“El poeta con tendencia suicida
ensayará su muerte
en el poema”
portada de la edición venezolana
portada de la edición española
Ya nos habíamos preguntado qué fibra
prohibida tocaría la palabra poética que hace que, entre los que se
“ganan la vida” con la escritura, éstos sobresalgan en número digno de
considerarse. La vida simbólica que ofrece la literatura parece cobrar
mayores dimensiones en la poesía, puesto que ésta tiene la propiedad de
transformarse en una ficción que, a la vez, constituye una suerte de
interioridad activa o en actividad. De ahí que la muerte que ésta pueda
ofrecer es una realidad al alcance de la mano, por llamarlo de algún
modo. Para decirlo con otras palabras, la poesía constituye un simulacro
y la vida y la muerte se disputan ese territorio en ella.
Así, la poesía -la literatura en general-
sirve para ensayar. El poeta con tendencia suicida ensayará su muerte
en el poema. Ésta es una forma de verlo.
Otra forma de apreciarlo es aquella en la
que el poeta va dejando una nota de despedida a lo largo de su vida
literaria. Más en el caso de autores, como Anne Sexton por ejemplo, que
intentaron varias veces poner fin a su vida hasta que lo lograron. Es
decir, aquellos poetas para quienes el suicidio fue más una obsesión que
un arrebato momentáneo.
Algunos estudiosos del fenómeno, como
Perla Schwartz, concluyen que este acto es una suerte de síntesis de
ambas ideas: es, a un tiempo, un hecho pensado con premeditación y un
arranque de locura; así, el suicidio será “un gesto metódico planeado y
tantas veces predestinado o motivado por el impulso de un instante de
cordura o demencia” (1989, p.7).
Lo cierto, en todo caso, es que la poesía
puede revelar las tendencias suicidad de su autor debido a que la obra
constituye una suerte de reflejo de sus obsesiones, sus miedos o,
simplemente, sus fijaciones. Es indudable que en la mayoría de los
poetas suicidad cuyas obras revisaremos observamos referencias
constantes a la muerte o al suicidio.
En la Universidad de California, el
psicólogo James Kaufman analizó el caso de casi dos mil escritores
muertos. Sus resultados fueron dados a conocer en el trabajo “El precio
de la Musa: los poetas mueren jóvenes”, publicado en noviembre de 2003
en la revista Death studies. Las conclusiones apuntaron a que los
poetas viven un promedio de 62,2 años y son, comparativamente con los
narradores y dramaturgos, los de más corta existencia. Asimismo,
concluyó que las mujeres poetas morían antes que los hombres del oficio.
Según Kaufman, el motivo por el cual los
potas tienden no sólo a tener una menor expectativa de vida sino una
mayor disposición a las enfermedades mentales se debe a las dificultades
propias de su oficio. “Lograr generar un ingreso como poeta
es prácticamente imposible”, dice Kaufman, “lo cual puede generar mucha
angustia”. Además, la naturaleza de su oficio los obliga no solamente a
trabajar en soledad, sino que su área de trabajo es totalmente emotiva,
obligándolos muchas veces a adentrarse en un mundo introspectivo e
íntimo del cual posiblemente no siempre salgan ilesos. (Escudos 2008)
Extracto de Poesía y suicidio en Venezuela. Miguel Marcotrigiano Luna, editado por Fundación Celarg.
El autor
Miguel
Marcotrigiano Luna (Caracas, 1963) Docente, poeta e investigador.
Licenciado en Letras por la Universidad Católica Andrés Bello y Magister
en Literatura Venezolana por la Universidad Central de Venezuela. Poesía y suicidio en Venezuela. El caso de Martha Kornblith,
se hizo acreedor del tercer premio a los trabajos de insvestigación del
CDCHT de la Universidad Católica Andrés Bello, en 2011.
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