sábado, diciembre 29, 2012

Poema que no todos pueden leer (1973) (1977)



POEMA QUE NO TODOS PUEDEN LEER:




“Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino /
por la esbeltez exacta y el aroma divino. /

Te conviertes entonces en mi propia experiencia, /

te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia. /

Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas /

como dos gritos solos. Blancas manos calladas, /

que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso, /

dulce como praderas, silente y memorioso. /

Estas manos te hurgan, te descubren delicias /

semejantes al mar. Breves, fijas caricias /

con las que quiero hollarte, como si tierra fueras /

por la que pasa un río sediento de praderas. /

Y por tu pecho andan dos tetas excelentes /

en las que yo amamanto todo lo que tú sientes. /

Altos y soberanos, tus pechos son mi vida /

que es alta y soberana tierra herida. /

Hieren tus piernas suaves y locas extremadas; /   

después son dulces aves que, junto a mi, cansadas, /
duermen ese momento feliz, después del coito, /

cuando ha finalizado la noche del introito. /

Las noches son sagradas. Pero también el día. /

Hay ángeles, demonios, culos del mediodía. /

te veo, en fin, desnuda, como una gran memoria /

que no tiene pasado, ni presente, ni historia /

y es el perfecto instante /

en que todo lo amado se convierte en amante”.


Ludovico Silva (1973).



Poema que no todos pueden leer



Tú, cuando te desnudas, te pareces a un pino

por la esbeltez exacta y el aroma divino

Te conviertes entonces en mi propia experiencia,

te llenas de una hermosa, antigua y noble ciencia.

Por tu ombligo pasean mis manos desmayadas

como dos gritos solos,. Blancas manos calladas,

que hieren la tibieza de tu cuerpo sabroso,

dulce como praderas, silente y memorioso.

Estas manos te hurgan, te descubren delicias

semejantes al mar. Breves, fijas caricias

Con las que quiero hollarte, como si tierra fueras

por la que pasa un río sediento de praderas.

Y por tu pecho andan dos alas excelentes

en las que yo adivino todo lo que tú sientes.

Altos y soberanos, tus pechos son mi vida

que es alta y soberana torre herida.

Hieren tus piernas suaves y locas y extremadas;

después son dulces aves que, junto a mi, cansadas,

duermen ese momento feliz, después del coito

cuando ha finalizado la noche del introito.

Las noches son sagradas. Pero también el día.

Hay ángeles, demonios, dioses del mediodía.

Te veo, en fin desnuda, como una gran memoria

que no tiene pasado, ni presente, ni historia

Y es el perfecto instante

en que todo lo amado se convierte en amante.


Ludovico Silva de: In vino veritas (1977)




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