sábado, septiembre 19, 2009

El Adúltero




El Adúltero


El adúltero muerde semillas de maní en el ascensor.
Canturrea una melodía boba.
Ajusta el último botón de su chaqueta.
Finge escaramuzas en el espejo.
Y tose.

El adúltero se peina con el hilo de su sudor.


Ya en la calle, se convierte en confianza y flauta.
Ya en el hotel, juega al escondite con su propio cuerpo.

Su entusiasmo es una fatiga ancestral.

El adúltero maneja sin ver a los lados.
Infringe el orden de la vía láctea.
Conspira contra sí mismo.
Atraviesa la noche a dentelladas.
Es el hijo de una religión impura.


Dicen que tiene una astilla clavada en la paz.

El adúltero estima sonreír mientras muere.


No sospecha
la violencia que entraña la usura.



Leonardo Padrón

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