"La poesía es un placer
y todo lo demás sale de ahí"
- Entrevista a
Alejandro Sebastiani
por Raquel Abend Van Dalen
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Manejas varios géneros literarios simultáneamente. En
tu plaquette Posdatas, manejas por
igual la prosa y el verso, sin embargo, más allá de este poemario también te
dedicas al ensayo, a la crítica literaria y a la escritura de diarios. ¿Cómo
logras el equilibrio entre estos registros?
No hay tanto equilibrio sino inestabilidad, un ir y venir –un jaleo– entre los registros; de pronto, hay algo con el deseo…o las manifestaciones de un mismo impulso expresivo (esto último se lo escuché a Victoria De Stefano y me fascinó). No veo –ahora– contradicción entre la prosa y el verso. Hay, sí, un sentido del ritmo, casi musical. A veces, estoy oyendo una melodía y me pregunto: ¿cómo sonará esto en palabras? Hay cosas que pueden decirse en un poema y no en un ensayo, en una entrada de diario y no en un relato. No importa la forma sino el tránsito. Pasa o no pasa. Cuaja o no. Eso sí: mi interés principal está en la poesía y trato de encontrarme con sus manifestaciones en otros lugares (no podemos reducirla al poema nada más). Algunos científicos, a su manera, son poetas. Y esto ya lo advertía Perse cuando ganó el Nobel en 1960 (“sostienen la misma interrogación sobre un mismo abismo, y únicamente difieren sus modos de investigación”). Entonces, la poesía es un placer y todo lo demás sale de ahí. Ahora bien, el interés por “ensayar” se afinó con mis estudios en Letras. Me gusta suponer que intento un tipo de ensayo, más o menos personal, a veces juguetón. Quisiera andar más cerca de la imagen y un punto lejos de lo meramente conceptual (encontrar eso que Gerbasi llamó “documento de los sentidos”). Ahí, en ese arte ensayístico –y, digamos, rapsódico– hay varias corrientes: Lezama, Gramcko, Ossott, Rojas Guardia, Borges, Zambrano, Sucre, Paz, Montejo, Armand, Sarduy, Rossi, Cadenas, Palacios, Castillo Zapata, Pitol, Silva Estrada.
¿Sientes que los géneros literarios que manejas se
trasvasan entre sí?
En mí no
estoy seguro. A veces pienso que sí. Pero lo pienso ahora. Es
una sospecha que no exploro. En literatura, parece, y quizá en todo lo demás, hay
certezas que no sirven de mucho. Trato de hacer un ejercicio de la mirada a
partir de algunas afinidades, dudas, incertidumbres…y desde ahí, supongo, me
acerco a la poesía. Tampoco me siento en pleno manejo –o posesión– de algo. Ahora, sobre esta pregunta, puedo
decir algo más desde mi experiencia de lectura: en un momento determinado –y en
buena medida gracias a Roberto Pérez León– empecé a notar que la poesía no es
algo que se queda solamente en el poema. Ver cómo aborda –desborda– otros
géneros me pareció un ejercicio estimulante. Pensemos en esos vasos
comunicantes a partir de Gramcko, Breton, Rilke, Nabokov, Lispector, Duras,
Yourcernar (aunque estas últimas no son, “formalmente”, poetas, piensan y se
expresan como tales, pensemos en La
pasión según G.H, Fuegos y Memorias de Adriano). Para mí, hay un libro que concentra lo que intento decir:
La muerte de Virgilio, de Hermann
Broch. Es la desmesura: ahí está el equilibrio y el desequilibrio, la historia
y el mito, la prosa y el verso, la imagen y el concepto, la escritura toda. Por
momentos olvido que debo “entender” y solo me dejo llevar. Que un escritor te
lleve a ese trance es fascinante. Rompe con nuestra educación del pensar y para
mí eso es digno de celebrarse.
¿Cuáles son las ventajas y peligros de la poligrafía?
El polígrafo
funda un territorio y yo más bien voy en una expedición. Hay una entrega
instintiva, simplemente. Y con ella, supongo, riesgos. Las imágenes me van
llevando y trato de escuchar. Ahora que me lo preguntas, a veces me gusta
pensarme como alguien que “traduce”: va y viene de distintos lugares y en el
camino –¿hacia dónde, hacia sí mismo?– irá encontrando sonidos que alguna vez,
si acaso felizmente, desembocarán en la página. ¿Que si salió prosa, verso? ¡No
importa! Solo voy migrando-mirando. Desde luego, es un modo algo caprichoso de asumir
la escritura. Tengo una gran urgencia caleidoscópica. A veces sin buscarlo
tanto, algo en mi inclinación va tras eso. Lispector decía: “Hay que entregarse
a la desorientación”.
Has publicado varios artículos y entrevistas en la
prensa, revistas web y blogs. ¿Cómo combinas la labor de periodista con la de
escritor?
