POEMA QUE NO TODOS PUEDEN LEER:
“Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino /
por la esbeltez exacta y el aroma divino. /
Te conviertes entonces en mi propia experiencia, /
te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia. /
Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas /
como dos gritos solos. Blancas manos calladas, /
que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso, /
dulce como praderas, silente y memorioso. /
Estas manos te hurgan, te descubren delicias /
semejantes al mar. Breves, fijas caricias /
con las que quiero hollarte, como si tierra fueras /
por la que pasa un río sediento de praderas. /
Y por tu pecho andan dos tetas excelentes /
en las que yo amamanto todo lo que tú sientes. /
Altos y soberanos, tus pechos son mi vida /
que es alta y soberana tierra herida. /
Hieren tus piernas suaves y locas extremadas; /
después son dulces aves que, junto a mi, cansadas, /
duermen ese momento feliz, después del coito, /
cuando ha finalizado la noche del introito. /
Las noches son sagradas. Pero también el día. /
Hay ángeles, demonios, culos del mediodía. /
te veo, en fin, desnuda, como una gran memoria /
que no tiene pasado, ni presente, ni historia /
y es el perfecto instante /
en que todo lo amado se convierte en amante”.
Ludovico Silva (1973).
Poema que
no todos pueden leer
Tú,
cuando te desnudas, te pareces a un pino
por la
esbeltez exacta y el aroma divino
Te
conviertes entonces en mi propia experiencia,
te llenas
de una hermosa, antigua y noble ciencia.
Por tu
ombligo pasean mis manos desmayadas
como dos
gritos solos,. Blancas manos calladas,
que
hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso,
dulce
como praderas, silente y memorioso.
Estas
manos te hurgan, te descubren delicias
semejantes
al mar. Breves, fijas caricias
Con las
que quiero hollarte, como si tierra fueras
por la
que pasa un río sediento de praderas.
Y por tu
pecho andan dos alas excelentes
en las
que yo adivino todo lo que tú sientes.
Altos y
soberanos, tus pechos son mi vida
que es
alta y soberana torre herida.
Hieren
tus piernas suaves y locas y extremadas;
después
son dulces aves que, junto a mi, cansadas,
duermen
ese momento feliz, después del coito
cuando ha
finalizado la noche del introito.
Las
noches son sagradas. Pero también el día.
Hay
ángeles, demonios, dioses del mediodía.
Te veo,
en fin desnuda, como una gran memoria
que no
tiene pasado, ni presente, ni historia
Y es el
perfecto instante
en que
todo lo amado se convierte en amante.
Ludovico
Silva de: In vino veritas (1977)
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