libro donde un grupo de oficiales advierte que "desde el 23 de enero para acá el destino de la Fuerza Armada se está dirimiendo no en los cuarteles sino en el campo de la política". ¿No es ese un sano principio de subordinación del poder militar al civil? DE MILITARES PARA MILITARES,

-El papel de la FAN en una sociedad como la nuestra obedece al poder que diseña políticas para el mantenimiento del orden establecido. Esa fuerza está en el mundo civil. Pero aquí, como en la casi toda América Latina, la subordinación militar a lo civil es un tema debatido y no siempre cumplido. En el caso de la Venezuela actual, la militarada asume la condición boliburgueriana y se inscribe en las propias esferas del poder. El objetivo de este régimen, llamado socialista del siglo XXI, es ver crecer el poder en manos de los militares.Y para ello se inscriben en prácticas que muchos califican como comunistas, cuando en realidad, como en el caso de las comunas, corresponden al ejercicio del populismo-clientelismo dirigido a garantizar la estabilidad revolucionaria. Un "comunalismo" que nada tiene que ver con comunismo ni con un nuevo modo de producción.
 


-¿Cual es su visión de lo que ocurrirá el 26S? 

-Por desgracia aquí no habrá un desplazamiento del llamado proceso revolucionario por vía electoral. El 26S se iniciará un período en el que se multiplicará la frustración, pero a la vez tomará impulso la organización de la mayoría (más del 50% de la población rechaza lo existente y el pasado) que manifiesta ya su voluntad de emprender el camino de la construcción de otra realidad.
 


Roberto Giusti EL UNIVERSAL



La evolución del culto a Bolívar



"Es con la Revolución de Abril de Guzmán Blanco cuando se establece la necesidad del santuario para una forma de gobernar. Y para esto debía quedar atrás todo el encono y hasta el desprecio que había recaído sobre Bolívar allá por los tiempos en que se plantea la disolución de La Gran Colombia, proceso en el cual sale airoso José Antonio Páez". 

Para Guzmán, derrotado Páez en la Guerra Federal es necesario reivindicar a Bolívar. Y es así como se echan las bases del Santuario Bolivariano. Y lo hace un liberal que siente la necesidad de fabricar ídolos y mitos que le sirvan para crear todo un ideario en el cual se asentaría su dominación. Y es así como se convierte Guzmán en el indispensable, el aclamado, el civilizador, el otro Bolívar.
 

A la hora del desaforado caudillismo de fines del siglo XIX, que culmina con la Restauradora de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez, se produce una especie de separación de la escuela que exhibía a Bolívar entre sus ídolos.
 

Pero es con Eleazar López Contreras y sus Cívicas Bolivarianas cuando se retoma el "credo bolivariano" en todo su esplendor. Los golpistas de
1945, a la hora de la llamada Revolución de Octubre, se inclinan por la continuación de la obra independentista pero sin acudir a un uso en forma extensa de Bolívar. 

El Nuevo Ideal Nacional de Marcos Pérez Jiménez se empeña en romper con los postulados socialdemócratas del trienio y acude en lo fundamental a la "doctrina militar" que tiene en la acción su principal componente y actor. La dictadura tenía un único símbolo, mito y culto: el General Marcos Pérez Jiménez.
 

En el caso de la democracia hay un uso discreto de Bolívar. No hay ningún ideario que derribar. Por ello no sentían estos gobernantes necesidad de empuñar el santuario bolivariano".
 




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