En rigor, no
hay tal combinación. De vez en cuando me solicitan colaboraciones. Por lo demás,
nunca he trabajado formalmente en una sala de redacción. La única vez que hice
algo parecido, hace unos diez años, fue en un semanario: La razón. Después de hacer mis pautas, tenía que esperar las correcciones.
En esas horas muertas, mientras aprendía algo de ajedrez, ponía el oído a lo
que hablaba Jesús Sanoja Hernández con los escritores que tenían la costumbre
de reunirse allí.
Has publicado ensayos bajo seudónimos. ¿Estás
construyendo un heterónimo?
A veces me atrae
la heteronimia. Por ahí andan paseándose algunas voces volubles. Es un
divertimento. Así empezaron los carteos entre Giacomo Scardanelli y Aleister
Creeley (diario Tal Cual). Por otro lado: yo no creo, al menos para mí, en esas teorías casi
brujiles de Pessoa sobre los heterónimos. Solo advierto un estado lúdico, una
suerte de ebriedad: algo anda revoloteando y trato de atenderlo; quizá, como
una antena, intento dar con una señal. Cuando estoy ante un texto muy
reescrito, dejo de reconocerlo, le pongo otro nombre. Así, a rajatabla, la
noción de propiedad en literatura me resulta algo dudosa. Un escritor, me agrada
pensar, es un extraño palimpsesto, el resultado –y el encontronazo– entre muchos
influjos, la metamorfosis y la antropofagia.
Tus diarios serán publicados próximamente por
Bid&Co. Editor. Siendo los diarios una escritura íntima por definición,
¿por qué escoger publicarlos, especialmente tratándose de tu primer libro?
La opción de publicarlos fue
muy fortuita. Apareció. Y tras pensarlo un poco, me pregunté si tenía algo que
perder. Y la respuesta fue no, no tengo
(es posible que en el futuro me arrepienta de esta liviandad). En todo caso, Derivas, mi diario correspondiente al
año 2010, ya no era tan “privado”. Digo esto porque lo presenté como trabajo de
grado. Tampoco considero una idea radical de intimidad en el diario, sobre todo
si está escrito por alguien que lee.
¿Pueden los diarios no ser literatura una vez
publicados?
Cada diario,
en sí mismo, encarna un modelo distinto y no todos pueden leerse igual; ahora,
si es o no literario, dependerá de quien lo escriba y sus búsquedas. Yo lo veo en
la encrucijada de los géneros: colinda con el ensayo, la narración personal…y
cierto rapto lírico, al menos en Pizarnik lo siento así. A veces es solo
fragmentario, caótico. Una escritura meramente catártica, pongamos, quizá no
sea muy literaria, pero seguro tiene por ahí su “venenito”, ¿no? Tampoco “debe”
escribirse el diario todos los días: puede tener baches, saltos, silencios…hay
una tensión con la materia.
Aparte de ir y venir en los modos de la escritura,
también te dedicas al trabajo visual a través de los collages. ¿Qué relación
hay entre éstos y tu quehacer literario? ¿Por qué collage y no pintura o
escultura?
La pintura y escultura
exigen una preparación, una disciplina y un pulso anímico que no tengo. Ambas
me sobrepasan. El collage, en cambio, es con lo que puedo. Me gusta ver cómo se
producen nuevas combinaciones y texturas a partir de elementos en principio disímiles.
Siempre ando en una “cacería”, hay algo muy divertido en la elección de los
materiales y los soportes; el momento de rasgar y pegar me lleva a territorio
extraño, casi festivo. Todo lo anterior, visto así, es muy parecido al
ejercicio de observación que supuestamente debe hacer un escritor. ¿No? También
hay textos algunos en mis collages. Allí, supongo, hay un diálogo y un impulso
(¿volvemos con De Stefano?). Después de todo, en la escritura hay algo de com-posición
y juego, impresiones que van asentándose, entran en una superficie y van
fugándose.
¿En qué proyectos estás trabajando ahora?
Un poemario y
una serie de collages.
Alejandro Sebastiani Verlezza: periodista,
licenciado en Letras (UCV, 2013). Textos suyos han sido publicados Prodavinci, Imagen, Ateneo, Letralia, Corriente
Alterna, El Universal, La Razón, El Nacional
Tal Cual y Voces nuevas (Celarg,
2005-2006). Participó en la IV edición de la Semana de la Narrativa Urbana, así
como también en las exposiciones colectivas Ciudad volátil:
arquitecturas transitivas de la vanguardia caraqueña (La Caja, Centro
Cultural Chacao, 2011) y Confluencias (UCV, 2012). Actualmente
cursa el diplomado en Estudios Liberales de la Universidad del Valle San
Francisco y se desempeña como docente en el instituto ICREA. Posdatas es su primera plaquette editada
por El pez soluble (2011).
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