Tiempo y poesía |
Ludovico Silva |
Los astros han querido, obedeciendo a una poética infinita, que el tiempo terrestre, el tiempo humano, se divida en horas, meses, años. Los hombres han recogido ese requerimiento celeste y así le dan categoría mágica, ritual, al fin de mes, al fin de año. Aparte del interés, digámoslo así, crematístico que tienen esos rituales humanos, hay el interés no menos definido de
La poesía ha sido el quebradero de cabeza de muchos filósofos. Desde Platón hasta Heidegger, los filósofos han intentado llegar a una definición de la poesía. Pero a pesar de sus geniales especulaciones (geniales, la mayoría de las veces, en la misma medida en que son genuinamente poéticas) casi siempre han incurrido en una contradicción: Tratar de dar una definición intemporal -¡definitiva!- de algo que es temporal. Se podrá argüir que, por más diferencias fundamentales que existan entre la poesía homérica, por ejemplo, y la de la era espacial, siempre se tratará de una esencia intemporal: la poesía. El argumento es de rancia estirpe socrática; pero Sócrates, como bien lo decía Nietzsche en su Origen de
Con esto quería decir que la condición poética de la materia humana es indefinible, o mejor, su única definición son los hombres mismos, definiciones de carne y hueso, y que por tanto resulta inútil o imposible tratar de definir celebraciones como el fin de año, porque pertenecen a los movimientos poéticos-temporales de la vida humana.
La poesía es algo perpetuamente perfectible; su meta es siempre eso: más allá de la poesía misma. A un poema siempre lo podemos imaginar mejor, más perfecto. Por eso no se lo puede detener en una definición, sin riesgo de asesinato. Como tampoco se puede detener el tiempo.
"Tiempo y poesía", s.f. Copia al carbón en arhivos del autor. (N. de
De Teoría poética. Caracas: Editorial Equinoccio, 2008. Complación, prólogo y cronología Edda Armas.
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